7 pecados capitales [2doc]

Soberbia 2-2

POV'S Murdoc

Me encontraba en el parque paseando como en un domingo cualquiera. Realmente no tenía nada que hacer, asi que fui por un helado. Tenía que relajarme, ya que en la noche tenía una reunión con mis amigos en un barco, debía guardar mis enegías para al rato.

Pedí mi helado de limón en un puesto que tenía cerca, pero demonios, era demasiado caro. ¿Cómo se le puede discutir a una señora de 50 años? Me contuve de mis pensamientos y lo pagué. Cada vez todo era más caro, no es que no tuviera dinero pero nadie se merecía tanto por un helado. Además, iba a ir por unas putas al rato. Se iba a cumplir la profesía de: putas y barcos.

Escuché una hermosa melodía, tal vez un solo de un gran violinista. Hace mucho que no iba a apreciar de la bella música clásica a un concierto. ¿Por qué no aprovechar la oportunidad? Probablemente era Vivaldi con sus grandes piezas, como "La Stravaganza".

Me acerqué hacia ese lugar, guiándome del sonido. Cada vez sentía como la melodía se hacía escuchar más, estaba demasiado cerca. Encontré al trío que tocaban esa pieza. Dos violinistas y un violonchelista. Uno era de complexión robusta, la otro era una... ¿china, coreana, japonesa? Bueno, ojos rasgados. El otro un alto, pero con un bello cabello... ¿azul? Vaya, hacía mucho tiempo que no lo veía. El que más resaltaba era él. No recuerdo como se llamaba pero besaba bien, muy bien. Casi no se notaba su cabello, pues tenía puesto un gorro negro.

Había alrededor de 15 personas admirando de su presentación, incluyéndome. Para ser verdad tocaban bien, me hacía recordar cuando tenía mis múltiples bandas, aunque no eran de música clásica al final de cuentas era música. Una hermosa expresión artística en la cuál el hombre podía liberar sus sentimientos.

Terminó la pieza y todos empezaron a aplaudir, menos yo. Había mejores músicos que ellos y no iba a dar ni un centavo por esos principiantes, además yo era mejor tocando.

— Bravo, bravo. No sabía que tocabas medio bien cariño—dije acercándome hacia donde estaba él.

— Oh... ¿Gracias? Pensé que nunca te volvería a ver —dijo, mientas guardaba su instrumento al igual que los demás. Dejando ver su formado trasero, no recordaba que estuviera así de bueno.

— Solo me dejo ver cuando me necesitas. Felicidades, me alegra saber que tengas amigos —reí. Era algo estúpido, ¿por qué dije eso?

— Escuché eso, ¿conoces a este sujeto, Stuart? —dijo el grandulón. Al menos ya sabía cual era su nombre, de nuevo.

— N-no hay ningún p-problema Russ, él y yo somos amigos.

— ¿Seguro?

— En realidad somos más que amigos—sonreí.

— Nono le hagas caso, esta un poco ya sabes... ¿loco?

— ¿Pasa algo malo? —se acercó la china. ¿Quién falta? ¿El perro? ¿La señora de los helados por unirse?

— No, es un malentendido. Perdón, él es Murdoc. Murdoc, ellos son Noodle y Russel—ay sí, que bonita familia.

—Un placer conocerlos—seguía comiendo de mi helado.

— Espera, ¿él es del que tanto nos platicabas hace unas semanas? —dijo la coreana.

— ¿Qué? ¿Es este tipo? Que horror.

— N-no se de que hablan chicos, creo que es momento de irme, nos vemos—tomó el estuche de su violín y me empujó levemente para irnos de ahí.

— Vaya, ¿con que les platicaste de mi existencia a ellos?—sonreí alegremente.

— No, no, no. Es una confusión—río nerviosamente.