La vida de un aventurero cazador de leyendas y cosas sobrenaturales nunca fue sencilla. Desde que Leonardo San Juan se enfrentó a su primer criatura sobrenatural y su mentor le encomendara la búsqueda de estos entes a los diez años, Leo supo que su vida jamás podría llegar a considerarse normal, sin importar cuánto llegara a tratar de alejarse de todo lo paranormal o lo mucho que deseara llevar una vida regular en la panadería junto a su abuela y Nando, siempre terminaba retomando las misiones y volvía a salvar algún pueblo o a una familia de los fantasmas del pasado.
En un inicio la idea de ser un valiente cazador de leyendas no parecía pesarle en lo absoluto, la sed de aventura, combinada con la emoción y vitalidad de un niño dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, mantenían a Leo motivado y en equilibrio. Sin embargo, tras varios años de constantes luchas, largos periodos fuera de casa y la sorpresiva aparición de cierto japonés en su vida le hacían replantearse cada vez más la estabilidad y normalidad de una vida sin brujas, espíritus o espectros de por medio.
Así se encontraba el joven mexicano de 16 años, pensando en los beneficios que una vida normal podría darle, al finalizar un trabajo sencillo que involucraba al espíritu atormentado de un soldado que moraba en una de las casas más antiguas de Sinaloa. Normalmente, cuando las misiones eran dentro del país, prefería regresar a su natal Puebla a descansar todo el tiempo que pudiera antes de que apareciera otro fenómeno que causara problemas, pero el día que terminaron el trabajo en vez de tomar rumbo hacia el sureste encaminó el barco hacia la costa bajo la mirada burlona de Teodora. Necesitaba aclarar y relajar su mente.
̶ Joven Leo, me parece que vamos en la dirección incorrecta ̶ observó Don Andrés mientras la fantasma reía ligeramente
̶ ¿Es en serio Leo?
El aludido no se dignó a responder, lo cual sólo acarreó que la jovencita sonriera con amplitud.
̶ Me parece que vamos en el camino correcto, Don Andrés, nuestro valeroso capitán jamás erraría de rumbo̶ lo mira con sorna ̶ Sobre todo este rumbo en específico ̶ soltó una risita
̶ ¡Pero si Puebla está hacia el otro lado!
̶ Es que no vamos a Puebla ̶ contestó el chico sin despegar la vista del horizonte ̶ Nos dirigimos a Japón
Con lo último dicho, Alebrije soltó una expresión de entendimiento al comprender lo que estaba ocurriendo y la actitud burlona de la pelirroja, quien observaba bastante entretenida al moreno.
̶ ¿Pero por qué iríamos a Japón? ¿Es acaso que hay una misión nueva por allá? Leo necesita descansar, recordad que el sigue vivo.
̶ Don Andrés, ya deje al pobre chamaco en paz ̶ contesto el alebrije ̶ además, el muchacho va a relajarse más fácil en Japón que con su hermano en Puebla, ya sabe, por la musiquita y eso.
̶ Ay si, la musiquita
Y dicho lo último, Teodora siguió riendo mientras Alebrije trataba de explicarle a Don Andrés las razones del menor, sin decir por completo el motivo en específico para evitar que el joven se sonrojara más de lo que ya estaba. Por su parte, Leo evitó a toda costa cruzar miradas con sus compañeros y se dedicó por completo a pilotar el barco.
Durante el viaje no sufrieron inconvenientes graves, al menos en cuanto a la nave se refiere, porque Leo tuvo que aguantar todas las burlas que sus compañeros le propinaron durante el camino. Incluso cuando Don Andrés entendió el repentino viaje a Japón y trató de defender a Leo y "los sentimientos tan puros y preciosos de un enamorado" sólo consiguió que este se incomodara más y que los otros continuaran con más ímpetu.
La sanidad mental del moreno pendía de un hilo cuando por fin divisaron las costas del país asiático, poco después comenzaron el descenso para atracar en la costa desde donde se veía un peñasco. Una vez asegurado el barco, todos se dirigieron a tierra firme y de ahí a la aldea cercana.
Mientras pasaban por los campos verdes que estaban antes de entrar al pueblito sus acompañantes iban platicando entre ellos sobre los planes que tenían. Que si se alojaban con Leo o hacían mal tercio, que si pasaban el rato en la playa, que si Leo ya necesitaba un corte de cabello, que si no se había encontrado una ropa más vieja para salir...
̶ Bueno ¡Ya! ̶ los voltea a ver
̶ Ash, pues tú tienes la culpa Leo, vienes a una cita y te pones lo más peorcito y sucio que tienes ̶ le espetó la pelirroja ̶ por eso te digo que tengas ropas extras en el barco.
̶ No vine a una cita ̶ el chico empezó a caminar para que no notaran el leve sonrojo ̶ sólo quiero verlo y ya
̶ Muchacho, pero si no nacimos ayer
̶ Vas a verlo y después van a tener una cita, mi Leo
̶ ¿Ves? Podré verme como una adolescente, pero tengo como 60 años más que tú existiendo en este mundo, patán
El moreno no les respondió y siguió caminando ignorando el alboroto a sus espaldas. Al entrar a la aldea se dirigió al centro, aún era de tarde y podría alcanzarlo a la mitad de una de sus historias. Al llegar, Leo observo que había una muchedumbre reunida en un círculo y se fue acercando a esta hasta que fue capaz de escuchar y ver al joven que se encontraba en el centro
̶ Entonces, nuestro valiente aventurero se aventó de la cima del templo hundido en el lago y nadó hasta encontrar la cúpula donde encontraría la tumba que haría ver al espectro de la Llorona el triste final de sus hijos
El moreno no pudo evitar sonreír ante la sorpresa de escuchar una de sus primeras aventuras contada por el joven de cabello negro y parche. Mientras el joven hablaba se iban formando pequeñas figuras de papel que representaban lo que contaba y tocaba su shamisen para ambientar.
Leo aprovechó que el nipón se encontraba tan concentrado en su historia y simplemente lo observó con detenimiento, registrando todo lo que podía del chico frente a él. El cabello negro que llevaba recogido en una coleta alta y que ahora le llegaba a los hombros, la túnica roja que parecía nunca perder ese color vivo sin importar las lavadas, el escarabajo bordado que adornaba dicha túnica en la espalda, las manos finas y firmes que se movían con gracia por las cuerdas y hacían ademanes para dramatizar, el rostro del japonés que parecía irradiar una felicidad infinita, los labios del joven que sonreían mientras contaba la historia, un ojo café almendrado que captaba la luz del Sol de manera que parecía ámbar.
̶ ¡Y la Llorona dejó caer a nuestro héroe al vacío! Entonces...
El pelinegro se vio interrumpido por las campanadas que señalaban el fin de la tarde, Leo calló una risita cuando se escuchó el gruñido general de la gente que se había acumulado para oír.
̶ Ups ̶ dijo apenado el japonés ̶ Regresen mañana a la misma hora para conocer más sobre el gran héroe Leonardo ̶ les dijo mientras comenzaba a guardar su material
̶ ¡¿Qué?!
La gente comenzó a dispersarse con quejidos y gruñidos mientras el chico sólo pedía disculpas y les prometía el final tan esperado al día siguiente. El moreno decidió esperar antes de acercarse más y descubrir su posición.
̶ Tan siquiera dinos si el héroe sigue vivo ̶ pidió un señor y quienes estaban cerca de él lo secundaron a lo que el joven sólo sonrió
̶ Lo siento, eso tendrán que descubrirlo ustedes mismos ̶ el pelinegro se giró hacia donde se encontraba Leo con sus cosas ya guardadas ̶ Hola Leo
Un murmullo se empezó a correr por las personas que se encontraban en el lugar y en un lugar detrás del mexicano se escuchó la risilla de campana de Teodora, el japonés se había dado cuenta que estaba ahí en algún punto de su llegada y había esperado hasta ese punto para revelarlo. Leo lo observó sorprendido, en verdad era un joven extraordinario, le sonrió ampliamente y contestó fuerte y claro:
̶ Hola Kubo
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Shots de Sake con Limón
FanfictionPequeñas historias de Leonardo San Juan y Kubo, una pareja relativamente nueva en el mundo del fandom. Los personajes no son míos (tristemente). Leo le pertenece a Anima Estudios y Kubo a Laika. Los pongo de 16 años en adelante por comodidad, escrib...