2. Inexplicable atracción.

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Mis dedos toqueteaban la mesa en medio del aburrimiento. Desafortunadamente no tenía ninguna materia en común con Jani y Seb y las clases ya comenzaban a volverse monotonas hacia el final de día.

El sol había desaparecido por completo, ocultandose tras unas cargadas y oscuras nubes y lo que debían ser las cuatro de la tarde, lucían fácilmente como las seis. Resoplé, pasando las hojas de mi cuaderno hasta la parte final y comenzando a dibujar el gato de la noche anterior.

— Veo que te estás divirtiendo—soltó de repente una voz masculina de mi lado. Subí la mirada, para encontrarme con la radiante expresión de Ken Clarkson.

Alcé una ceja, buscando refuerzos en un salon por poco vacío.

— ¿A donde se fue todo el mundo? — Inquirí, provocando que soltara una fingida carcajada.

—Eso depende de qué hagas una tarde después de clases—Mantuve mi seriedad ante sus palabras, por lo que volvió a hablar —Ya se ha acabado todo, Darrell.

—Primero que todo, es Darnell. Segundo, hace nada faltaba más de la mitad.

—Pues tal parece que ocupaste bien tu tiempo— Repuso, señalando vagamente mi asombrosamente elaborado dibujo.

— ¿Pero qué? — me reproché tallando mi rostro con algo de frustración. Si había llegado a tener problemas a lo largo de mi vida, era por mi poco contacto con la realidad. Tal parecía que tenía una peculiar habilidad de desconectarme por completo.

El castaño se dispuso para hablarme nuevamente, apoyándose en la tapa del escritorio y enseguida sintiendo el vacío del puesto al casi caerse, luego de que yo me pusiera en pie. Gruñó por lo alto.

— ¿Que ocurre allá? — Indagué. Observando por la ventana la razón de mi improvisado movimiento.

— No lo sé, creo que una pelea— Se explicó con indiferencia, algo fastidiado por la mia.

Entrecerré los ojos, pegando mi rostro lo que más que pude al cristal y detallando la escena.
Un grupo de muchachos, provenientes de la escuela del lado, se encontraban reunidos justo en el límite del edificio. Formando un difuso circulo que no dejaba ver quienes eran el centro de atención.

— Mierda— murmuré para mi misma, dando un paso atrás tan pronto como noté la rojiza cabellera sobresalir por un segundo — Esto no es bueno— Solté, girando y cogiendo mis cosas, para enseguida mirar al confiado chico —Para nada bueno.

Dicho esto, comencé a caminar en dirección a ese lugar, dejando atrás la confundida voz de Ken y técnicamente arrasando con todo el que se metiera en mi camino.

Una vez abajo, mis pasos aceleraron en dirección al grupo de personas, mientras mi cuerpo luchaba entre la mezcla de estudiantes que habían formado una impenetrable barrera.

—Ya deja de defenderla, mi hermano dice que es una rarita engreída—Escupió un niño, mirando a su alrededor en búsqueda de afirmación— Incluso dicen, que se salvó de ser picadillo de lobo solo porque ellos no querían basura en su plato.

Levanté una ceja, observando a Rai apretar sus puños con rabia e intentar contenerse.
¿Recuerdan que dije que se trataba de un niño diferente? Bueno, además de que a su edad gustaba demasiado de la lectura y tenía peculiares concepciones de normalidad —No tan peculiares para un niño cuya hermana hablaba con gatos a la madrugada y poseía una visible marca en su mano izquierda—, era calmado; retraído si se quiere. Pero toda esa paz desaparecía cuando se trataba de mi, se transformaba en su totalidad convirtiendose en una llama viviente.
Era algo así como su talón de aquiles, uno muy usado si se tiene en cuenta que el pueblo entero conocía mis orígenes y yo no era exactamente una perita en dulce.

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