Una Promesa

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—No es una buena idea. — dijo Kislev al momento que su manzana regresaba a sus manos. Estaba sentado sobre un tronco hueco que había detrás de la casa. Años atrás este se había caído luego de una fuerte tormenta, siendo muy pesado para recogerlo o arrastrarlo, el tronco de ese árbol se quedó como parte del hogar de Rosé.

Minutos antes Kislev estaba tirando al aire la manzana un par de veces antes de comérsela. Eleanor mientras, caminaba en círculos en el patio de atrás pensando sobre la alocada idea de Rosé.

Hace horas atrás ya había dicho que si a ese plan, y ahora ella trataba de hacerlo más posible que en las páginas del cuaderno, quería hacerlo posible y no solo en su mente, si no real pero real de verdad.

Ese plan tenía muchos fallos mirándolo de manera lógica. Lo cual lo hacía mucho más difícil para Eleanor. Ella tenía un problema, si veía que las cosas no resultarían como esperaba, prefería no intentarlo. Si no tenían alguna ventaja para ella, entonces este no valía la pena.

—Sé que es una mala idea —respondió Eleanor girándose casi completamente frente Kislev, su voz era neutra, él no podía distinguir si estaba preocupada o molesta.

Ya le había dado una mordida a su manzana, pero antes de decir algo, primero revisó si no había nadie cerca de ambos.
—Tu amiga la Rosé, —miró por última vez alrededor y luego en dirección de la casa— ¿Ella sabe sobre cómo vas a morir? ¿Le contaste sobre tu muerte?

Eleanor se sentó a su lado y luego de un silencio respondió

—No, y te pido que no se lo digas.
—¿Pero no as pensado las posibilidades? Te ves igual a la Adar del sueño que me mostraste. — Kislev se esforzó por no sonar ansioso pero parecía no lograrlo.

Eleanor se tocó las puntas de su largo cabello. —Lo tenía corto allí, —respondió sin mirarlo. Pero él se agachó más para verla a los ojos. Buscaba que sus ojos se encontrasen pero no lograba.

Desde que Eleanor se vio allí con el cabello corto, nunca se lo volvió a cortar. Todo este tiempo había crecido y ahora estaba hasta su cintura.

—Si, de eso me di cuenta cuando te vi apunto de caer por ese puente aquella noche.— Eleanor giró su cabeza para encontrarse con el rostro de Kislev a unos centímetros. Se sorprendió tanto que al final ambos se alejaron un poco.

—Sabes — trató de sonar animada, pero su rostro mostraba lo contrario — Últimamente he estado pensando que si lo apresuráramos un poco a que pase, tal vez me sentiría más tranquila.

Como Kislev no la interrumpía, siguió expresando lo que se había guardado tanto tiempo. Eso era lo que necesitaba, desahogarse con alguien igual que ella.

—Me canse de pelear con mis pensamientos, no puedo vivir sabiendo que quizás sea mañana el día en el que muera, incluso podría ser hoy. — sus manos jalaban mechones de su cabello mientras hablaba — vivo con miedo Kislev, así que ¿no sería más lógico experimentar una aventura, descubrir nuevos sentimientos y dejar buenos recuerdos antes de que ese mañana llegue?

Todas esas palabras le llegaron como un balde de agua bien fría sobre él. Había escuchado sabios hablar, pero Eleanor estaba en otro nivel. Kislev se levantó del tronco y ahora era él el que caminaba en círculos pensando en que responder.

Habían tenido esta conversación varías veces en el pasado, y todas ellas terminaban igual. Con una pequeña Eleanor llorando asustada del mañana. No importa cuánto se esfuerce, para Kislev era difícil entenderla, no sentía su dolor y sabía que sus palabras no tenían efecto en ella.

Puedes decirle varias cosas a alguien que la está pasando mal, pero si este no siente que deberás entiendes su dolor estás no tendrán ningún efecto en él .

El Día Después De MañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora