Epílogo

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Alba estaba sola, frente a la lápida de Valentina. Observando las flores y lindas palabras de su familia y amigos.

Valentina, amiga fiel, alegre y apasionada de la vida,
siempre te extrañaré.

—Alicia

Tina, la niña más hermosa del mundo, la chica de mi vida,
la chica de mi corazón.

—Tuyo siempre, Mario.

Al leer ese mensaje entendió el porqué de la sonrisa de Valentina aquél día.

Amor mío, hija y nieta al mismo tiempo, sé que ahora estas junto a Dios,
siendo alegre y fuerte como siempre. Siempre te extrañaré.

—Gladis

Todos y cada uno de los menajes los leyó, imaginándose cómo fue la vida de su hija, imaginando a esa chica hermosa que vio hace unas semanas riendo y disfrutando de la vida. Imaginó como sería todo si ella jamás se hubiera ido. Si hubiera escogido a su hija antes que a ella. Todo sería diferente. Y tan solo de imaginarlo, su piel se erizó.

—¿Cómo... cómo te sentirías viviendo al lado del recuerdo constante de una violación? –Alba sentía su voz cortarse, unas sucias manos venían a su mente, unas que la hicieron suya a base de amenazas–¿Cómo sería para ti recordar día a día que alguien te hizo infeliz?... No fue una decisión fácil para mí, cometí muchos errores, lo acepto... pero me volvería loca, si me quedaba. No enfrenté el problema y huí, y lo siento por eso. Eras mi hija y te dejé, te dejé para olvidarme de ti. Y formé una nueva familia, la cual no cambiaría por nada del mundo. Soy feliz con el presente que formé, y espero que tú lo hayas sido con el que tú formaste; espero no me hayas odiado, a pesar de yo haberlo hecho por un tiempo. Pero el dolor no lo soportaba, sentía que mi pecho iba a explotar cada vez que te veía, sentía algo inmenso dentro de mí, era hostigador. Sin embargo... vuelvo a preguntar... ¿Cómo sería para ti... recordar día a día que alguien te hizo infeliz?

—Amor –Alba volteó sorprendida y asustada, y se encontró a su hija al lado suyo, viendo su propia lápida– Así decidí llamar al tormento de día tras día sobre el dolor que me causó alguien que me abandonó. Aprendí a vivir con el dolor que me dejó esa persona, porque tuve a otras al lado mío que supieron enseñarme de nuevo el lado maravilloso de la vida. Me ayudaron a convertir el sufrimiento en alegrías. Pero el peso sobre mí nunca se iba, creí que se esfumaria con el regreso de esa persona, pero al volver a verla me di cuenta que sólo creció... –Valentina se agachó y acarició su lápida; miró a su madre con una sonrisa, quien es ese momento soltaba lágrimas a mares. Su hija... estaba al lado suyo, por última vez. No fuiste tú quien me causó dolor, fueron tus acciones. No fui yo la causa de tu dolor, fueron las acciones de otro.

—Hija...

—Amor, mamá... Amor. Fue como decidí nombrar a tu constante recuerdo.

AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora