Capitulo 6: Julie.

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CAPITULO 6

JULIE.

No sé dónde estoy, pero sí sé cómo llegue, también sé que sigo viva y que no voy a morir aquí, no así.

La secuencia de eventos como la recuerdo no es demasiado clara, recuerdo a los intrusos entrando en la casa y me recuerdo siendo secuestrada por uno de ellos, recuerdo como salió por la ventana del cuarto de Dana conmigo en hombros, cómo el cuarto de Danna se encuentra en el segundo piso, el intruso brincó hacia el exterior, recuerdo sentir el golpe seco de sus pies contra el pavimento en mis costillas, llovía en la calle, yo pelee con toda la fuerza que había en mis piernas y brazos, sin resultados, grité mis pulmones, pero en este tipo de vecindarios resuelven los problemas ignorándolos, abrió la cajuela de un Mustang negro y me tiró dentro, cerro la cajuela y golpee las paredes de aluminio del Mustang con manos y piernas, me sentía, me siento, desesperada. Ser privado de tu libertad es algo inexplicable, de alguna manera sabía que no estaba sola y que tarde o temprano Danna, Donna y Thomas me iban a encontrar, pero también sabía que este podía ser el último día de mí hasta ese momento corta vida, pero no. Recuerdo que condujo por aproximadamente una hora y media, cuando llegamos a donde quiera que fuera nuestro destino abrió la cajuela me tomo de la cintura y de nuevo me echo a sus hombros con la delicadeza con la que tratas a un costal de patatas.

Entramos a un edificio. Por fuera parecía un edificio de oficinas abandonado ya tiempo atrás, ventanas rotas, polvo en la entrada, grafiti en la mayoría de los muros color gris, el césped estaba tan crecido que de haber estado caminando me habría llegado a la cintura, por lo que pude ver, conté al menos siete u ocho pisos, subimos los cinco escalones lleno de polvo que daban con la entrada principal, la puerta era de metal gastado y oxidado, con más de los mismos carteles pegados, al acercarnos a la entrada vi algo llamó mi atención un numero: 2875.

Son los primeros cuatro dígitos de los números que venían en el sobre, y no, no creo que sea una coincidencia.

Cuando abrió las puertas sentí un aire fresco en mi cuerpo y un olor a desinfectante y detergente igual que en un hospital. Todo a mi alrededor era de un color negro absoluto, las paredes eran de cristal negro, el piso era negro, estábamos en un tipo de recepción, demasiado elegante y limpia, a mi derecha había muebles de piel color rojo brillante, con un mesita de centro negra y un florero con rosas rojas, en el recibidor había una mujer de unos 25 años demasiado guapa de facciones finas, con el cabello rubio agarrado en una sola cola, vestía con un traje de cuero rojo brillante, que constaba de dos piezas una ajustada camisa que presionaba tanto sus senos que parecía que en cualquier momento iban a salirse del traje, una falda de cuero del mismo color, demasiado corta, y un par de tacones tan altos que no me vía caminando dos metros con ellos, detrás de ella había un símbolo en la pared de cristal negro, el símbolo era también de color rojo, eran dos flechas formando un circulo, uniéndose por las puntas. El símbolo del anillo que venía en el sobre.

-¿Y el jefe?- Pregunto mi captor que todavía me llevaba en hombros.

-En su despacho- Contesto la rubia con poca gana, como a quien fuerzan a hacer un trabajo que no quiere.

-¿Crees que sea necesario, presentarle a la nueva invitada?- Dijo golpeando mis glúteos con su asquerosa y enorme mano, trate golpearlo de nuevo con mis rodillas y brazos, fue en vano.

- No, ya está enterado- Contesto la rubia de mala gana.

- Bien, entonces llevaré a esta zorra al sótano, nos vamos a divertir como nunca- Dijo el cerdo.

Él se acercó a la rubia lo bastante para que ella hiciera una mueca de asco, supongo que por su aliento, la tomo de la barbilla con la mano que tenía libre y la acerco a su cara, la besó, y la rubia lo empujo alejándose de él.

-¿Qué te pasa? yo no soy como todas tus zorras, cerdo.- Le dijo la rubia elevando la voz y con un claro tono de irritación.

- Tú también eres mi puta y puedo hacer contigo lo que me plazca, cerda.- Le dijo escupiendo en el recibidor.

Empezamos a caminar por un pasillo con paredes de cristal negras, abrió una puerta y descendimos por una larga escalera de caracol, todavía me cargaba en sus hombros. Me pregunto cómo luce por debajo del pasamontañas desde que salimos de la casa no se lo ha quitado, seguimos bajando por lo que me parecieron dos pisos, llegamos a una puerta de metal oxidado y la abrió, entramos a lo que parecía un matadero, como esos que pasan en los reportajes de televisión, donde matan a los cerdos y a las vacas, había serruchos, sierras, machetes y un sinfín de armas en las paredes, me tiró en el suelo de manera agresiva, caí sobre mi costado derecho, podría jurar que se había roto una de mis costillas, me tomo por el cuello y me arrojó contra un poste, amarró mis manos con una cuerda gruesa y rasposa de forma que quedaran en mi espalda, apretó tanto la cuerda que sentí el material quemar mis muñecas.

Se quitó por fin el pasamontañas y pude ver su cara, cuadrada, tosca y llena de cicatrices, era calvo, solo había cabello en los costados de su cara, no llevaba vello facial, pero era demasiado incómodo para la vista.

Se puso en cuclillas para que nuestros rostros quedaran al mismo nivel, me tomo por la barbilla para obligarme a mirarlo, y lamio mi mejilla derecha, su aliento era una mezcla de tabaco, alcohol barato y vómito, hice lo posible por no vomitar, después me soltó la cara y me abofeteo tan fuerte que perdí la conciencia por un par de segundos, el golpe me aturdió y dejo mi mandíbula adolorida, saboree el agrio sabor de la sangre en mi boca y escupí hacia un lado, el cerdo me veía con placer, podía notar un bulto en su entrepierna, una erección, esto lo excitaba, no le di el placer de verme llorar, ni siquiera cuando me abofeteo por segunda vez, esta vez más fuerte.

De nuevo se puso de cuclillas y quedo frente a mi rostro

-Di que te gusta zorra, sé y sabes que lo disfrutas, puta- Me gritaba mientras me jalaba del cabello.

- ¡ANDA DI QUE TE GUSTA, DI QUE ERES UNA CERDA!- Gritaba. Cuando gritaba escupía en mi rostro, su saliva era como acido. Lo único que quería era que pararan esta tortura.

Se puso de pie de nuevo y tomo lo que parecía un bisturí quirúrgico, se acercó a mí y me acaricio la cara, retiro el cabello de mi frente, después con el bisturí empezó a cortar la piel en mi costado, provocando un dolor punzante e insoportable, la sangre salía incesante y lentamente, no sabía qué hacer, quería que esto terminara. Tomó una cubeta llena de un líquido amarillento y me lo tiro encima. Orines, el cerdo me baño con sus orines.

-Vas a sufrir niña, vas a sufrir y lo voy a ver y me va a gustar- Me dijo con la voz mezquina de pervertido.

- ¿Por qué hacen esto, que quieren? No entiendo- Dije con lágrimas en los ojos.

-¿Que, que queremos? Queremos que nos dejen en paz, que nos dejen hacer nuestro trabajo, y mientras eso pasa voy a disfrutar contigo-

Tomó un recipiente con un líquido transparente, alcohol, me quitó el pantalón de la pijama, dejando mis piernas desnudas, puso alcohol en la parte baja de mi pierna y lo untó con un algodón, después tomo una caja de fósforos y prendió mi pierna, el fuego empezó a arder, era un dolor terrible, sentía mi piel arder, gritaba y movía mi pierna en un intento fallido de apagar el fuego, ardía, podía sentir mi piel empezando a reventarse, podía oler mi piel quemada, no podía más me iba a desmayar, tomó una manta húmeda y apagó el fuego en mi pierna, el dolor era insoportable, pero a él le gustaba, me desmayé.

Desperté dos horas después, adolorida, aturdida, casi inconsciente, casi despierta.

Lo escuché discutir con alguien por el teléfono, habían matado a uno de los suyos, a una para ser más precisa, después se acercó a mí, con unas pinzas para cortar metal, tomo mi mano.

-Esto es para que las putas de tus primitas aprendan a respetar.-

Tomó mi mano y con las pinzas tomo mi meñique, lo presiono, apretó las pinzas, sentí mi hueso tronar, otra descarga de dolor, sentí como cortaba la piel de mi meñique, y lo sentí desprenderse de mi cuerpo, grite como nunca, la sangre salía a chorros,  y había formado un pequeño charco en el suelo a mis espaldas.

Tomo un sobre de una mesa, metió mi dedo y se los mando de recordatorio.

Y aquí estaba yo desangrándome, machacada, sufriendo, aturdida, oliendo a orina y a punto de morir, pero todavía no me rendía, voy a permanecer fuerte, voy a aguantar. 

DANNA Y DONNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora