Emociones

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-¿Cómo has estado, Connor?

El azul de sus ojos cansados pero gentiles le llegó como una bofetada divina, y aturdido, contestó:

-Con mucho frío, teniente.

Hank se rió un poco, y no fue hasta que tomó una de las manos tiesas del androide que se dio cuenta de que no había sido una broma.

Sus ojos se encontraron otra vez, pero ahora había algo tenso en el intercambio.

Connor no pudo adivinar los pensamientos que se escondían tras esa mirada. Sin embargo, la reacción que le siguió fue algo que se salía por completo de su abanico de posibilidades calculadas. Nuevamente, Hank le sorprendía.

Sin hablar, el mayor se sacó la chaqueta y la puso sobre los hombros del joven, rodeándole luego con un brazo y, sin mirarle de nuevo en ningún momento, los encaminó a ambos al auto aparcado a unos pocos metros de donde se encontraban.

Hank no le hablaba. Apenas si respiraba, en realidad. Su labios se mantenían cerrados en una pequeña sonrisa forzada. Sus ojos, en contraste, parecían querer derretirse y llegar a unirse con el piso que miraban tan afanosamente.

Connor, de tanto en tanto, le miraba de reojo, intentando inútilmente controlar las pequeñas actitudes que delataban su inconmensurable ansiedad.

¿Es qué no le sorprendía en absoluto saber que ahora sentía frío? ¿Lo había supuesto? ¿Era irrelevante?

Al llegar, Hank se detuvo unos segundos frente al auto, sin soltar el abrazo que mantenía al menor pegado a su costado. Abrió la puerta del copiloto, lentamente ayudándole a entrar. Luego rodeo el auto y subió por el otro lado, prendiendo la calefacción incluso antes de cerrar la puerta. Sus manos temblaron torpemente al manipular las anticuadas perillas. Connor asumió que sería por el frío.

El silencio más absoluto reinaba. Los siguientes minutos pasaron con tortuosa lentitud para el menor, que no podía evitar llenar el vacío comunicacional con una tormenta interna de ideas, temores, y sospechas. Sospechas que se había sacado de la nada.

Nada de lo que se le pasaba por la cabeza cuadraba con la realidad pero, aunque sabía que estaba siendo irracional, no podía controlar el flujo de pesimismo que se había apoderado de él.

¿Por qué Hank no le hablaba? ¿por que era que ni siquiera le miraba?

El nudo en su garganta volvió a hacer su triunfal aparición.

Porque algo malo tenía que decirle.

Porque no tenía nada que decirle.

Porque no tenia ganas, simplemente.

¿Por qué le había dedicado entonces esa dulce sonrisa y le había abrazado con tanta fuerza? ¿acaso se lo había imaginado todo? ¿acaso ese alivio que sintió había llegado demasiado pronto?

Hank no era hostil, pero el atormentado androide sentía que se encontraba a kilómetros de distancia, lejos de su alcance, perdido en lugares a los que él no tenía acceso.

Le enloquecía. El silencio que les rodeaba en ese momento le enloquecía completamente. Quería gritar con todas sus fuerzas, quería agarrar a Anderson de los hombros y sacudirle violentamente hasta conseguir una reacción que pudiera entender. Quería escapar de ahí, salir corriendo y no volver a pensar en el teniente nunca más.

Quería desaparecer. No lo soportaba, no podía con todo lo que sus nuevas capacidades le otorgaban. No podía seguir viviendo mientras el caos en su cabeza le cegaba.

Ya no podía pensar. Creyó por un momento que se había averiado.

-¿prefieres que vayamos a mi casa ahora, o...?

Su pobre corazón artificial dio un vuelco.

Si saber por qué, un absurdo se escapó de su boca.

-Me gustaría que tomáramos algo.

Hank se volteo a verle con cara de sorprendido.

-¿Me vas a decir que ahora también bebes?

Connor se rió despacio, sintiendo que el alma le había vuelto al cuerpo. Era la primera vez que lo hacía. Nunca antes había reído.

El mayor le miraba pasmado, tan quieto como una estatua. Sus ojos aun abiertos de par en par.

-Siempre he podido hacerlo, aunque realmente no creo que pueda embriagarme. Lo siento teniente, pensé que le parecería buena idea.

Hank suspiró.

-Es una buena idea, Connor, pero todos los bares de Detroit están cerrados. Ya no queda quién los atienda.

El joven se mordió el labio desviando la mirada a la ventana. Tenía ganas de enterrar los dientes hasta arrancarse un pedazo.

Un imbécil. Nada más que un imbécil.

Era un error tan estúpido...

-En casa tengo algo de beber, como supondrás - dijo el mayor con una sonrisa amarga- si lo que quieres es alcohol, la casa de un alcohólico es un buen lugar donde buscar.

Connor se quedó en silencio, paralizado por una nueva sensación que le subió por la garganta y se alojó después detrás de sus ojos. Se sentía ahogado de nuevo. Sin embargo, comprendió que lo que Hank había dicho era un intento por hacerle reír. Uno muy malo, pero un intento al fin.

Miró otra vez por la ventana y se rió entre dientes para darle el gusto, intentando no llorar.

¿Por qué iba a llorar?

¿Porque Hank era un alcohólico?

¿Porque estaba nervioso?

¿Porque había hecho una sugerencia equivoca?

¿Porque Hank no le miraba tanto como hacía antes?

¿Qué era lo que había suscitado en él tanta emoción de un momento a otro?

Cuando vio al mayor removerse incomodo por el rabillo del ojo supo que aún estaba esperando una respuesta, y se obligó a mantener la compostura.

-Vamos entonces, teniente.

Su voz había sonado como la nada misma. Una frase expresada sin la más mínima emoción. Por primera vez en su vida, Connor sonaba en realidad como una máquina.

Hank encendió el motor del vehículo, pero, tras unos segundos, lo volvió a apagar. Suspiró otra vez. Parecía derrotado.

-¿Te sientes mejor?

Connor no entendió la pregunta.

-¿Se te quitó el frío? - intentó nuevamente.

El menor sonrió ampliamente, dejando rodar un par de lagrimas por sus mejillas al entrecerrar los ojos.

- Sí, teniente. Muchas gracias.

Sentidos, Sentimientos, Emociones (Hannor/Detroit: Become Human fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora