2da parte.

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El hombre estaba cansado por el gran recorrido por todo el mercado de víveres para conseguir sus ingredientes para su próxima creación exitosa como hacía todos los fines de semana, pero por fin llegó a casa y comenzó a cocinar mientras esperaba a que su amado llegara de aquella sesión de juego de azar con sus demás amigos. No es que lo extrañara, lo tenía cuando y como quisiera, pero no sería malo una mano extra, sobre todo para cuando tuviera que limpiar.

- ¡Oye, me debes una revancha, eh! Jaja. Adiós.

Felizmente pasaba ese hombre por la entrada de aquella casa, apenas entró pudo oler el fantástico aroma de las almendras, las nueces y el chocolate, siendo perfectamente unidos para formar parte de una de las hermosas y sabrosas creaciones que aquel hombre hacía casi todos los fines de semana, el pastelero más solicitado del todo el mundo, Lorenzo, y no era por presumir que era su pareja también.

- Legas tarde. – Dijo Lorenzo penas sintió los brazos de su amado alrededor de su cintura, y su mentón reposando en su hombro, mirando lo que hacía. No estaba molesto, al contrario.

- Lo sé, no querían soltarme, soy tan malditamente bueno que si no estoy ahí no ganas, ¿puedes creerlo? - Como disculpa le dio un beso a su mejilla y una suave pero firme caricia en su cintura, para luego ir a la mesa y sentarse sobre ella.

- Bueno, al menos no te perdiste de esto. Prueba, dime si te gusta. – Y le dio un pan casi recién hecho, apenas tenía unos diez minutos. – Oh, espera, necesitarás esto. – Dijo para darle una servilleta.

El hombre gustoso por probar las creaciones de su amado, ya que siempre eran las más deliciosas, tomó la servilleta y tomó el pan, al tomarlo supo que estaba relleno pues el peso lo decía todo, la textura era crocante, como si le pusieran caramelo a la cubierta, se veía dorado, casi frito. Al probarlo, Enoch se dio cuenta de qué era el relleno en el pan, chocolate hecho en casa, el olor a las almendras venía del pan, lo que lo hacía crocante, lo primero que la lengua saboreaba era la cubierta acaramelada del pan, y luego todo lo demás.

Luego de saborear con lentitud y leves muecas de satisfacción, el hombre tragó todo, luego miró a pastelero con una sonrisa y una constructiva crítica. – Deliciosa, como siempre, pero sólo le gustará a quien le encante el dulce. – Dijo aquello haciendo énfasis en "encante"

– ¿Enserio están tan dulces? Es que me gusta demasiado el dulce.

– Lo sé, por eso tienes a un bombón a tus pies. Por cierto, soy yo.

– Jaja, ayúdame a limpiar, bombón.

Enoch hizo una mueca de desagrado al escuchar la palabra "limpiar", también sabía que a su novio no le gustaría lo que haría a continuación: puso su mano derecha detrás de su espalda y con un rápido tronar de dedos y las cosas comenzaron a moverse por la pequeña casa, todo lo que estaba sucio o desarreglado de repente y por si solo estaba acomodándose, todo frente a ambos, Lorenzo solo miraba a Enoch con el ceño fruncido y los brazos cruzados, mientras la magia del otro se impregnaba por toda la habitación, hasta que se deshizo ya cuando todo estuvo listo.

– Sabes que eso no me gusta, Enoch, ¿sabes qué ocurrirá si alguien te ve haciendo eso? Usar tu magia podría significar que te destierren del pueblo, ¿eso quieres?

El pelirrojo suspiró, un poco cansado de los reproches del mayor a causa del uso de su magia. -- ¿Para qué tengo esta magia si no puedo usarla? Es como... Tener una mina de oro y no gastarla porque los demás se envidiarían, es estúpido.

Los 101 Amores de Enoch (Gay, yaoi)Where stories live. Discover now