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Llevábamos ya una semana cuidando de Ed.

Lo estábamos haciendo mejor de lo que esperábamos, tanto que Leah ya confiaba del todo en nosotros.

Mi madre y la de Matt habían conocido ya a Ed y estaban enteradas de que ahora Matt y yo éramos niñeros.

Al principio, cuando mi madre llegó de imprevisto a mi casa y me vio con un bebé en brazos, no faltó mucho para que se desmayara, Matt rápidamente sosteniéndola.

Al momento en que despertó, comenzó a regañarme y a decirme que tenía que ser más cuidadoso al momento de estar con alguien, que tenía que ser ahora aún mucho más responsable conmigo y con el bebé pero que a pesar de ello, no podría creer que ya era abuela.

Si, pensó que era mi hijo.

Matt no ayudaba en nada al momento de explicarle que solo lo estábamos cuidando ya que su risa burlona no lo dejaba hablar.

Pasó casi media hora hasta que pudimos explicarle todo, consiguiendo una risa por su parte diciendo que no me creía, ya que muy apenas podía cuidarme a mi mismo.

Me sentí ofendido, pero su guiño de complicidad solo me aclaró que todo lo decía en broma para después tomar en brazos a Ed, no pudiendo separarla del bebé durante todo el resto del día.

Eso había sido hace tres días.

Ahora, caminábamos hacia el auto de Matt quien el de día de hoy no había trabajado por lo que ambos cuidaríamos de Ed.

Habíamos decidido salir al parque junto con Ed, porque sin duda alguna el estar solamente en casa durante todo el día no era tan divertido y muy bueno.

Tener que estar viendo siempre Los picapiedras porque al pequeño le gustaba no era tan bueno, no porque no me gustara, sino porque Ed parecía que aprendía todo lo que veía en el programa; tanto así que un día comenzó a pegarme con un juguete de esponja en forma de bate pareciéndose a Bam Bam.

No tardamos más de quince minutos en llegar al parque central de la ciudad.

El día era cálido y agradable, haciendo que varias personas estuvieran en el lugar corriendo, caminando, uno que otro niño jugando o solamente pasar el día sin hacer nada pero con un agradable ambiente alrededor.

El señor de los helados con una fila enorme que podía verse desde lejos.

—¿Trajiste todo? —preguntó Matt colgándose la maleta de Ed en su hombro mientras yo dejaba al pequeño en su carriola.

Asentí.—Si, todo.

—Muy bien —respondió poniéndole seguro al auto para así ambos comenzar a caminar hacia el lugar.

Niños gritando pasaban corriendo alrededor mientras caminábamos, haciendo que Ed se exaltara y comenzara a aplaudir y soltar uno que otro balbuceo.

Matt estando al tanto de él durante el día limpiando su boca ya que comenzaban a salirle el principio de unos dientes.

—Hace calor —comentó Matt mientras se arremangaba la camisa.

—Tal vez es porque estamos casi en verano —dije sarcástico, deteniéndome en una de las mesas que estaban en el parque.

—¿Quién? —preguntó.

—¿Quién que? —pregunte confundido por su pregunta.

—Te preguntó —respondió, soltando una risa burlona, haciendo que Ed riera también—. En serio, amo a este pequeño, se burla conmigo de ti —agregó, dejando la maletita en la mesa para acercarse a Ed y comenzarlo a desabrochar para sacarlo de la carriola.

—Se ríe porque no entiende de tus estúpidos chistes —dije sentándome en la banca.

—¡Hey! Qué dijo Leah sobre decir maldiciones frente al pequeño —dijo arrojándome el pañuelo lleno de babas de Ed.

Rodeé los ojos.—Como dije, tampoco debe de entender esas palabras, aún es pequeño —tome el pañuelo y se lo arrojé de nuevo.

En serio, esperando a que el pequeño no entendiera nada de lo que alguna vez haya dicho, porque sino, Leah sin duda alguna me mataría.

(…)

El día iba de maravilla, y decía eso ya que Ed no había vomitado en mi camisa como solía hacerlo la mayoría de las veces, tanto así que la señora de la tintorería tarde o temprano se haría millonaria por todas las veces que había ido ya.

Permanecía sentado en la banca mientras que Matt estaba sentado en el césped con Ed entre sus piernas sentado en una mantita que habíamos puesto para que el césped o algún bicho le pícara.

—¡Ahí va un avioncito! Chu chuuuu —comenzó Matt a hacer el sonido al momento en que le acercaba a su boca la cuchara con la papilla de fruta que mi madre nos había dicho que debíamos hacerle.

—Ese es el sonido de un tren, Matt —dije al momento en que dejaba salir un bostezo.

—Él es muy pequeño para saberlo, así que cállate —dijo limpiando la barbilla del pequeño.

Comenzó a agitar sus bracitos tanto así que tiró el botecito con la poca papilla que quedaba.

—Ed, mira lo que hiciste —dijo limpiando sus brazos.

—Creo que iré por un helado, esta calor me está derritiendo —dije poniéndome de pie—. Ven pequeñito, dejemos al bobo Matt limpiando —dicho eso tomé en brazos a Ed, quien comenzó a balbucear—. Si, súper bobo.

