Emociones II

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Hank encendió el motor del vehículo, pero, tras unos segundos, lo volvió a apagar. Suspiró otra vez. Parecía derrotado.

-¿Te sientes mejor?

Connor no entendió la pregunta.

-¿Se te quitó el frío? - intentó nuevamente.

El menor sonrió ampliamente, dejando rodar un par de lagrimas por sus mejillas al entrecerrar los ojos.

- Sí, teniente. Muchas gracias.

Ya no tenia sentido tratar de esconderse de Hank, se había expuesto.

El mayor le miró unos segundos con cara de querer decir algo, pero en vez de hablar se volvió bruscamente al volante e hizo girar la llave para encender el motor. Así, sin decir nada, como aguantando la respiración, manejó el largo camino hasta su casa.

Connor se permitió llorar en silencio un poco, pero luego decidió que era demasiado, y se tragó sus lagrimas hasta que ya no empujaban para salir de sus lagrimales. Estaba siendo patético. Tenía que mantener algo de su dignidad.

Bajaron del auto y entraron a la casa en lo que al menor le pareció un abrir y cerrar de ojos. De pronto, una bola gigante de pelo se refregaba entre sus piernas, dando coletazos tan fuertes que le dolían como pequeños latigazos. Sumo gimoteaba como llorando, o tal vez riendo histéricamente. Connor se arrodilló y le dio un largo abrazo, mientras el perro intentaba por todos los medios conseguir lamer la cara del androide.

-¿Cómo has estado, Sumo?

Se rió de pura ternura cuando el can le contestó con un ladrido lastimero.

-Yo te he extrañado mucho- continuó - Extrañaba tu pelo suave, tu cara graciosa, tus grandes patas...- y mientras nombraba las cosas que le gustaban del perro, acariciaba aquello que había nombrado.

Sumo se dejaba querer sin reproches, desparramado en el piso cual bolsa de yogurt.

Varios minutos pasaron, hasta que el joven fue sacado del satisfactorio trance en el que se encontraba.

-Así que realmente venias a ver al perro...

Levantó la mirada. Hank le extendía un vaso de whisky con una sonrisa en la cara. Otra sonrisa como esa que le había regalado antes, una expresión gentil, casi tímida.

Connor dejó salir una carcajada que luego se le antojó intolerablemente estúpida. Había parecido más bien un chirrido. No tuvo tiempo para avergonzarse enseguida, eso sí, porque el mayor le respondió al instante con otra carcajada igualmente horrorosa.

Sintió que el peso sobre sus hombros se alivianaba, y tomo una gran bocanada de aire, que, sin querer, terminó siendo un suspiro. Hank le imitó sin ser plenamente consciente de ello.

-Bueno... - Dijo el mayor tras un momento de silencio - ¿Me vas a dejar con el brazo estirado o qué?

Connor recibió el vaso que el teniente aún sostenía. Otra vez estaba aturdido por los ojos azules que le miraban tan escasamente de vuelta.

Dudó un momento antes de beber todo el contenido en un sólo movimiento.

Arrugó la nariz asqueado.

-Esto sabe horrible...

Hank soltó otra carcajada, ahora más compuesta.

-Así es - y tomó también todo el contenido de su propio vaso, pero su expresión se mantuvo imperturbable - es asqueroso. Pero no es por su sabor que tiene tanta fama realmente.

Hank le ofreció una mano para levantarse. La sintió húmeda, y bajo las capas de piel notó como la sangre en sus venas corría estrepitosamente con cada latido.

¿Podía ser que él estuviese nervioso también?

Sin soltarle, el mayor le guió hasta un mesón en la sala, donde se encontraba su viejo tocadiscos. Buscó entre unos cuantos, para luego escoger un disco que se encontraba a un costado, separado de los demás.

-¡Aja!- exclamó con una sonrisa triunfal mientras lo ponía en el reproductor. En la portada del álbum se leía "Clásicos del Blues, Volumen 1"

Se volteó a verle y le dijo:

-Esto es justo lo que necesitamos ahora.

Connor deseo con todas sus fuerzas que sus manos se derritieran y se fundieran en una sola, y así no separase de su lado nunca más.

Para su mayor satisfacción, Hank no le soltó.

En cambio los encaminó a ambos a la cocina, deteniéndose frente a la mesa y dejando sobre ésta su vaso vacío. Tomó el vaso de la mano del menor y lo dejó al lado del suyo, para luego llenarlos a tope otra vez.

Bebió el contenido, nuevamente, de un trago. Esta vez su rostro sí se desfiguro en una mueca de disgusto.

-Blejjj...- Resopló, aunque sin dejar de sonreír.

-Teniente, podría enfermarse...

Hank apretó levemente la mano que aun sostenía.

-Ya estas sonando como tú de nuevo- El azul de sus ojos resplandecía bajo la luz artificial.

Connor no pudo hablar, la repentina cercanía del mayor le hizo sentir una extraña electricidad recorrer su columna de ida y vuelta, y de pronto ya no sabía ni quien era. Se había perdido otra vez, en sus ojos y en sus manos tibias, en el aire que compartían.

Sólo estaba seguro de una cosa: quería derretirse sobre el cuerpo del hombre que tenía en frente. Quería sentir cada parte de su cuerpo hacer contacto con el suyo. Quería abrazarle hasta con las piernas, y como un parásito permanecer aferrado a él por el resto de su vida. Quería sentir su boca en la suya, y morirse entre sus brazos.

Quería morirse en ese momento. Tanto deseo era una tortura. Era el infierno mismo.

Se quedó petrificado, aterrado por la repentina idea de que su deseo podría emanar de alguna manera de su cuerpo y dejarle en evidencia.

Hank puso dos dedos bajo su mandíbula y le hizo mirarle, aun sin soltar su mano.

-¿Vas a decirme ahora qué es lo que tienes, Connor?

Sentidos, Sentimientos, Emociones (Hannor/Detroit: Become Human fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora