Ramé。

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Ramé (origen balinés); algo que es hermoso y caótico al mismo tiempo.

Ver a Kim Ji andar entre los rosales, sin duda era algo que nunca podría olvidar.

Había visto tantas escenas donde la sangre era protagonista, que creía ese era su destino; sólo el carmesí es lo que podría contemplar junto al atardecer, junto a un paisaje brillante en contraste con la guerra.

No esperaba ver a un jovencito danzar entre pétalos de distintos colores y formas, enfundado en un precioso hanbok amarillo que Jung-ah había mandado para él.

—Mamá me enseñó la danza desde pequeño. Vivía confinado a paredes de madera donde no había demasiado por hacer con este cuerpo débil e inútil. Pero ella lo logró, de alguna forma logró mi sobrevivencia e inculcó conocimientos. Ella era muy artística.

El general asintió en silencio, atento a que el muchachito no se cortase con alguna espina. Terco, Jong-in pedía la labor jardinera de sus aposentos, él mismo regaba y cuidaba que la flora estuviese en perfecto estado.

—También me enseñó a cuidar su pequeño jardín. ¿Sabe, general Park? A las flores les gusta que les hablen. Que las traten con respeto. La tierra se lo merece a cambio de lo que nos otorga.

Jong-in venía de regreso, dando pasos suaves, rítmicos a una melodía de cuerdas en su cabeza. Park Yeol trazaba con su mirada los movimientos armoniosos hasta que el joven llegó hasta él, alcanzando a rozar sus ropas.

—Yo quiero agradecerle por haberlo cuidado a usted todo este tiempo. Por traerlo de vuelta a Goryeo con vida después de cada combate. Ese es mi agradecimiento con la vida, con el universo.

Sus talones se alzaron al ponerse se puntas, sólo para alcanzar los labios agrietados y toscos de Park Yeol, quien sujetó su cintura sólo segundos después.

Tenía que ser precavido y ágil, no dejarse ganar por los pomposos labios que llevaban su instinto a lugares desconocidos, que despertaban su cuerpo en llamaradas y le pedían siempre más.

Cortó el beso cuando escuchó los supiros ajenos, sabiéndose incapaz de detenerse si los escuchaba una vez más.

—La señorita Byun Hee está sólo a unos pasos, joven Jong-in. ¿No está siendo un poco despreocupado?

Jongin sólo sonrió antes de dejarle otro beso suave, sin embargo, tan rápido como se retiró el general sintió el vacío de su delgado cuerpo tibio.

Avanzó a pasos, lo que sus largas piernas le permitieron para llegar hasta el jovencito, cargándolo sobre sus brazos apenas alcanzó a tomarlo.

La habitación, por supuesto, era un mejor lugar donde podían continuar aquello y dejar que los besos del menor lo transportaran a otro lugar. Una experiencia que revitalizaba su vida.

Jong-in en sus brazos reía, aún sosteniendo un ramo pequeño de flores blancas que había recogido.

Park Yeol salía de aquellos aposentos con suave rojo en los labios, lo que Kim Ji usaba de vez en cuando para ocultar su realidad.

Después de sus íntimos momentos, Jong-in había pedido con seriedad que le llevara al templo, fuera de su refugio habitual pero aún dentro de la zona del palacio.

El terreno parecía no acabar, y después de que Wang Soo se llevó a más de la mitad de sus hombres (incluyendo servidumbre), simulaba ser aún más grande o espacioso. Aprovechando esa soledad, Jong-in rozaba tímidamente la mano de Park Yeol a su lado, hasta que el mayor enlazaba ambas finalmente.

sempiterno。⌜chankai⌟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora