Solamente en una ocasión durante sus primeros días allí, tuve la sensación de que este chico deveinticuatro años, terco pero acomodado, tranquilo, al que todo le resbalaba, imperturbable e incorruptible, a quien le parecían bien tantas cosas en la vida, era, de hecho, un analizador de personas y situaciones, frío, sagaz y siempre en alerta máxima. No había nada impremeditado en lo que decía o hacía. Era capaz de observar a través de todos, y podía hacerlo precisamente porque lo primero que buscaba en la gente era lo que había visto en sí mismo y no deseaba quelos demás lo viesen.
Mientras estaba sentado en la cama aquella tarde de domingo en la que no había nadie en casa más que nosotros dos y le vi entrar en mi habitación para preguntarme por que no estaba con los demás en la playa y decidí no abrir la boca para responder usando tan sólo un encogimiento de hombros, fue simplemente para no mostrarle que no era capaz de recabar el suficiente aire como para hablar, y que si conseguía pronunciar un solo sonido iba a ser para que se me escapase una confesión o un lamento, una cosa u otra? Nadie jamás, desde mi infancia, había conseguido hacerme pasar un trago así. «Tengo una mala alergia», dije por fin. «Yo también», me contestó. Probablemente la misma. Volví a encogerme de hombros. Recogió mi viejo osito depeluche con una mano, se inclinó hacia él y le musitó algo en el oído.
Después, tras girar la cabeza del osito hacia mí y modificando su voz me preguntó:
—¿Qué ocurre? Estás enfadado.
Para entonces ya debía de haberse percatado del bañador que llevaba puesto. ¿Lo llevaba más bajo de lo que rige la decencia?
—¿Quieres ir a nadar? —preguntó.
—Quizá luego —le respondí yo, haciendo uso de su palabra, pero intentando hablar lo menos posible para que no se diese cuenta de que estaba sin aliento.
—Vamos ahora.
Extendió la mano para ayudarme a levantar. Se la cogí y ocultándole el lado de la cara que daba a la pared para evitar que me viese le pregunté:
—¿Debemos hacerlo?
Esto es lo más cerca que jamás he estado de decirle quédate. Quédate a mi lado. Deja que tu mano vuele hacia donde desee, quítame el bañador y tómame, no haré ningún ruido, no se lo diré a nadie, sabes que la tengo dura y si no lo sabes cogeré tu mano, me la meteré ahora mismo dentro del bañador y dejare que introduzcas todos los dedos que te apetezca dentro de mí.
¿No se habría enterado de nada de esto? Dijo que iba a cambiarse y salió de la habitación. «Te veo abajo.» Cuando me miré la entrepierna me percaté, para mi asombro, de que estaba húmeda. ¿Lo habría visto el? Seguro que sí. Es por eso por lo que quería que mesemos a la playa. Es por eso por lo que se fue de mi habítacion. Me golpeé la cabeza con el puño. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado, tan inconsciente, tan estúpido? Por supuesto que lo había notado.
Debía aprender a hacer lo que él había hecho. Encogerme de hombros y no preocuparme del fluido preseminal. Pero ése no era yo. A mí nunca se me hubiese ocurrido decir «¿Y qué más da si lo vio?». Y ahora él lo sabe.
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CMBYN [Joerick] adaptación
Fanfiction- Llámame por tu nombre y yo te llamaré por el mío BoyxBoy Joerick