CAPÍTULO VII
Bajé del coche con la mente más clara. Había pensado en todo el camino sobre MinHo y su comportamiento, y, por más que lo negara, también pensé en TaeHyung y sus palabras que extrañamente me dolieron a pesar de que no lo había hecho con esa intención. Me sentí estúpida por darme tanta importancia. Abrí la puerta principal por mí misma encontrando a MinHo de espaldas hablando por teléfono. Se volteó y colgó la llamada sin mediar palabra.
— ¿Cómo te fue? —pregunto sin quitar su cara de pocos amigos.
—Bien, Min-...
—No me interesa en realidad —me cortó. Fruncí el ceño alzando una ceja más que la otra. Dio dos pasos hacia mí y dijo—. Cumplí con mi parte del trato, ahora espero que tengas la decencia de hacer lo mismo mañana —y con eso, se fue. Tuve ganas de quitarme un zapato y darle en la nuca con fuerza, pero me contuve. Habla de decencia y no tiene modales.
Bufé.
Subí las escaleras cansada. Mañana sería la fiesta de MinHo y SooMin; debería de practicar un poco, por si las moscas. A paso tranquilo mientras caminaba hacia mi recamara prometí dejar de pensar tanto, pues no quería llegar al agotamiento emocional del que siempre padecía. Debía poner un alto aquí antes de que la depresión tomara posesión de mí. Abrí la puerta y entré cerrando la puerta tras de mí. Paseé la vista por la recamara y me di cuenta que este era el único espacio de toda la mansión a la que podía llamar hogar; también me di cuenta de que la puerta del balcón estaba abierta y por esta entraba una brisa tenue que mecía mis cabellos, cosa que me tomó sin cuidado. Suspiré y prendí la luz que parpadeó unos instantes. Me aproximé a la cama cuando de reojo vi una sombra sobre la cortina que se columpiaba de un lado a otro cuando una fuerte corriente de aire entró. Me paralicé de tal modo que me fue imposible pestañear. Con la adrenalina corriendo como bala por todo mi cuerpo busqué mentalmente en la recamara donde había algo con qué defenderme, pero mi mente se encontraba en blanco.
—No muerdo, Dominique —no, no mordía, pero si me golpeaba y me dejaba sin comer cuantas veces quería—. ¿O debería de llamarte MiSuk ya que estamos aquí?
Aun no podía mediar una palabra, ni siquiera mover un musculo. Creo que seguía impresionada; mi mente no podía asimilar lo que estaba ocurriendo. Me estudió de arriba abajo arrugando su nariz a su paso.
—No te veo por una semana y ya estás gorda —me miró con asco—. Sé que te quejas de mí, pero sabes perfectamente bien que bajo mi cuidado tuviste tu mejor momento —cómo podía jactarse de algo así, con esa soberbia. Con una ceja alzada me volvió a echar un vistazo deteniéndose justo a la mitad de mi cuerpo—. ¿Qué traes en la mano? —mi corazón se paró. Era el traste de la señora Kim con los dulces que me había regalado—. Dámelo —ordenó extendiendo la mano. No me moví en absoluto—. ¿Eres sorda? —se acercó intentando arrebatarlo de mi mano, pero como acto de reflejo lo escondí detrás de mi espalda.
—No —logré decir, desatando su furia y la bestia que lleva detrás de su cara casi sin arrugas.
—Pequeña insolente —se abalanzó sobre mí. Al ver que no podía alcanzar su objetivo, sacó las uñas dejando terribles marcas en mis brazos. Me tragué los chillidos que quisieron salir desde mi garganta. Tomé aire. Podría darle el traste y terminar con todo esto, pero esto no se trataba sólo de unos malditos dulces, se estaba jugando algo más. Siguió así hasta que jaló de mi cabello con fuerza hacia abajo dejándome en rodillas—. Obedece, bastarda.
Me aferraba al pequeño traste como a un salvavidas que ahora sujetaba con ambas manos contra mi pecho por temor a perderlo. Si yo lo dejaba ir, con él se iría todo lo que había construido. Quise volver a tener cuatro años y poder abrazar a mi madre rogando que no me dejara. Quise decirle a papá cuánto lo amaba una vez más. Quise volver a los brazos de mi abuelo para que me protegiera de la abuela. Quise tantas cosas, pero el pasado solo era un recuerdo que se quedaba atrás como cada golpe que me soltaba la abuela en ese instante.
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La verdad jamás dicha |k.th|
FanfictionCuando una carta del abuelo YeongSu llega a las manos de MiSuk, o Dominique para los locales, el descontento de la abuela MiGyeong hace acto presencial. Tras varios años de la ausencia de MiSuk en el país que ella creyó natal, y ahora el llamado d...