Sentidos

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Esa tarde, cuando Connor había contactado con el teniente Anderson para verse, tuvo en primera instancia la intención de mencionarle, a modo de buenas nuevas, que finalmente se había transformado en un divergente.

Por supuesto, esto el mayor ya lo habría supuesto, pero decírselo como si fuera una declaración de independencia tenía un fin introductorio: lo que Connor realmente quería decirle a Hank era que sentía.

Connor lo sentía todo, esa misma tarde y desde hace un tiempo atrás. Connor sentía por fuera y por dentro, lo suyo y lo ajeno, todo al mismo tiempo. O al menos eso le parecía: una nube inconmensurable de información sensible entrando y rebotando dentro de su cuerpo en un caos sin fin.

Podía sentir, por ejemplo, el frío de las calles nevadas por las que caminaba.

En un arranque de extrema curiosidad o masoquismo, había decidido dejar su sensor de temperatura activado permanentemente, y aunque el aire helado le atravesaba la ropa y le hacía temblar, sonreía para si mismo satisfecho al recordar como tantas veces había visto al teniente reaccionar de la misma forma ante el frío.

Ahora lo comprendía.

Antes podía saber y entender las reacciones y mecanismos del cuerpo humano ante las bajas temperaturas, podía tener toda la información al respecto y saber exactamente las consecuencias que se avecinarían, pero cuando veía a Hank esconder medio rostro bajo una gruesa bufanda y encorvarse dentro de su abrigo se sentía excluido de alguna manera, como si se estuviera perdiendo de algo esencial.

Connor podía medir la temperatura del ambiente antes de ser un divergente, claro. Podía incluso, en las noches más frías, sentir una extraña tensión en su piel sintética. Pero, hasta ese mismo día, Connor no sabia lo que era sentir frío.

Esa tarde lo sabía más de la cuenta, y también sabía lo que era el dolor. Más específicamente, lo que era el dolor causado por el frío; sus pies se movían por el cemento como dos bloques de hielo siendo arrastrados cuesta arriba.

Aun a pesar de esto, Connor quería sentirlo todo. Lo bueno y lo malo también.

Esto es justamente lo que el joven androide le quería decir a su único amigo humano: que ahora que podía, quería vivirlo todo. Y se lo quería decir porque, lógicamente, él sabría mucho más con respecto a sentimientos, emociones y sensaciones, y seguramente le aconsejaría bien y le ayudaría a adaptarse mejor a los cambios que había experimentado, y que ciertamente seguía experimentando.

Pero entonces, cuando hablaban por teléfono para concertar la visita, al joven le vino una sensación extrañísima, una presión desde dentro de su pecho que se expandía con cada palabra o sonido que Hank emitía, que de a poco le quitaba espacio para respirar.

Era como si todo el aire a su alrededor hubiera desaparecido, dejando vacío en su lugar. Y aunque no lo necesitaba para sobrevivir, a Connor le pareció que en ese instante podría estar muriendo por ahogamiento.

No sabía por qué, pero la idea de abrir la boca y decirle a Hank que ahora sentía le aterraba en sobremanera. Terror, eso era lo que sentía.

Sí, ahora también se asustaba, lo cual no le agradaba en lo absoluto. Menos le había agrado este nuevo sentimiento cuando, el mismo día que se había liberado de sus ataduras, este se le había presentado en la forma de un androide exactamente igual a él, amenazando con tomar su antiguo lugar en el mundo.

Y también estaba Hank, maldita sea. Hank teniendo que escoger entre los dos.

Por unos instantes, antes de que Anderson le disparase al otro Connor, el joven androide había temido lo peor. ¿Qué hubiese pasado si Hank le hubiese disparado a él en vez de a su doble? ¿hubiese terminado trabajando en otros casos con su reemplazo? ¿hubiese aceptado a ese otro compañero como lo había hecho con él?

¿Y qué tal si Hank hubiese muerto? ¿Podría ese Connor, que se parecía tanto a su yo anterior a la divergencia, matar al teniente?

No quería pensar en ello. Sabía la respuesta, y le dolía por múltiples razones.

En primer lugar, le dolía recordar que Hank era un ser mortal. Sí, el también lo era en términos estrictos, pero su cuerpo podía ser reemplazado infinitas veces, mientras que Hank sólo podía habitar en el que ya tenía, que estaba bastante maltratado por lo demás. Si Hank era herido, el daño era irreversible.

En segundo lugar, le dolía saber que ese androide, que era tal como él solía ser, hubiera matado a Hank sin dudarlo un segundo si eso significaba terminar su misión. Él hubiese hecho lo mismo, si no fuera porque sentía.

Pensar que podría haber matado a su compañero un tiempo atrás le causaba un desasosiego que casi no soportaba.


-¿Connor? Vamos, Connor, ¿para qué me llamas si me vas a dejar colgando así?

-Lo siento teniente - había dicho el joven sorprendido de su propio estupor - me distraje por un momento.

Al otro lado de la linea hubo un momento de silencio, después, una pregunta en tono suspicaz.

-¿Qué es lo que ibas a decirme?

Sentidos, Sentimientos, Emociones (Hannor/Detroit: Become Human fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora