Capítulo 2

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Park Jimin llamó tres días después para pedir más palos de golf automáticos.

Irene respondió la llamada con el mismo entusiasmo de la primera vez. Se estaba escribiendo historia en las televentas. Mientras iba hasta su casa con el paquete en la motocicleta, Taehyung recordó que no le había advertido a Park Jimin que los productos que ahí se vendían eran una porquería. Sería mejor si comprara palos de golf en una tienda especializada. Su billetera se lo agradecería.

El lugar seguía tal y como lo recordaba. Comparado con su propio edificio, era un palacio de lujo. Después de ese día fatídico de la primera compra, las cosas para Taehyung habían empeorado. No hablaba con su novio, las heridas de la goada no cicatrizaban, se le había acabado el dinero para comprar comida. No sabía qué era lo que más le dolía.

Con el estómago vacío, tocó la puerta del apartamento. Un sonriente Park Jimin lo recibió.

—¡Oh, eres tú!— dijo. Y antes de que Taehyung pudiera reaccionar, Jimin le rodeó el cuerpo con los brazos y lo apretó—. ¡Pensé que no volveríamos a vernos! ¡Esto es genial!

El abrazo sólo duró unos segundos, pero Taehyung se vio a sí mismo de la misma manera que la primera vez: incapaz de reaccionar. Park Jimin lo hizo entrar y lo obligó a sentarse en el sofá que ya conocía bien. Ahí habían hablado toda la noche hacía apenas unos días, comiendo bocadillos y bebiendo té.

Taehyung dejó caer sin ceremonias la bolsa de los palos de golf junto al sofá. No sabía muy bien si estaba permitido que se pusiera cómodo de una vez. Park Jimin y él tenían historia, pero no sabía todavía si esta contaba. A veces las personas encajaban perfectamente; así había sido con ellos. Pero otras veces, las personas ignoraban esas conexiones.

—¿Por qué piensas tanto?— preguntó Jimin.

—Lo siento— dijo Taehyung, sonriendo.

Y para demostrarle que de verdad lo entendía, se echó cuan largo era en el sofá y suspiró. No podía creer que un mueble fuera tan cómodo. Se lo había dicho a Jimin la noche pasada y podía volver a decirlo: ese apartamento y todo lo que contenía eran un premio por el buen trabajo que Taehyung había hecho durante toda su vida. Sólo una noche le bastaba para darse por servido, sólo una noche sentado en su sofá como una enorme almohada de plumas.

—¿Quieres comer algo?— gritó Jimin desde la cocina.

Después de la primera noche, Taehyung conocía al menos tres habitaciones del apartamento: la sala de estar, la cocina y el baño. La segunda la había visto después de que Jimin le pidiera el favor de servir más té. La última, porque el té había sido mucho.

—No quiero molestar— respondió Taehyung en el mismo tono.

—¡Pero si no molestas!— exclamó Jimin. La mitad de su cuerpo apareció detrás de una de las paredes que daban a la cocina—. Eres la primera persona que conozco de la ciudad.

—Vaya, eso me hace muy especial, entonces— bromeó.

—Por supuesto— dijo el chico, sin rastro de burla en la voz.

Al desaparecer de nuevo, Taehyung se quedó mudo.

—Por cierto— continuó Park Jimin—, aún no sé tu nombre.

—No puede ser.

—Hablamos por horas, pero no te lo pregunté— Había cierto tono en la voz de Jimin que le aseguraba a Taehyung que estaba sonriendo, como ya tantas veces lo había visto hacer.

Castillo de naipes | BTS | VKook/KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora