4

802 35 4
                                    

Para compensar el último capítulo que fue un poco terrorismo emocional os traigo algo más soft, espero que os guste.

Lo intentaba. De verdad que lo hacía. Pero no podía concentrarse en sus apuntes de biología porque sentía la mirada del moreno desde la otra punta de la biblioteca. La sala estaba llena de estudiantes, todos ajenos al juego de miradas que se traían ambos chicos. El tonteo entre los dos jóvenes empezó hacía unas semanas, y cualquier lugar (los entrenamientos de fútbol de Raoul, los pasillos, el comedor, etc.) parecía ser bueno para una batalla de miradas furtivas. Salió de la biblioteca y recorrió los pasillos hasta llegar a la puerta, donde se encendió un cigarro mientras caminaba a su bici.

-Me segue pareciendo increíble que un deportista fume.- El canario hizo acto de presencia, cosa que a Raoul no le importaba en absoluto, es más, le gustaba pensar que había salido justo después de que él lo hiciera solo par verle (aunque sabía que seguramente habría aproximadamente 500 posibilidades más probables que esa).

- Oye, ¿me estás siguiendo? - Su tono claramente divertido, hizo que Agoney soltara una carcajada.

- Ya quisieras chiquito- dijo Agoney con suficiencia.- he quedado en el centro con un amigo. Si no ya me habría ido con mi chófer personal aka Ricky. - A Raoul le divirtió el comentario del chico, aunque prácticamente cualquier cosa que hacía/decía Agoney era razón para sacarle una sonrisa.

- Claro, perdona. Olvidaba que el autobús más cercano a tu casa pasa cada dos horas y por eso tienes esclavizado al pobre Ricky.

- Que no se hubiera mudado en frente de mi casa.

Ambos rieron por lo absurdo de la conversación, pues ambos sabían perfectamente la situación que vivía el moreno y el por qué de la dependencia a Ricky para casi todo lo que se salía de su barrio a las afueras ( afuerísimas) de la ciudad. Se quedaron mirando sin esperar nada del otro, solo disfrutando de la compañía hasta que el motor del autobús se hacía cada vez más cercano.

- Bueno me voy, adiós chiquito.

-Te recuerdo que soy unos meses mayor que tú. - A Raoul le molestaba que se metieran con su (escasa) altura, especialmente cuando el era mayor que el moreno, tan solo por unos meses, pero lo era.

-Cualquiera lo diría.- Y con eso Agoney se metió en el autobús no sin antes guiñarle un ojo. Conocía a Agoney desde hacía un par de años, cuando éste se mudó por temas familiares, pero no habían reparado en la presencia del otro hasta cuando el curso pasado empezaron cuarto de ESO.Tiró el cigarro, ya consumido, al suelo, se montó en la bici y puso camino a su casa.

Agoney realmente odiaba el fútbol y todo lo relacionado con el popular deporte. Pero no le quedaba otra que joderse hasta que Ricky acabara el entrenamiento y se pudieran ir a casa. En invierno solía quedarse en la biblioteca, pero a mediados de mayo el tiempo le invitaba a salir a las gradas del pequeño campo del instituto; total, no iba a estudiar ni dentro ni fuera. Estaba jugando con el móvil cuando el entrenador indicó el descanso de cinco minutos en mitad del entrenamiento como todos los putos días. El sol le daba de cara, pero consiguió vislumbrar aquella figura diminuta, ínfima, invisible a la pupila, etc que se acercaba a él.

-¿Por qué o te gusta el fútbol Agonías? Si es genial.

-¿Por qué fumas chiquito? Si te está matando. - El rubio hizo una mueca de desagrado.- No me mires así, es verdad.

-Joder Agoney que tengo diecisiete años, no me voy a morir. Estoy en buena forma física, como bien, eres un exagerado.

- Es cierto. ¿Cómo haces para comer como un cerdo y seguir así?- Raoul sonrió con ante ese cometario y alzó una ceja.

ONE SHOTS - RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora