jisung & chenle

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No te dejes engañar. A veces, los niños no son tan inocentes como parecen... Pueden incluso saber mucho más que tú, ellos ven lo que tú tomas por irrelevante, y pueden llegar a cambiarte. Él era un buen ejemplo de todo esto, su astucia es lo que lo ha dejado vivir, gracias a su aparente inocencia es que nadie ha descubierto su secreto. Las apariencias engañan, JiSung te engaña.



Un golpe, dos, tres... Sus nudillos comenzaban a sangrar, y la pared ya estaba empezando a deteriorarse de tantos ataques; pero eso no era lo peor, sino que era que le gustaba. Amaba sentir dolor, su cuerpo cosquilleaba cuando sentía que la sangre salía al exterior, y le encantaba sentir las heridas arder, en resumidas cuentas, es que era un masoquista sin pudor, dispuesto a incluso matarse a sí mismo por sólo el hecho de sentir el mayor dolor posible. Era como una droga, pero mucho más adictiva, destructiva, y sobre todo, más barata y de mayor calidad.



—¡Jisung! ¡Basta! ¡Mírate! ¡Tus manos sangran! — Exclamó JaeMin, el menor paró de hacer lo que estaba haciendo para encogerse de hombros y continuar. Era inútil, no había caso con él. JiSung estaba encerrado en una jaula, sin embargo, no se agobiaba por estar ahí, sino que para él era lo mejor del mundo. Era un loco, sí. Bueno, no es como si fuese el único, se podría decir incluso que él era el más normal de entre todo su grupito.



JaeMin suspiró al ver la indiferencia de JiSung ante su reprimenda, y bufó en su lugar, rindiéndose. El menor, por su lado, seguía golpeando la pared con tanta fuerza como si de un peluche blandito se tratase, sentía dolor, claro, y eso lo incitaba a seguir golpeándose, ¿por qué? Bueno, simplemente, porque se sentía jodidamente bien, y porque su cerebro se lo rogaba como si su vida dependiese de ello. Su complot fue interrumpido cuando sintió que la puerta de la habitación se abrió de golpe.



—¡Hey, par de pubertos! ¡He traído merca! —Gritó HaeChan mientras alzaba la bolsa de cocaína en su mano. Como si de magia se tratara, los dos chicos se emocionaron al instante y corrieron para obtener su bolsa. Literalmente, parecían dos lobos hambrientos con su presa en frente de ellos, sin embargo, HaeChan no se las pondría fácil, por lo que se lo impidió y bajó al salón corriendo con una sonrisa malvada dibujada en su rostro. Allí se encontraban los demás, haciendo cada uno sus cosas y resolviendo sus propios problemas. Se podía decir que prácticamente el grupito vivía en la casa de DongHyuck, si no estaban en la casa de JaeMin, estaban en la de HaeChan. Todos se aprovechaban de la ausencia constante de los padres de éste, aunque no se quejaba, le agradaba vivir solo, porque podía hacer lo que se le antojase sin restricción alguna, pero tampoco podía negar que había veces en la que se sentía solo, y mucho. Si no fuera por sus amigos, todo sería solitario y silencioso.



RenJun y Jeno contaban con lujuria la montonera de billetes que se ganaron la noche anterior, los ojos de ambos brillaban como nunca en su vida. Mientras tanto, Mark y ChenLe cocinaban algo para llenar sus estómagos.



—Danos ya la coca, HaeChan—Gritó JaeMin a la vez que bajaba las escaleras, detrás de él, iba Jisung limpiándose las heridas con un paño húmedo. El blanco artefacto ahora estaba rojo por toda la sangre saliente de las manos del chico. Sus pupilas estaban dilatas aún por el placer, y su sudor debido al placer era evidente. Su pulso seguía siendo elevado, y la euforia aún seguía a flor de piel, siendo visible en sus vellos erizados. Por eso lo hacía, porque se sentía malditamente bien, una sensación tan gratificante que era casi inefable, algo muy difícil de explicarlo con palabras.

misplaced criminals ー nct dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora