Abrió sus ojos abruptamente, siendo cegado por una fuerte iluminación que se encontraba sobre él.
Trató de enfocar cualquier cosa a su alrededor; sin embargo, parecía una misión imposible pues sentía como si sus orbes esmeralda se quemaran con la luz que iluminaba tan vagamente esa habitación. No resistió más y cerró con fuerza sus ojos, aun sintiendo el ardor recorriendo sus pupilas.
Las cosas eran otra vez confusas para él, no recordaba nada de lo que había ocurrido ni cómo había llegado a ese lugar el cual desconocía hasta ese momento.
Trato de ubicarse sin el uso de su vista que todavía seguía irritándolo, tanteó lo que tenía cerca en busca de algo que le fuera de utilidad cuando un aroma particular le llamó su atención, así olía su cuarto. Olfateo con más precisión las sábanas que lo envolvían, definitivamente esa era su cama, pero ¿cómo había llegado ahí?
Su último recuerdo azotó su mente sin previo aviso, haciéndole sentir otra vez el miedo y la impotencia que lo cubrieron en ese momento en el que juraba había muerto.
Su cabeza dolía demasiado, una terrible realidad lo había alcanzado. Tocó sus temblorosas manos y se percató de la frialdad que emanaban. Por fin pudo abrir con dificultad sus párpados para así acostumbrarse a la iluminación, admirando la palidez en su piel.
Al ver eso quedó atónito, retrocedió en su lugar hasta que su espalda chocara contra la pared, viendo horrorizado sus delgados dedos sin color. Estaba casi seguro de que sufriría un infarto en ese instante hasta que algo más lo alarmó, no sentía el desbocado palpitar de su corazón.
Sin importarle nada, salió de su cama y corrió al espejo de su baño privado, quedando aún más impactado de no ver absolutamente nada reflejado en aquellos enormes paneles de cristal.
Desesperado, empezó a tocar los vidrios con fuerza, como si de esa forma mágicamente pudiera aparecer su reflejo; sin embargo, eso nunca ocurrió, provocando una inmensa ira en el interior del rubio, sentimiento que desahogó al golpear con más fuerza uno de los cristales, haciéndolo caer en pedazos y produciendo un estruendoso ruido que se propagó por toda la mansión que se encontraba sumergida en el silencio.
El chico cayó de rodillas en el suelo, con los nudillos de su mano derecha punzando del dolor por el impacto que recibieron. Entonces, de forma lenta y temerosa, acercó sus dedos hasta rozar sus labios, abriendo un poco la boca para así poder sentirlos, sus colmillos eran mucho más largos y voluminosos de lo normal.
Pánico, eso fue lo que lo consumió por completo. Estaba soñando, ¿no es cierto? Sólo era una pesadilla nocturna, en cualquier momento despertaría y tendría que iniciar con su rutina diaria como estudiante y modelo. Porque eso que le había pasado era una maldición, lo peor que le podría ocurrir, la razón por la que perdió a su madre y su vida empezó a desmoronarse.
—¡Adrien! —Se escuchó tras la puerta que inconscientemente había cerrado—. Adrien, abre por favor.
Pudo reconocer la voz de Nathalie, la secretaria de su padre, aquella mujer que simulaba ser fría y distante cuando en realidad era una persona sumamente dulce y comprensiva, siempre ocultando aquello bajo una máscara impuesta por el mayor de los Agreste.
Notó la preocupación en su voz, ella en verdad le quería y esa clase de cosas lo doblegaban, haciéndolo sucumbir ante lo que sea que pidieran, porque el cariño era lo que más anhelaba desde la muerte de Emilie.
Se levantó de su lugar en el piso y con pereza se acercó a la entrada del sanitario, tomando el picaporte para abrir la puerta. Al hacerlo fue recibido por los brazos de esa azabache quien lo envolvió en un fuerte abrazo lleno de alivio.
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Un último amanecer [AU Lukadrien] (Pausada)
FanfictionEn la actualidad, los humanos suelen vivir bajo la ignorancia. No se percatan del peligroso y maravilloso entorno que los rodea. Lo único que desean es vivir una vida relativamente "normal". Adrien, sin embargo, no pudo cumplir ese patético objetiv...