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Nietzsche visitó Sils Maria, Génova, Rapallo, Turín, y Niza; en busca de temperaturas más cálidas. Un periodo marcado por el paso constante de la euforia a la depresión, tales síntomas identificables con un trastorno de personalidad límite que se añadiría a la lista de problemas de nuestro protagonista.

Pero, había vuelto a Naumburgo para hacer una visita familiar.

--Elisabeth, querida, hablas como el estúpido nazi con el que te has casado.-- en ocasiones se le hacía difícil la convivencia con su hermana, ya ni siquiera parecían de la misma sangre, se había convertido en una Förster-Nietzsche.

--¡Somos una gran nación!-- chilló ella, una frase que seguramente había copiado de algún poderoso antisemita.
Nietzsche tuvo que frenarse a sí mismo tirando de unas riendas metafóricas para no atropellar a Elizabeth con argumentos como que él había servido a su país o que su función de engrandecer la cultura de Alemania era mucho más importante que gritar lo mismo que otros racistas descerebrados.

--Querida hermana, amar a un país no consiste solo en alzar una bandera y gritar nombres conocidos, eso solo enmascara el odio hacia otros.-- su pasión filosófica le empujaba a dar argumentos para el raciocinio, pero su hermana era impermeable a ellos.
Alzar el brazo derecho como contestación, fue solo una prueba más de cuán adoctrinada estaba Elisabeth.

--Peter, marchémonos ya, creo que quiero conservar algo de respeto hacia esta mujer y se me está haciendo casi imposible.--
Peter Gast (con el seudónimo: Johann Heinrich Köselitz) un antiguo alumno suyo, era ahora el secretario privado de Friedrich.

--Señor Nietzsche, tiene usted un compromiso.--él asintió sonriente.

Aún fuera del círculo de los Wagner, le quedaban amigos como Gast y Overbeck. Y aún más destacablemente, Malwida von Meysenbug que le trataba como a un hijo, ella le presentó a Nietzsche a la mayoría de sus amigos, incluida Helene von Druskowitz. Incluso invitó a Nietzsche y a Paul Rée a Sorrento en el otoño de 1877. Allí, Rée escribió El origen de las sensaciones morales, y Nietzsche se limitó a mantenerse vivo, que no le costaba poco trabajo.

Nietzsche, cómo muere DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora