capítulo vii

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CAPÍTULO 07

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CAPÍTULO 07

MICHAEL OBSERVÓ CADA rincón de la heladería buscando algún ruido mínimo que delate la presencia de Valentina. Pero las luces de colores no estaban prendidas, como a ella le gustaba, y tampoco había música proveniente de la radio. Con las cejas arqueadas caminó hasta el mostrador, dejando allí los pequeños frascos de colorantes de comida, al poco tiempo también encendió la radio; mientras se sentaba a esperar a la rubia, completamente extrañado por su tardanza.

Se preocupó un poco, ya que en realidad él era quien había llegado tarde, sin embargo se decidió por continuar ubicando las coloridas macetas que habían decorado con sus propias manos; sin tener que pensar en sus mil y un disparates.
La heladería tenía bastantes estantes pero a Michael no le pareció buena idea tener más de una maceta en cada uno, por lo que creyó que lo mejor sería ubicar otras tantas en la planta superior.

Subió los primeros escalones con la mirada centrada en la tierra mojada que poseía el
recipiente, ya un poco reacio a la supuesta aparición de un gusano. Incluso él mismo estaba consciente del asco que les tenía.
Dejó de pensar en los insectos al sentir que su pie derecho lo hacía perder equilibrio y al bajar la vista,  Michael se topó con una especie de agujero simétrico en el que la luz se encontraba tenue y las escaleras rumbo abajo parecían no tener fin.

—¿Qué...?—se preguntó Michael, al ver el tipo de escondite situado en el punto intermedio de los escalones.

Y aunque le pareció una idea ingeniosa y totalmente atractiva tenia miedo de que se tratara de un robo, por lo que se aferró a su arma improvisada, la maceta de color magenta.
Bajó los primeros escalones oyendo la madera rechinar y miró con recelo las paredes pintadas de color salmón con rayas finas de color blanco. Pero se sobresaltó ante un ronquido no tan fuerte.

—¡Tengo un arma!

Miró el techo reconsiderando su idea y, completamente seguro, en un movimiento audaz terminó de bajar las escaleras sin bajar la maceta de la altura de su cabeza y sin acallar su grito de "guerra".

—¿Valentina?—nombró anonadado, al ver que la rubia estaba sentada frente a un escritorio con su cabeza recostada y totalmente absorta del entorno.

Se agachó quedando a su altura y corrió un mechón de su cara admirando la suavidad de sus labios al  rozarlos con la yema de su dedo, y el ceño ligeramente fruncido que tenía al dormir.

¿Cómo puedes ser tan preciosa, Valentina? Se preguntó sin apartar la sonrisa de su rostro.

Michael nunca antes se había enamorado, los nuevos sentimientos que le estaba provocando la chica rubia de argentina lo hacía preguntarse si realmente se sentía bien. Porque quería estar cerca de ella en todo momento, no completamente pegados, si no que junto a ella.
Valentina lo hacía sonreír y olvidarse de todo, lo hacía sentirse plenamente cómodo, seguro. Feliz.

ice cream. ( michaentina )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora