•••TROIS•••

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Las luces de los autos le iluminaban de forma esporádica cada vez que pasaban por las calles solitarias a la mitad de la noche. Arrastraba sus pies descalzos por el frío pavimento mientras la brisa nocturna revolvía su cabello dorado y movía su ropa rasgada, llena de polvo.

Su mente estaba perdida, tantos sucesos tan repentinos le habían hecho daño. Caminaba sin rumbo fijo, solo quería alejarse, huir; no soportaba seguir pensando en su padre, en Nathalie, en sus amigos, en su madre.

El cansancio dejó de importarle desde que su pesadilla empezó, a pesar de que sus músculos punzaran, de que en sus piernas sintiera un millar de agujas y de que el nudo en su garganta lo amenazara con asfixiarlo no podía detenerse.

Ni siquiera era capaz de disfrutar su reciente libertad. Era libre después de meses encerrado en casa, en esa jaula dorada donde las falsas promesas eran los barrotes que lo mantenían prisionero en su propia cama; su cuerpo al fin podía sentir el aire fresco, la luz de la Luna, pero sus pensamientos seguían encadenados al pasado, atormentándolo con cada recuerdo.

Se dejó caer en el piso, harto de todo. No tenía idea del tiempo en que estuvo caminando a ciegas, tampoco sabía en donde se encontraba, aunque poco le importaba lo que pasara a su alrededor, ni siquiera le daba importancia a la hora y si debía ocultarse para no quemarse bajo los cálidos rayos del sol.

Las lágrimas habían dejado de caer desde hace mucho, dejando un camino seco que cruzaba sus pálidas mejillas; su mirada se mantenía viendo a la nada y los temblores en su cuerpo cesaron en cuanto su espalda reposo sobre una sucia pared.

Rozó con sus dedos la larga flauta entre sus manos, observando cada detalle de la misma, no entendía cómo es que ese objeto fue capaz de generar todas esas ilusiones. Ya nada tenía sentido y eso llenaba de rabia su pecho, tanto así que sujeto la flauta con fuerza por un extremo y se dispuso a golpearla contra el suelo, hasta que un papel terminó chocando contra su rostro.

Soltó el instrumento, tratando de desenredar de forma desesperada lo que tenía en la cara que resultó ser una larga cinta plastificada. Cuando finalmente pudo librarse de ella, la examinó: era de un color amarillo bastante llamativo y en palabras negras mayúsculas recitaba "NO PASAR", esta frase se repetía por toda la extensión de la cinta que llevaba a un callejón oscuro donde más de estos ejemplares impedían el paso. Era una escena del crimen.

Bien dicen que la curiosidad mató al gato y Adrien podía ser tan curioso como dichos felinos; así que, guiado por ese sentimiento, se puso de pie y usando la flauta quitó de un solo movimiento todas las tiras amarillentas, importándole poco si estaba rompiendo la ley.

Se adentró en el lugar a paso lento, manteniendo la guardia y atento a cualquier señal que le indicara que debía escapar. Los contenedores de basura estaban vacíos, el olor a algo pudriéndose inundo sus fosas nasales —probablemente por ahí había algún animal muerto— y la suciedad en las paredes se notaba incluso en la oscuridad.

Después de un rato observando todo se topó con unos cuantos cristales rotos en el piso y al fondo pudo divisar una gran mancha de lo que parecía ser sangre seca. Se acercó a esa parte del callejón, sintiendo algo extraño instalándose en su corazón; vio con horror esa marca oscura y por algunos instantes creía que se transformaba en un verdadero charco de sangre fresca.

Dirigió su vista al cielo, percatándose de las tintineantes estrellas que adornaban aquel negro lienzo y tenía la sensación de que se burlaban de él, del pobre chico que estaba confundido y no sabía qué hacer. Las cosas a su alrededor empezaron a dar vueltas, estuvo ahí, tirado en el piso y envuelto en la frialdad de la muerte. Su cabeza comenzó a dolerle tan fuerte que tuvo que soltar la flauta y sujetarla, quería recordar cómo había terminado en esa situación pero seguía habiendo algo que se lo impedía.

Un último amanecer [AU Lukadrien] (Pausada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora