Capítulo 34

22 1 0
                                    


Podía sentir mis manos pegajosas, mis uñas y dedos bañados en sangre, mi ropa con manchas rojas en ella, las plantas de mis pies con algunos raspones y pequeños cortes, mis parpados cansados de mantenerse abiertos, pedían a gritos poder mantenerlos cerrados durante horas o que por lo menos dejara de ver mis manos como si fuera lo más importante del mundo, sin parpadear en ningún momento. Mi espalda cansada de estar en la misma posición comenzaba a doler, mi pierna que no deja de moverse de arriba abajo con nerviosismo comenzaba a acalambrarse. El dolor de cabeza era insoportable, las punzadas se hacían más constantes. Mi cuerpo pedía piedad mientras mi mente gritaba resiste un poco más aun nos necesitan. Levanto la vista encontrándome con una mujer un tanto mayor, mas o menos de unos sesenta años me mira con confusión, se acerca y se pone a mi lado.

-No deberías de estar en un parque con esas pintas, cariño – me mira con cierto amor, pero con miedo al mismo tiempo – asustas a los niños – aparto la vista de ella y a lo lejos veo a un grupito de niños jugando mientras me miran con miedo - tuve que convencer a ese grupo de mamas que no llamara a la policía – frunzo el ceño y veo a unos metros de los niños a un grupo de mamas mirándome como si fuera una psicópata - ¿Te encuentras bien, cariño? – me asusto un poco al sentir su caricia en mi mejilla, la miro y se me salen algunas lágrimas. Siento como pasa su brazo por mis hombros y me atrae hacia ella mientras acaricia mi cabello.

-Todo esto es mi culpa, siempre pierdo a alguien de mi familia en un abrir y cerrar de ojos, esta pesadilla jamás acabara – siento como se tensa, pero no me aleja de ella – mi mejor amiga está esperando un bebe de él y apenas me lo dijo esto se me está saliendo de las manos y no sé qué hacer para protegerla – me separo de ella y limpia mis mejillas – solo quiero ser feliz.

-Oh cariño, no sé qué es lo que te haya sucedido, pero mi marido dice que, si una persona necesita ayuda y aunque no puedes hacer mucho por esa persona, ¿Por qué no regalarle una sonrisa? – veo como en su rostro se forma una linda sonrisa, en su mejilla izquierda se le hace un hoyuelo, no puedo evitar regresarle el gesto que hace que crezca más el suyo – vez, que hermosa sonrisa tienes – pone su mano en mi barbilla como si admirara mi sonrisa – eres muy hermosa como para estar triste, como para que esas lágrimas de esos hermosos ojos salgan, sonríe cariño –asiento aun con mi sonrisa – ahora vamos, mi hijo está por llegar a recogerme y tienes que darte un baño – frunzo el ceño mientras veo que se pone de pie y comienza a caminar, se detiene al ver que no la sigo - ¿Qué espera niña? Andando – suelto una risita y camino junto a ella.

Caminamos alejadas de aquellas madres que me veían con miedo y que miraban a la mujer como si estuviera loca y no las culpaba ¿Quién en su sano juicio se acercaba a una muchacha con sangre en sus manos y ropa, que venía descalza y tenía la pinta de a ver asesinado a alguien? Sí que es algo rara la señora, pero me ha agradado.

- ¿Cómo te llamas cariño? – me pregunta mientras nos detenemos en una esquina.

-Mi nombre es Artemisa – ella sonríe y antes de que pueda decir alguien habla a unos pasos de nosotras.

- ¿Mama? – veo al frente y veo a un chico apoyado en una camioneta negra - ¿Estas bien?

Oh por dios ¿Y ese adonis?

Cállate.

¿Es que estas ciega? esta para comérselo.

Cállate.

-Si cariño, ella es mi amiga Art- la interrumpo.

-Sera mejor que me vaya, tengo que ir a ver unos amigos – el chico me mira un tanto curioso, pero lo ignoro y me concentro en su madre, quien le regalo una pequeña sonrisa – gracias por preocuparte por mi - espero a que diga su nombre.

Mi vida en un Libro (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora