3. La curiosidad mató al gato.

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Rai se encontraba sentado sobre mi cama, observándome con tranquilidad. Por mi parte, yo daba algunos pasos formando un circulo en el centro de la habitaicón, intentando comprender lo que me acababa de decir.

—  Veamos si entendí bien —  comencé,  mis manos en mi cadera mientras continuaba mi caminata —Según tu, esta no es la primera vez que ves aquel chico — Asintió con su cabeza — Y no solo eso, sino que las veces que le has visto ha estado en mi cuarto— Me detuve, señalando hacia el rincón frente a la cama que no alcanzaba a ser iluminado por la ventana— recostado justo en ese lugar.

Raiquen volvió a asentir, caminando hasta el punto y apoyándose en la pared. Una de sus piernas doblada, posando el pie sobre ella y sus pulgares descansando dentro de los bolsillos de su pantalón.

  —  Normalmente está así—  Afirmó, entrecerrando los ojos y tildando su cabeza ligeramente hacia atrás —  Observándote así.

Me estremecí ante su imitación, tomándolo por los hombros y deshaciendo su pose para devolverlo a su lugar inicial.

—  ¿Y por qué no me dijiste nada? ¿Por qué no hiciste nada?—  Rai se encogió de hombros, poniendo el dedo sobre su boca en señal de silencio—  ¿Eso era lo que te decía?— Volvió a asentir.

  —  Nunca creí que te quisiera hacer daño. Conozco muy bien ese tipo de personas Dar, de hecho por eso es que me meto en tantos problemas en la escuela —  Meneé mi cabeza con ironía dándole la razón —   Pero eso no era lo que me transmitía. De hecho era como si te estuviese cuidando—  Musitó la ultima de sus frases mientras la meditaba, subiendo su mirada a mi rostro y dedicándome una brillante sonrisa — Duermo más tranquilo cuando está en casa.

 — ¿Anoche lo estuvo?—   Rai negó por primera vez a mi pregunta, apretando sus labios.

  —  Es extraño, no había faltado ni un solo día en este mes.

Fruncí el ceño. Confiaba en el discernimiento de mi hermano, de hecho, tenía un sexto sentido con el que muchas veces no podía competir. Sin embargo, había una segunda sensación que aquel sujeto me provocaba y a pesar de que me intrigaba, lograba dejar un escalofrío en mi cuerpo.

Si lo que él decía era verdad y el tal Athan D'eath había estado vigilandonos por tanto tiempo, sus visitas se habían detenido justo en el momento en que se decidió por que yo lo notara. Pero ¿Por qué justo en ese instante?

  —  ¡Entrando!—  El grito detuvo mis pensamientos, provocando que diera un apresurado paso lejos de la puerta y que Rai apenas si se corriera unos centímetros.

 Jani entró a tiempo por la puerta, montando su patineta y como de costumbre, dejando que esta se frenara un poco después de la entrada, lanzandola sobre la cama. La morena soltó una fuerte carcajada, mirando a Raiquen y mostrándole el puño para que él lo chocara.

  —  Te he dicho que no puedes usar eso en la casa—  Le regañé, levantando una ceja mientras se acomodaba junto al niño. Puso los ojos en blanco.

— No puedo usarla de camino a clases , no puedo usarla en clases y ahora, ¿No puedo usarla en tu casa?—  Se cruzó de brazos haciendo un fingido mohin—  Es injusto— Me encogí de hombros sin darle importancia, sintiendo de repente un fuerte y frío viento entrar por la ventana.

Mi mirada voló hacia ella, centrándose en el bosque que se veía a lo lejos y el movimiento de la copa de los arboles. Luego de que me encontrarán, la señora Devin había colocado una sola regla para nosotros: nunca pisar de nuevo ese territorio, desafortunadamente, unas hora atrás había roto su regla sin siquiera saber qué me había llevado a seguirle.

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