Cuando la noche cayo y Peter le invito a cenar, Sirius acepto con sólo un propósito y guardo la mayor cantidad de comida que pudo.
El frío le calaba los huesos en pleno invierno y la nieve se juntaba triste alrededor de la cabaña donde estaban, pero se obligó a mantenerse amigable y calmado, como si aquel negocio realmente le interesara.
Como lo fue antaño, embriagar a Peter fue la cosa más fácil de la noche, y una vez dormido quiso ir a ver a la criatura y encontrar el modo de liberarla, pero supo que lo segundo tendría que esperar.
Peter había contratado guardias y los había apostado por todo el lugar. No podría burlarlos a todos de una vez, tendría que planear aquello mejor, no podía arriesgarse a morir y dejar a Ojos Dorados a merced de Peter.
Cuando volvió a ingresar, el lugar se sentía tan frío que le hizo castañear y se envolvió más en su capa, pensando en lo mal que debía pasarlo estando solo y sin nada más que su delgada ropa no apta para el clima de afuera que se colaba adentro. La habitación estaba iluminada exageradamente y Sirius se preguntó si alguien siquiera podría dormir con aquella ridícula iluminación mezclada con el frio.
Ojos Dorados estaba sentado justo donde le había visto esa mañana, en la parte más alejada de la jaula y con ambas manos en su cabello, tratando de que al menos algo en él se mantuviera viva con su esencia y negándose a que lo vieran derrumbado y roto. Sirius podía ver la rebelión en esos ojos.
- Yo... hola. - quiso golpearse a sí mismo cuando Ojos Dorados le frunció el ceño molesto, y si bien no sabía si podía hablar, Sirius pensó que valdría la pena tratar de apaciguar su ira y darle esperanza de que le ayudaría a irse de allí. - Yo pensé que podría ser un poco desagradable estar aquí todo el tiempo solo y pensé que podría hacerte compañía un rato. - descolgó su mochila y camino lentamente hasta quedar sentado justo frente a la jaula, aun separado de Ojos Dorados por los barrotes.
Podía ver como su cuerpo temblaba ligeramente en espasmos ligeros, casi sin ser notados, por el crudo frío de la bodega, pero supuso que nadie nunca se había molestado en darle algo para abrigarse.
Al ver que no pensaba relajarse frente suyo y que incluso había dejado de trenzar su cabello, Sirius pensó que tal vez había sido una terrible idea, pero no se rindió. Metió la mano en su mochila y extrajo una manta, que bien no era demasiado grande, pero era lo suficiente para que pudiera cubrirse y mantener el calor.
Realmente no sabía si Ojos Dorados podría pescar un resfriado, pero eso era lo menos que podía empezar a hacer.
- Traje esto como ofrenda de paz, solo quiero hablar un rato y...
- Vete. - le dijo con un gruñido, pero aun así Sirius noto que su voz era suave y cálida.
Le había dado la espalda, todo su cuerpo tenso y sus alas envolviendo su cuerpo. Sus labios se apretaron en una fina línea mientras trataba de no sonreír, Ojos dorados parecía un niño, pero se recordó que no podía pensar aquello.
No sabía cuánto tiempo había estado en cautiverio, no sabía si le habían lastimado o torturado, no sabía que cosas le habían hecho. No tenía derecho de sonreír ante un rechazo tan poco firme y gentil.
- Es solo una manta, Ojos Dorados, no voy a hacerte daño. - trato de que sus palabras fueran gentiles y tarde se dio cuenta de cómo lo había llamado. - Me llamo Sirius Black...- trato de sonar un tanto más relajado, pero incluso Sirius se sentía atrapado allí. - ¿Cuál es tu nombre? Aunque me guste mucho el llamarte Ojos Dorados me encantaría saber cómo te llamas. Es más, por formalidad que nada. Regulus, mi hermano menor, siempre dice que puedes saber mucho de una persona... eh, pájaro, por su nombre. - supo que lo había arruinado en cuanto Ojos Dorados se giró y le miro estupefacto. ¿En qué diablos estaba pensando Sirius?
Por un momento pensó que había logrado que sonriera, pero luego le observó directamente a los ojos y Sirius se sintió pequeño. Terriblemente pequeño.
- ¿Qué quieres? - su voz se escuchaba cansada, como si sólo deseara dormir, pero no confiara en que no despertaría muerto.
Eso hizo que pensara en las ojeras que decoraban su rostro. Las había ignorado al principio porque hacían a sus ojos incluso más resaltantes, pero se veía agotado.
- Si vienes a burlarte es mejor que te vayas, no pienso seguir tu estúpido juego. - Sirius quiso sentirse ofendido por aquello, pero no pudo. Se sentía responsable de aquello, deseaba ser quien diera paz a Ojos Dorados, al menos un momento.
- No estoy con ellos. - susurro, diciéndole un secreto, confiándole aquello, con la esperanza de que fuera una puerta que lo llevase a acercarse más.
- Oh, ¿de verdad? - diablos, el chico podía expresarse con sarcasmo, pero no podía decirle su nombre. Genial. - Pues parecía que sí. - su voz estaba teñida de odio y amargura, haciendo que Sirius se sintiera mal y molesto en partes iguales. - Pettigrew incluso te ofreció ser parte de su negocio. Vete de una maldita vez.
- No voy a hacerte daño. - iba a decir algo más cuando el estómago de Ojos Dorados se presentó por sí mismo. Sirius creyó conveniente vaciar el contenido restante de su mochila. - Voy a dejar esto aquí, puedes confiar en que no tiene veneno, ni drogas, ni sedantes, ni nada. - dejo frente a la jaula un pañuelo y sobre éste unas frutas, unos bizcochos y un vaso de agua.
Sabía que no era suficiente, pero no había podido arriesgarse a que Peter notara su extraño actuar y sospechase algo.
- Volveré mañana. - susurro y se fue, dejando tanto la manta como la comida al alcance de Ojos Dorados y justo antes de salir por la enorme puerta de metal se giró y pudo ver cómo le observaban fijamente. - Voy a sacarte de aquí, Ojos bonitos, aunque me cueste la vida. No espero que confíes en mí, pero no soy tu enemigo y pienso demostrártelo. - y antes de recibir una respuesta agresiva salió del lugar y cerró la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible.
Bien, el paso uno estaba completado.
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Libertatem Exposcunt.
Fiksi Penggemar|| Harry Potter, AU: WolfStat > Remus Lupin/Sirius Black || 》 - Pareces no haberlo entendido aún. - Sus ojos se habían vuelto fríos de repente, los colores congelándose en odio, rabia y desesperación. - No lo has entendido en lo más mínimo. ¿De que...