Matt resopló terminando de limpiar.

—¿Quieres algo? —pregunté, Ed entretenido con el botón de mi camisa. Negó.

Asentí para luego alejarme hacia donde el carro de helados se encontraba, no sin antes tomar la gorra de Ed que permanecía en la banca. Acomodándosela llegamos a la fila.

Ed tomó mi dedo, inspeccionándolo, haciendo que aquella marca apareciera en su frente.

Varios minutos pasaron cuando sentí que alguien tocaba mi hombro.

Frunciendo el ceño me di la vuelta para ver quién era, encontrándome con la persona que menos quería encontrarme en cualquier lugar.

—Hola Dyl —dijo aquella voz chillona junto con una risa.

Tuve que forzar una sonrisa.

Penélope. O mejor dicho la peor de mis pesadillas. Tal vez me estaba viendo grosero pero no podía reaccionar de otra forma. Ella y yo habíamos salido durante varios días hace ya varios años, días los cuales no los había pasado de lo mejor, ya que su voz irritante junto con su forma tan irritante, no hacían nada bien.
Desde el día en que le dejé en claro que no quería nada más con ella, seguía insistiendo y no dejaba de llamarme o seguirme, a veces se calmaba pero otras veces no. Dándome miedo e irritándome la mayoría de las veces.

—Penélope, qué coincidencia —dije con tono sarcástico, algo que no percibió.

—Mucho sin verte, a pasado tanto —sonrió—. He tratado de llamarte pero nada ¿Has cambiado de número?

Asentí—. No, mi teléfono se descompuso y no tengo por el momento.

Imploré que nadie llamara en ese momento.

—Oh, qué pena —iba a seguir diciendo otra cosa cuando Ed, comenzó a reír al momento en que veía dos perros pasar, eso llamando la atención de Penélope—. ¿Y ese bebé?
Iba a decir la verdad, que lo cuidaba, pero mi desespero por qué se fuera ya, puso otras palabras en mi boca:—. Es mi hijo.

Su cara tomó un color blanquecino, su boca se abrió varias veces sin articular una palabra. Varios segundos pasaron cuando por fin logró hablar.

—¿Tu hijo? —asentí, sonriendo al momento en que miraba a Ed, quien me miraba serio.

Era nuestro turno por lo que pedí el helado, esperando varios segundos para luego tomarlo y pagarlo.

—Y ¿Quién es la madre? Pensé que no querías nada serio con alguien —dijo con brazos cruzados.

Me encogí de hombros alejándome de la fila para dejar que los demás siguieran, Penélope siguiéndome—. Pues eso fue antes, he cambiado de opinión, conocí a una mujer con la cuál me siento lleno, la cual amo y la quiero junto conmigo toda mi vida, y bueno, este pequeño es lo que el amor de ambos hizo.

En verdad esperaba que eso hiciera que se fuera, pero en cambio, lo que recibí fue una sonrisa enternecida al momento en que se acercaba—. Que hermoso, es tan bello todo lo que has dicho, en verdad quisiera conocerla y…

Rápidamente saqué el móvil de mi bolsillo del pantalón—. Lo siento, es mi mujer —lo desbloquee y comencé a hablar como si en verdad estuviera hablando con alguien.

Varios segundos pasaron cuando lo guardé—. Lo siento, a llegado y me tengo que ir.

Ella frunció el ceño—. Habías dicho que no tenías teléfono.

—¡Igualmente! ¡Adiós! —dije para comenzar a alejarme lo más rápido posible.

Mirando varias veces hacia atrás para asegurarme de que no me seguía, llegue a donde Matt se encontraba.

—¿Porqué tardaste? Leah ha llamado diciendo que salió antes por lo que nos encontrará aquí.

Puse el helado en la banca, Matt tomando a Ed en brazos quien veía el helado.

—Un imprevisto —tome la cuchara dándole un poco de helado a Ed, quien sonrió feliz.

—Se pondrá inquieto —dijo Matt limpiando a Ed.

—Es solo un poco.

Seguí dándole varias probadas cuando Matt habló—. Oh mira, ahí viene Leah.

Alcé la vista para mirar cómo Leah se acercaba muy sonriente, con unas mejillas sonrosadas, posiblemente no a causa del sol, ya que un tipo se encontraba caminando con ella en nuestra dirección, sonriendo mientras la miraba y movía su boca al hablar.

—Al parecer Leah tiene conquistas —escuche a Matt decir en un tono burlón.

Miré a Matt quien sonreía, para luego ver a Ed quien miraba en la misma dirección que segundos antes yo miraba. Su frente con esas arrugas que aparecían cada vez que fruncía el ceño, mostrándose serio, muy diferente a como solía recibir a su madre al llegar por él.

Volví a ver como ambos se acercaban, mirándolos de la misma forma en que Ed los miraba, ahora, sintiendo como yo sería el inquieto aquí.


N/a: luego de mucho tiempo aquí está la siguiente parte, estaba dudosa en sí seguir o no con esta historia, pero me he decidido en que la seguiré, así que espero les guste a quienes leen o vayan a leer de ella, gracias, y nos leemos luego.



Papá por Accidente » Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora