Capítulo Diecinueve - Un encuentro desafortunado

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19. Un encuentro desafortunado.

No tardaron ni siquiera veinticuatro horas. Esa misma noche, a las doce y dieciséis, Blaise Zabini había arreglado el armario evanescente. A las nueve y cincuenta y dos del día siguiente, los mortífagos inundaron Hogwarts.

Lo primero que hicieron cuando consiguieron traspasar la poderosa seguridad del castillo fue proclamar su poder. Todos los alumnos y profesores se encontraban en el Gran Comedor, cenando como una noche cualquiera, con los habituales murmullos, charlas y risas y la lluvia incesante de fondo. Sin embargo, todo aquello cesó cuando las dobles puertas que daban a la sala salieron de sus bisagras y acabaron en el suelo, despedazadas. Sopló un viento helado que hizo que el fuego cálido de las antorchas se apagaran de inmediato. Unas manchas negras inundaron el Gran Comedor, destrozando platos y vasos, hasta que los mortífagos se materializaron en el centro.

El silencio producido por la confusión fue roto por un alarido de horror que soltó una alumna de primer curso. A ella le siguieron decenas de personas, hasta que el pánico inundó el ambiente. Los cristales de los grandes ventanales se resquebrajaron en miles de fragmentos, permitiendo a la lluvia entrar dentro.

Albus Dumbledore no se encontraba allí en ese momento. La profesora McGonagall se levantó del sitio en un intento de poner orden; sin embargo, ese movimiento fue malinterpretado y un hechizo le alcanzó en el pecho. Se derrumbó en el suelo y no se movió.

Todo se volvió un caos. Harry se levantó de su asiento. Draco no había bajado al Gran Comedor a cenar aquella noche, de modo que se encontraba en alguna parte del castillo. Intercambió una mirada con Ron y Hermione, quienes negaban con la cabeza.

—Harry no lo hagas —suplicó Hermione, mirándole con aquellos enormes ojos marrones—. No seas estúpido.

—Tengo que ir a buscarle.

—¡Eres una de las personas más buscadas! ¿Qué crees que te harán si te ven corriendo por los pasillos?

—Hermione, no sé dónde está. Tengo que encontrarle.

Ella se imitó a mirarle, preocupada. Harry le apretó cariñosamente la mano y se marchó de allí, aprovechando el mareo de personas que iban de un lado para otro. En el momento en el que se escabulló en los pasillos, escuchó un bramido procedente de un mortífago. Vio un fogonazo de luz blanca y todos dentro del Gran Comedor se callaron.

Harry subió las escaleras de dos en dos y corrió como nunca lo hubo hecho hasta la sala común de Gryffindor. En apenas unos segundos se encontraba en la habitación, rebuscando en su baúl. Cuando consiguió el Mapa del Merodeador, pronunció las palabras y buscó con la mirada la mancha de Draco Malfoy. Todas se encontraban en el Gran Comedor, excepto unas pocas, lo que le facilitó la tarea. Al final, la encontró: se encontraba cerca de la sala común de Slytherin, caminando aprisa hacia algún lugar de las mazmorras. Sin esperar ni un segundo, Harry fue a su encuentro.

No se guardó en mapa en la túnica, sino que fue echándole un ojo a medida que corría por los pasillos. No se encontró con nadie y sus pisadas resonaban por las paredes. Se extrañó, puesto que el castillo había sido inundado de mortífagos. Cuando se aseguró que Draco no cambiaría su trayectoria, se guardó el mapa de cualquier manera en el bolsillo y apretó el paso.

No recorrió mucho trayecto. Al doblar una esquina, no pudo evitar chocarse con Blaise Zabini. Cayó de bruces al suelo debido a la velocidad en la que corría.

—Mira quién está aquí —sonrió Blaise parándose a sus pies—. Potter —escupió su nombre con desagrado.

Harry se levantó del suelo sin apartar la mirada, desafiante.

—Zabini —replicó—. Sé que has sido tú.

—Estoy orgulloso de ti. ¿Quieres que te dé un aplauso o algo? —Harry apretó los labios, enfureciéndose. Blaise pareció notarlo, porque ensanchó aún más su sonrisa—. Pero no quiero hablar de eso ahora. Me ha dicho un pajarito que tienes algo muy valioso, y me gustaría que me lo dieras.

Harry funció el ceño, sin comprender.

—Yo no tengo nada.

—¿Y ese papel que tienes en el bolsillo qué es? ¿La lista de la compra? —El chico bajó la mirada hacia su túnica. El Mapa del Merodeador estaba guardado en el bolsillo, y vio con horror que no lo había borrado—. Quiero que me des ese mapa, Potter.

Harry entrecerró los ojos en su dirección, y entonces lo vio claro: Ernie Macmillan. El estúpido de Ernie con la Capa de Invisibilidad.

—No puedo matarte, Potter, eso lo debe hacer otra persona. Pero sí que puedo herirte de gravedad, y si me tocas más las narices te aseguro que lo haré.

Harry sacó su varita. Tenía que ganar tiempo. Así, podría borrar el mapa. Al verle, Zabini sacó la suya casi con aburrimiento y con una expresión despectiva en el rostro. El pelinegro dio otro paso hacia atrás, intentando alejarse lo más posible del chico. Se miraron de hito en hito unos momentos. Los ojos de Blaise, negros como el carbón, estaban clavados en los de Harry, amenazadores. Sus labios estaban curvados en una sonrisa agresiva, y su expresión no auguraba nada bueno.

Lo que ocurrió a continuación pasó en menos de un segundo. Harry abrió la boca y comenzó a decir las palabras para borrar el mapa. Hizo un movimiento con la varita, queriéndola llevar hasta el mapa; sin embargo, Zabini malinterpretó ese gesto, creyendo que iba a lanzarle un hechizo, así que contraatacó. Le dio de lleno en el pecho y Harry se derrumbó en el suelo, sin respiración. La varita se le resbaló de las manos en algún momento de su caída.

Zabini se acercó a él. El pelinegro se arrastró hacia atrás, logró agarrar de nuevo su varita y creó un escudo en el mismo instante en el que Blaise soltaba otro hechizo. Le lanzó uno, dos y hasta tres. Cada uno rebotó contra el escudo con una fuerza impresionante, y el último logró romperlo. Harry atacó; no obstante, Blaise lo esquivó con facilidad y se lo devolvió.

Harry lo rechazó. Provocó una ráfaga de viento que hizo trastabillar a Blaise.

Voltius —murmuró, aprovechando la debilidad.

El hechizo le dio en el brazo. Le produjo una descarga en el sitio dado y cayó al suelo, maldiciendo. Si Harry le hubiera dado en el pecho, se hubiera quedado inconsciente. Lo volvió a intentar, pero Zabini estaba preparado y lo repelió. Habían cambiado las tornas: ahora era Harry quien atacaba y Zabini quien tenía que defenderse. Poco a poco, el segundo se fue enfadando, y dejó que la rabia se acumulara antes de él antes de lanzar la maldición imperdonable, para asegurarse que funcionaría.

—¡Crucio! —gritó, apuntándole con la varita.

Harry intentó protegerse, aunque sabía que contra esas maldiciones ningún hechizo funcionaba. Le alcanzó y un dolor inhumano le recorrió el cuerpo, haciendo vibrar sus huesos y destrozando sus músculos. Cuando paró, Harry se derrumbó en el suelo.

Blaise aún no había terminado. Le lanzó hechizos como si no le costaran esfuerzo. Al pelinegro no le dio tiempo a defenderse y le provocaron cortes por el rostro, manos y cuello, las partes de su piel que no estaban cubiertas. Provocó una explosión que le lanzó por los aires y se estampó contra la pared de piedra como si fuera un muñeco de trapo.

Le dolía todo el cuerpo y por unos segundos se quedó tendido en el suelo, resollando. El golpe le había roto alguna costilla y tenía cortes por todo el cuerpo. Además, las gafas se le habían caído y no era capaz de enfocar la mirada. Sintió que Blaise se acercaba a él. Se arrodilló a su lado y le tocó la sien con la punta de su varita. Murmuró unas palabras y, un instante después, la oscuridad le consumió.

El Trágico Final || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora