(Isaac Valtronee, 14 años, cabello negro, ojos azules.)
1883.
Inglaterra.
Según aquel lazo que volvió a anudarse a su meñique, el amor de su... Década estaba en ese fantástico lugar, de verdad de gustaba, era más sofisticado, claro, estaba en la capital, podía ver todo lo que la humanidad había evolucionado en sentido de infraestructura y sociedad a lo largo de esos dos siglos, que en contraste se le hicieron dos semanas con todo lo que pasó.
Aquel amor que perdió quedó en su corazón todo ese tiempo, lo recordaba en todo lo bello que veía en ese paseo. Su mano derecha sacó de su chaleco un reloj de mano de oro, ya era hora de volver, tal vez buscaría al próximo amor de su vida luego, la verdad es que estaba un poco curioso de quien puede ser, el último en verdad fue algo interesante, lo que no entendía es... ¿Por qué un hombre? Bueno, cosas del destino, quería suponer. Fue hacía su carroza y el chofer ya estaba listo para llevar al amo a donde quisiera, éste le pidió ir a algún lugar de la bella ciudad a comer, quería conocer un poco de la gastronomía.
Mientras se acercaba al lugar, el corazón comenzó a latirle, como si algo comenzara, como si debiera estar atento a algo, se sentía extraño.
Al llegar al lugar el chófer le abrió la puerta justo frente a la entrada de un lujoso y gran restaurante, se veían carrozas de la mejor élite llegar. El menor entró al lugar, y cuando se dio cuenta de lo sofisticado, lujoso y privado que era sentía hasta un poco de incomodidad. Uno de los anfitriones le mostró un lugar ideal para sentarse, era luminoso, pero no tanto, en el cual se podía ver todo el restaurante, el hombre se sentó y pidió el menú de vinos y el de los platillos de aquella noche, eligiendo el vino más caro y de su mejor calidad, pidiendo un platillo para él, pues una sorpresa del chef. El mesonero se fue, y él siguió observando a las personas de aquel lugar, eran graciosas, debía decir, con esas pelucas y pintadas como si fueran muñecas, claro que él no seguía hasta ese punto la moda inglesa, puesto que sólo usaba una camiseta de botones blanca, un chaleco azul real que resaltaba su cabello alborotado rojizo, y un saco negro junto con una gabardina del mismo color, hace un momento retirada por uno de los empleados del establecimiento al que en ese momento iba a consumir.
La gente comía y disfrutaba, podía ver a la élite en su pleno apogeo, presumiendo sus bienes, pidiendo lo más caro del lugar, cuando todo en sí era caro, exhibiendo aquellos trajes, aquellos vestidos, aquellas pelucas, creyéndose lo mejor de aquel lugar, cuando en realidad nadie lo era; todo eso era gracioso para Enoch, pero el mesero distrajo al hombre de sus burlas hacía los otros al traer todo lo pedido por el hombre, en ese momento, justo cuando el mesero se iba a Enoch le dio de nuevo ese particular dolor en su pecho, sentía a aquel ente, el que sería su nueva debilidad cerca.
Pero algo curioso y extraño pasó, el lazo jalaba a Enoch, hasta el punto en que él tuvo que levantarse caminando rápidamente y seguir hacía donde aquel lazo jalaba, hasta que pudo ver el otro extremo en un pequeño dedo, el dedo de un niño de ojos azules oscuros, cabello negro, el hombre vio al niño y viceversa.
– ¿Eh? – Dijo el niño al ver a aquel hombre a su costado, con la respiración agitada y sus ojos centrados en él, al parecer impresionado, pero eso no le molestaba, de hecho, tenía demasiada curiosidad. -- ¿Le conozco? – Preguntó el chico, poniéndose de frente a él, mirándolo desde abajo al ser él muy bajo y aquel hombre alto para él, sus ojos miraban los de aquel sin expresión.
– -- Y-yo... No, no nos conocemos. – El hombre estaba un poco nervioso,pero el niño estaba muy sereno, muy elocuente y tranquilo ante un extraño para ser un niño, sus ojos no se despegan de los orbes azules del pelirrojo.
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Los 101 Amores de Enoch (Gay, yaoi)
Teen FictionTengo una maldición eterna, que nadie podrá quitarme.