Planes。

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El hecho de que a Park no le importara sostener el rostro de un hombre entre sus dedos con esa cercanía y delicadeza le creaba muchas dudas, sin embargo estas se disipaban cuando sentía el aliento dulzón del jovencito acariciando su rostro sutilmente. Le parecía fascinante la forma de los labios ajenos, de su color, volviéndose su sabor un misterio que ardía en su interior por resolver. No escuchó siquiera la protesta del menor, tampoco a los pensamientos que indicaban lo incorrecto de la situación. Kim Ji no era una mujer y le pertenecía al rey; sólo siguió los instintos de un hombre que había vivido el infierno de las guerras desde joven, llevando en sus manos tanta sangre como en su espada tantas vidas arrebatadas. Sólo quería probar aquello que le había devuelto la vida y el significado a su apagada alma.
Pegó sus labios a los de Jong-in en un gesto tan suave e íntimo que parecía irreal para el joven con el corazón revoloteando en su pecho.

—Lo sé todo y no me importa. No si puedo sentirte así de cerca. No si puedo tenerte.

Sus palabras iniciaron algo que no tendría retorno ni final, había sellado un camino para ambos, quizá trágico o tal vez precioso. Seguido de eso los labios de Jong-in se hicieron menos tímidos al buscar el calor de los suyos, al tomarlo de la mano y besar su dorso con tanta adoración que Park deseaba detener el tiempo en ese preciso instante, temeroso de que en la mañana la presencia de Wang Soo rompiera su fantasía.

—Mañana él regresará y usted se irá, ¿no es así? —Los ojos de Jong-in se cristalizaron en tristeza, aún reacio a dejarlo ir.

—Te prometo que pase lo que pase, vendré a ti. Buscaré la forma de llevarte conmigo, incluso si traiciono todo aquí y escapo junto a ti.

—Iría a cualquier lugar con usted y con su espada, general Park. Pero, por favor, déjeme ver a mis hermanos una última vez.

Una locura como esa jamás se le habría ocurrido a un hombre de tan confiable fidelidad como Park Yeol, pero el pecado de amar sin restricción estaba dejando al hombre impulsivo salir frenético en una forma de no perder aquello valioso que recién encontró y que tanto había buscado.

—¿De verdad te irías conmigo? ¿Un hombre de treinta helados inviernos y sin nada que ofrecerte?

Acarició su cabello, colocando los mechones que salían de su ya no firme coleta para observar mejor su rostro.

—Me ofrece la libertad, señor Park. Libertad y usted, no puedo obtener algo mejor que eso. —Jong-in tomó de nuevo de nuevo su mano y le dio un beso, no de despedida sino uno de hasta pronto.

Después de besos inocentes y palabras reconfortantes se despidieron, con el sol amenazando con asomarse para mostrar a los amantes en su escondite nocturno.

Cuando la mañana llegó una noticia arribó junto a ella; era una carta con el sello real que anunciaba el retraso inesperado del rey Wang a sus tierras. El conflicto bélico entre reinados coreanos había llegado a su fin con el único propósito de enfrentar al imponente y poderoso imperio chino, haciendo que las tareas del rey se hicieran mucho mayores y que incluso tuviera que viajar a tierras más lejanas antes de que el conflicto se convitiera en una guerra verdadera.
Junto con la carta llegaron cofres con vestimentas elegantes, claramente costosas y joyas de igual forma ostentosas.

«Para la futura reina.» 

Jong-in realmente nos sabía si todas las atenciones de Wang eran intencionalmente una burla o si en verdad le llenaba de lujos con buena fe.

Byun Hee parecía disfrutar mucho con esos objetos, sacando uno tras otro para mostrárselos a Jong-in, aunque era a la joven a quien le brillaban los ojos.

sempiterno。⌜chankai⌟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora