CAPÍTULO V

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CAPÍTULO V

La luz tenue que traspasaba la tela de las cortinas me quitó el sueño. Quité las sabanas que cubrían mi cuerpo aventándolas por un lado de mí. Me incorporé lentamente sentándome con los pies fuera de la cama. Seguramente hay medio poblado de Corea abajo lustrando el jardín y trayendo todo un supermercado para la comida mañana. Exhalé cansada. No había dormido bien, como de costumbre. Tampoco esperaba hacerlo anoche, pues mi cabeza no se durmió sino hasta después de dos horas de no dejar de pensar. Podría dormir un poco más, después de todo, no era mi fiesta, por lo que aprovecharía mi papel de invitado. Me acomodé en la cama. Estiré el brazo para alcanzar una almohada y tirar de ella hacia mí. La abracé con todas mis fuerzas mientras recuperaba el sueño.

***

Unos golpes en la puerta me bajaron del quinto sueño que estaba disfrutando.

Gruñí. ¿Quién osaba a tomar tan fuerte la puerta tan temprano? Me volví a acomodar, retomando la misma posición de antes, pero los golpes no cesaron. De pronto la idea de que fuera la abuela MiGyeong me hizo pegar un brinco y correr hacia la puerta mientras pateaba la ropa que estaba en el suelo y acomodaba mi cabello y mi camisa. Abrí la puerta de mi habitación con el corazón en la boca. El ceño fruncido de MinHo me hizo dar un suspiro de alivio. Pero su reprimenda me sobresaltó.

— ¿Sabes qué horas son? —me recriminó. Me encogí de hombros con la mente en blanco. Bufó mirando hacia los lados, luego me empujó por los hombros hacia la habitación. Cerró la puerta tras de él— ¡Es más de medio día!

¿Más de medio día?

— ¿Lo...siento? —balbuceé.

—No parece que lo sientas, MiSuk —posó sus manos sobre su cadera. Gritó mirando al cielo revelando su desesperación—. Por Dios, pareces nueva, ¿naciste ayer o qué? —tomó aire— ¿tu cerebro no carbura, o te arraigaste a las pésimas costumbres de América que no te dio para pensar que hoy era un día familiar? Llegaron mis padres y mis hermanos; mi novia estuvo aquí y sus padres también. Incluso YoungNam vino. Estuvimos esperándote por media hora.

Me sentí atacada por sus palabras. ¿Qué soy yo la única que tiene presente que pasé trece años lejos de ellos? Apenas recuerdo mi cumpleaños, ¿cómo podía recordar la reunión familiar que hacen cada cuándo?

— ¿Por qué no me levantaste si tanto estuviste esperando mi presencia? —argumenté.

—Mandamos una docena de sirvientes a que te levantaran. Mi hermana se hizo disponible para venir a despertarte, pero por más que llamó y trató de abrir la puerta, no hubo resultados, evidentemente —se paseó por la habitación como león enjaulado. Inhaló y exhaló, implorando a la paz mental—. Ni siquiera por el abuelo eres capaz de hacer algo —dijo con notable cansancio—. ¿Sabes cuantas cartas te mandó mientras no estuviste aquí? Eres sus ojos, la luz de su alma, y no tuviste la decencia de responder ni una.

—Eso no es cierto —musité en defensa.

—No me interesa —dijo, haciendo un gesto con la mano. Giró sobre sus pies hacia la salida, pero cuando estaba por girar de la manija se detuvo—. No olvides tu cita con la señora Kim.

Mis ojos se salieron de sus orbitas, como si los hubiera escupido mi cara. Miré a mi alrededor. Con semejante noticia no sabía por dónde empezar.

—Gracias —dije sin mucha emoción.

—No lo hago por ti, lo hago por el nombre de la familia Han —aclaró—. Nosotros siempre cumplimos nuestra palabra. Deberías de saber eso —concluyó. Esta vez sí giró su mano y salió de la habitación. Al oír el portazo corrí al armario a sacar posibles conjuntos para mi compromiso de hoy.

La verdad jamás dicha |k.th|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora