6. La advertencia.

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El sonido golpeó mis oídos con la magnitud necesaria para hacerme reaccionar. Lo que antes era una escena en cámara lenta y con un apenas audible trasfondo se había convertido en una insoportable bulla.

Me puse en pie, girando un cuarto de vuelta en dirección a todo lo que estaba ocurriendo. Personas de todas las edades y razas peleaban las unas con las otras con todo aquello que pudiese servirles de arma, pero extrañamente, ninguna de ella usaba una de fuego. Sus vestimentas y el paisaje en general, lucían estancados en el tiempo; como si se tratase de miles de años atrás.

Estreché mis ojos, encontrándome apenas lejana a la batalla, pero completamente rodeada por el lodo y los diferentes fluidos que volaban por el aire cuando un cuerpo caía.

Sangre. Muerte. Destrucción.

Todos a mi alrededor parecían estar sumidos en una ira y odio incontrolable, y parecía ser, que las muertes ya habían decidido de que lado estar. Tragué en seco, escuchando un fuerte sonido seco al tiempo en que mi cabeza captaba la manera en que un animal grande y salvaje aparecía de entre la multitud y se abalanzaba sobre un grupo de hombres. Todos intentaban atacarle, herirle de múltiples maneras, pero su cuerpo parecía no inmutarse.

Los desgarró uno por uno, sin importar de quien se tratase y que tan cruel resultase su ataque. Mis manos fueron a mi boca, dando un paso atrás al tiempo en que una ráfaga de soldados atravesaba frente a mi escena y cubriéndola por unos instantes, me hacía perder visión de ella.

En los siguientes segundos, noté como una figura se erguía de entre los cadaveres. Su ropa presentaba una mezcla de liquido carmesí que le hacía lucir lo suficientemente temible incluso sin un arma. Se encontraba de espaldas, mirándoles a todos desde arriba con prepotencia e irreverencia.

Su pecho subía y bajaba lentamente, un hilo de sangre corría por su cuello, apenas oculto por el largo de su cabello que permanecía oscuro ondeando sobre su rostro.

De repente se agachó, posando una de sus manos sobre el pecho de una de las victimas y alzando su rostro al cielo.

La voz que no había dejado de llamar se intensificó, pasando desde un murmullo a un notable grito. De repente, sentí como unas manos se aferraron a mis hombros, provocando que voltease de un solo golpe y todo a mi alrededor se deshiciera con la rapidez necesaria para dejar una sola imagen.

Athan soltó su agarre, retrocediendo tan pronto como mi mirada logró ubicarse y noté nuevamente me encontraba en medio de la calle y la tormenta. Parpadeé repetidas veces, sintiendo como dentro de mi mis pulmones parecían explotar y mi corazón latía tan rápido que mi pecho dolía.

Miré al chico presa del miedo, mientras las violentas imágenes se repetían en mi cabeza. Su mirada bajó hacia mis manos, haciéndome notar como sin siquiera darme cuenta, mis dedos frotaban una y otra vez sobre mi mano izquierda.

— ¿Cómo te hiciste eso? — Cuestionó, casi haciéndome creer que no había visto lo que recién había ocurrido a nuestro alrededor. Su mano tomó la mía casi a la fuerza, exponiendo la palma de mi mano de un solo movimiento.

— ¿Acaso no acabaste de ver lo que yo? — Cuestioné encontrando mi voz ahogada.

— Te he preguntado algo, así que responde — Me ordenó sin intención alguna de contestar — ¿Quién te hizo esa marca?

Una arruga se formó en mi entrecejo.

— ¿Por qué asumes que alguien me la hizo? Hasta donde yo sé, pude haber nacido con ella- Athan levantó una ceja escéptico.

— La cigüeña no te marca como ganado, Darnell.

— Que odioso — Gruñí, sintiéndome hablando conmigo misma y finalmente suspirando — Si te soy sincera, la verdad es que no lo sé — Me removí incomoda, sintiendo mi mano palpitar en medio del dolor de su tacto y observando como la zona al rededor de cada trazo se encontraba enrojecida — Pero te aseguro que al inicio no lucía así. Era solo una herida.

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