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Durante toda la semana Pot fue llamado para arreglar como sería el ayudar en la cárcel. Todo quedó en un acuerdo, es fin de semana iría a la escuela a las ocho de la mañana y ya su profesor de sociales lo llevaría a la penitenciaría, y entre los dos harían el servicio.

•••

Llegó el día, Harold se preparó y salió de su casa. Simple siendo advertido por sus padres y dándole muchos consejos sobre que hacer y que no hacer; Stuart entendía la preocupación de sus padres, pero la tomó un poco excesiva.

Se dirigió a la escuela y al llegar se encontró a su profesor de sociales.

-Buenos Días Pot- Lo saludo sonriente el hombre.

-Buenos días- Correspondió con una sonrisa.

-¿Listo para ayudar?- Preguntó entusiasta.

-Eso creo- Sonrió el joven y observó a su alrededor -¿Y los demás?- Le cuestionó a su supervisor.

-Ellos ya fueron a realizar sus tareas de limpieza y mantenimiento- Dijo dirigiéndose a su auto con el chico.

-¿Seremos los únicos que irán a la penitenciaría?- Preguntó el peliazul.

-Así es Harold- Respondió el profesor abriendo la puerta del auto para que el chico subiera.

Al joven Pot se le heló la piel, solo dos personas lidiarán con aquel lugar lleno de delicuentes. Comenzó a sentir temor y nerviosismo ante la idea.

Subió al auto junto a su tutor, y este arranco con rumbo a la cárcel.

>>>

Al llegar al destino Stuart observó un enorme edificio grisáceo lleno de torres y seguridad. Eso lo hizo temblar internamente, ¿en qué se había metido?

Ambos bajaron del auto y el profesor guió al chico a la entrada, dijo que eran voluntarios de ayuda y pasaron por un proceso riguroso de examinación antes de entrar; sin mencionar que fueron confiscados sus teléfonos celulares y algunas pertenencias.

Un guardia les dio un pequeño recorrido por el lugar; por fuera el lugar parecía un infierno, pero por dentro no era del todo un lugar desagradable, si tenemos en cuenta que es una prisión. Los apresados no parecían para nada como los describían los padres del joven Pot, en su mayoría no eran aquéllos hombre llenos de tatuajes y con complexiones amenazantes, Stuart los veía como cualquier persona común, algo que le dio un poco de escalofríos y lo hizo reflexionar. Si así lucen los criminales, entonces cualquier persona podría ser uno y vivir en cubierto.

-Bien Harold- La voz de su profesor lo saco de sus pensamientos -¿Qué opinas si tú te quedas en la biblioteca y yo realizó algunas tareas de limpieza?- Le sonrió al joven.

-Me parece bien- Respondió el chico aliviado. Bien le parecía poco, esa idea era excelente, si en su escuela nadie solía visitar la biblioteca en este lugar mucho menos lo harían. Pidió instrucciones a un oficial sobre donde se encontraba este y fue hacía donde le indicaron.

Y había tenido razón, el lugar estaba completamente solo, más bien se encontraba abandonado. Era un lugar obscuro lleno de polvo y libros viejos.

Stuart se puso a pensar que podría hacer primero, ya que le quitaron el único medio de distracción que tenía, se tendría que poner a trabajar. Salió en busca de un guardia y le pidió cosas para la limpieza; este en algunos minutos se las llevó. Y así puso manos a la obra.

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