Aquella mañana después de regresar del hospital, Mey a penas había podido conciliar el sueño. Quiso pensar que pudo ser el post-estrés tras aquel accidente múltiple por el que tuvo que salir corriendo de casa aún casi en fase rem, pero sabía que lo que la perturbaba era algo más profundo en su subconsciente. Algo a lo que ella no podía llegar.
Hacia horas que entraban rayos de luz entre las grietas de la persiana, dando un pequeño toque cálido a aquella fría habitación. A pesar de la baja temperatura, por alguna razón todo su cuerpo estaba sudoroso y sofocado, y pequeños espasmos recorrían su espalda, casi como un suspiro en la nuca en el momento preciso.
Tras a penas descansar lo necesario, se dio cuenta que había dormido casi todo su día libre, por lo que no debía tener demasiado tiempo para asearse y prepararse para la quedada con Nazaret y sus amigos. Mey no tenía coche, por lo que siempre debía estar lista antes de tiempo por si venían a recogerla y no demorarse en bajar.
Aún exhausta y un poco ensimismada por el ajetreo de la noche anterior, se dispuso a arreglarse frente al espejo del baño con el pelo aún húmedo rozando su cintura desnuda mientras lo peinaba. Aquella noche decidió ponerse un tanga de lencería fina para que el vestido que iba a ponerse no le marcase la ropa interior. No era muy fan de ese tipo de prendas, pero hacía tiempo que encontró cierta comodidad en sentir que no llevaba nada, por lo que ya casi era su zona de confort.
Aún poco seca por la ducha, se puso por la cabeza aquel vestido negro que parecía haber sido hecho para ella. Tenía escote en forma de corazón con un fleco que acentuaba aquellos enormes pechos y luego ajustándose a su cintura. El largo era por encima de las rodillas pero no demasiado, lo justo para caminar segura pero agacharse con cuidado. Al final del vestido, rozando casi con sus rodillas, tenia trozos de encaje negro que se fusionaba con sus medias de rejilla. Se puso sus tacones blancos de tacón favoritos, los cuales tenían un pequeño cierre en el tobillo y se dispuso a bajar al portal a esperar a sus amigos.
Tras mucho tiempo, Mey llevaba su melena morena suelta al viento, con un pequeño recogido en el lado con una horquilla con brillantes. Se sentía un poco incómoda pero aunque le costase admitirlo, se sentía tremendamente femenina y eso la hacía caminar con una seguridad que haría agachar la cabeza a más de un hombre al pasar por su lado.
Con los rayos de sol ya casi cayendo sobre el horizonte con un color naranja rozando lo sobrenatural, todos se dirigían con varios coches hacia el local de Wolf's Woods, uno de los locales rockeros más grandes de varios condados a la redonda. Mey era consciente que una chica como ella llamaría demasiado la atención. No por guapa o sexy, sino porque era poco habitual ver a una chica tan dulce en un lugar tan oscuro como aquel.
A sus amigos les encantaba frecuentar ese local, y según le habían contado, a ella también. Iba a ser su primera vez desde su accidente, por lo que no recordaba si iba vestida para la ocasión o como solía ir a ese local antes de perder la memoria.
Los doctores aconsejaron a sus amigos que la ayudasen a frecuentar lugares donde ella hubiese vivido muchos momentos para intentar hacer conectar todas las partes de su memoria, y por ello, Naza había insistido tanto en llevarla al Wolf de nuevo.
Estaba más nerviosa de lo que quería admitir, pero para cuando quería plantearse si estaba preparada para entrar a un lugar como aquel, tanto la noche como ellos habían llegado a aquel local.
Naza bajó a Mey casi a rastras del 4x4 de Josh, uno de los amigos de toda la vida del grupo que había hecho todo lo posible por ayudar a Mey en su recuperación. El ruido era ensordecedor y a penas habían llegado al parking. El olor a cerveza y sangre empapaban cada esquina de camino a la enorme entrada del local, y a cada paso que daba, Mey se preguntaba que narices había hecho todos esos años anteriores entrando a un sitio como aquel.
YOU ARE READING
Angeles en el infierno
RomanceUna historia de amor trágica en la que las diferencias fueron las cuerdas que les ataron para siempre. Porque las evidencias cuando intentas tirar de ellas para mirar hacia otro lado, te someten. Hay historias y personas que llegan a tu vida para a...