- "Cómo alguien como tú podría querer a alguien como yo. Mírame". Y de repente, Mey despertó.
Empapada en sudor y sin aliento se despertó mirando a todos los lados de su salón, asustada por no recordar como había llegado ahí. Tras pelear con todos su amigos aquella noche en el Wolf, apenas unos minutos después de que nadie quisiese responder a su pregunta, Mey cogió su bolso y llamó a un taxi de vuelta a casa. Llegó tan exhausta que aún con su vestido negro y medias de rejilla cayó dormida al sofá. Había sido una noche demasiado intensa para el poco tiempo que habían estado en aquel local, pero había una energía tan rara y pesada que parecía no haber pasado el tiempo estando allí.
Era Arlen. Aquel sueño pareció un fragmento de conversación real de hace mucho, mucho tiempo. Él llevaba los lados rapados con símbolos tribales y rizos en la nuca que terminaban en largas rastas rubias por debajo de los hombros que brillaban como el sol, decoradas con símbolos metálicos extraños. Estaban en un lugar que no conocía, al menos ya no. Estaban en un pasillo interminablemente largo, con antorchas de madera que olían a llevar en llamas por lo menos una eternidad. Pero lo más extraño no era ni su aspecto ni aquel pasillo sin luces: eran sus ojos. El dolor en su mirada cuando él le sujetó la mano contra su pecho para mostrarle algo, muerto de vergüenza y resignación. Horrorizada, pudo sentir como ahí dentro, no latía nada.
¿Por qué había soñado aquello?¿Había sido una escena creada de su perturbado subconsciente o un recuerdo?
Se levantó del sofá cogiendo aire frío para intentar despertar de aquella pesadilla mientras se recogía una coleta alta para ir a por algo de comer a la cocina. Sentía un agujero en el estómago el cual intentó llenar con comida pero claramente no funcionaba. Decidió intentar salir de sus pensamientos y se encendió un par de velas en el salón con incienso con olor a madera.
Tras dejar todo el salón a su gusto fue a su habitación a cogerse un par de mudas para estar cómoda viendo la televisión y con el moño oficial de estar en casa. Cuando apenas se había puesto la camiseta de rugby roja un par de tallas más grande lo que le tocaba, alguien tocó a la puerta. Claramente quiso no asustarla porque tocó muy levemente, pero consiguió todo lo contrario.
Mey comenzó a caminar temerosa de puntillas hasta la puerta para mirar por la mirilla. Eran las 04:33 a.m y dudaba mucho que fuese la nueva ronda de los testigos de Jehová.
Ya que no tenía spray de pimienta cogió el bote pequeño de pimienta molida y con la otra mano el cucharon de cocidos que su madre le había dejado. Sin pensarlo demasiado, miró por la mirilla de puntillas y ahí estaba, el macarra gilipollas, Arlen. Mirando a cada lado del pasillo como si temiese que alguien le viese rondar su puerta.
Quitó la llave de la puerta con varias vueltas y poco a poco mientras se asomaba por la ranura de la puerta iba asegurandose de que fuese él.
- ¿Qué...qué haces aquí? - preguntó Mey tartamudeando por si venía buscando problemas.
- Quería pedirte disculpas por lo ocurrido en el Wolf. Scarlett me ha contado todo. - contestó Arlen mirándola hacia abajo por el poco hueco que la veía. - Lamento las horas.
Arlen aprovechó su alta estatura para ver sobre su cabeza y divisó que el salón estaba decorado con velas y algunas cosas más para dar un tono cálido a la noche.
- Disculpa, no sabía que tenías visita... - dijo él dándose la vuelta claramente incómodo por lo que había visto.
- No, tranquilo, estoy sola. Pasa. - Abrió la puerta del todo para invitarle a pasar con un movimiento de cabeza.
Ahí estaba Mey, con el moño oficial de soltera sin nada que perder y armada con un cucharon y pimienta en cada mano, frente a un rubio vikingo que parecía haber sido creado juntando los mejores pecados de todas las religiones.
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Angeles en el infierno
RomanceUna historia de amor trágica en la que las diferencias fueron las cuerdas que les ataron para siempre. Porque las evidencias cuando intentas tirar de ellas para mirar hacia otro lado, te someten. Hay historias y personas que llegan a tu vida para a...