Momentos después de que Enoch se levantó, el niño despertó igual, volteándose a ver a su amado, mostrando una sonrisa que reflejaba la victoria.
– Buenas noches, Enoch. ¿Haz dormido bien?
El hombre sólo pudo sonreír sin ganas, la verdad, a pesar de lo apuesto que fuera el chico era muy pequeño, y más que una cuestión de gustar o no, no pensaba en tener una relación con alguien tan pequeño. El niño, que a ver una señal de preocupación en el hombre se extrañó decidió preguntar.
– ¿Qué sucede?
– ... ¿Piensas que esto está bien?
– ¿De qué hablas? ¡Por supuesto que sí!
– Eres un... E-es decir, tienes el... Agh... Es muy confuso para mí, ¿sabes? Sé que has vivido siglos, incluso más que yo, pero por fuera eres sólo un niño, yo...
– Oh, ¿eso es lo que te desagrada? ¿Es porque parezco un niño?
– Bueno, un poco... No me desagrada, me parece extraño.
– ¿No eres brujo? Haz algo al respecto, no creo que no puedas hacerme parecer más adulto, claro, si eso quieres. – El niño se acercó a él, y lo abrazó poniendo su cabeza en su pecho. – Tienes dos opciones mi amor, la primera es intentar hacerme más adulto, eso no me molestaría si significa que puedo estar contigo. La segunda... Es obligarme a olvidar esta noche, y seguir en este dilema hasta la eternidad, porque los dos tenemos una infinidad de tiempo.
El hombre no sabía qué hacer, estaba confundido, pero el chico tenía razón, la verdad es que quería estar con él, ya había pasado muchos años sólo, y según su destino, él es su hombre destinado. El hombre cerró sus ojos y posó sus manos en el menor, abrazándolo, aquella luz purpura salió de sus dedos y comenzó a impregnarse en el pelinegro, aquel sentía algo extraño en su ser, algo que nunca había sentido, se sentía algo miedoso, pero no importaba, prefería hacer eso por el que él pensaba, sería el amor de su vida. Aquel hombre terminó, y entonces al abrir los ojos y ver al chico, pudo notar a un veinteañero no tan alto, había cambiado sólo un poco en sus rasgos, era más grande, pero se veía igual de delicado, igual de hermoso. El pelinegro también abrió sus ojos y se notó más grande, al levantarse de su cama notó un cambio bueno, era delgado, sin músculos, por lo que se veía más femenino, algo que siempre había querido. El chico sonreía al verse tan bien, fue hacía el hombre y se sentó justo en su pelvis, lo único que los separaba era la delgada tela de la sabana de seda negra.
– ¿Te gusto así?
El hombre no sabía que decir, sin dudas de niño era muy apuesto, y su rostro inocente, así como sus ojos azules grandes lograban cautivar a cualquiera, pero ahora que lo veía más grande, sentía que tenía algo más, era picardía que de niño no se notaba, ahora de grande se podía ver en sus ojos, pero a la vez se podía ver elegancia, delicadeza, confianza, era un chico con quien podía estar sin problemas.
- Me gustaste siempre.
Dijo con una sonrisa para tomar su cintura y de un movimiento hacer que las posiciones cambiaran, ahora el chico estaba acostado debajo de él, y el hombre estaba arriba de él, tomando su cintura, y ahora nada tapaba a los hombres.
– Pero ahora si puedo tomarte como quiera son miedo a romperte.
– ¿Qué?
– Pues, usted sabe cómo es ese chico, se la pasa de hombre en hombre, es algo de él.
– ¡Pero le exigí que lo hiciera lejos de aquí, donde yo no pudiera verlo! ¡¿Y lo trae aquí a la casa?! Además, no es uno de nosotros, ese hombre es un brujo.
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Los 101 Amores de Enoch (Gay, yaoi)
Teen FictionTengo una maldición eterna, que nadie podrá quitarme.