Un Viejo Amigo

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La vieja casa parecía no soportar otro invierno como el que se acercaba. La gente se escondía por las noche, desde su posible llegada.

En la ciudad existían rumores acerca de monstruos que comían almas durante el invierno, algunos decían que eran las almas de los inmundos buscando venganza por aquel invierno en el que ocurrió la masacre y otros simplemente querían creer que solo eran animales salvajes.

Eleanor estaba esa noche en la ciudad. Aunque tenía donde quedarse por las noches, junto con la familia Jaén, ella prefería no estar cerca por las noches.

Se encontraba dando saltos y balanceándose con las manos extendidas mientras se equilibraba sobre las pequeñas paredes del puente Joquel. Las aguas que corrían por debajo parecían escarcharse cada minuto.

Esa noche Eleanor tenía mucho en su cabeza. Además de pensar sobre la propuesta de Rosé, todos sus pensamientos estaban ocupados pensando en su peor recuerdo.

No había noche en que no soñara con este. Que ya se veía exactamente como la Eleanor apunto de morir. Aquella recostada en cerca del bosque tratando de respirar y con cortadas y vendas en sus brazos.

De un salto bajo pisando la superficie del puente. Se acercó a la orilla y trato de ver su reflejo en las frías aguas debajo de el. Cada segundo se iba agachando más y más. Estaba por caerse pero ella seguía.

Unas manos fueron saliendo de las frías aguas del Río y Eleanor extendió las suyas también . Como tratando de tocarlas. Su mirada está perdida en lo irreal, "¿Por que no terminar todo de una vez?"  Pensó. El dolor en su cabeza no la ayudaba a pensar claramente y Voces empezaron a sonar en su cabeza. Diciéndole que si no moría de esa manera, lo haría perdiendo la cordura.

Un triste verdad que descubrió con los años, fue que mientras más usaba sus poderes, más le costaba reconocer la realidad. Podía pensar que estaba hablando con alguien cuando está solo existía en su cabeza. Estaba enloqueciendo.

Se debilitaba cada vez más y más si usaba sus poderes. Primero comenzaba con un dolor fuerte en su cabeza por los constantes sonidos y palabras que creaba y luego incluso iba perdiendo la respuesta al dolor y las emociones.

Sus pies se fueron despegando del suelo y a su vez sus manos alcanzaban las que salían del agua.

Hubiera acabado ahogada o congelada por las aguas si no fuera por las repentinos brazos que le tomaron por la cintura jalándola de regreso. Los ojos de Eleanor despertaron y vieron como desaparecía las manos del Río.

Cuando recuperó todos los sentidos Eleanor estaba encima de un chico de ojos miel.

—Adar, — gruñó este mientras de un empujón la apartó de su encima. Se paró y empezó a sacudirse de la tierra mojada que le había quedado en la ropa al caer.

Era más alto que ella, a su lado a penas Eleanor le llegaba al hombro. Era fornido y tenía hombros anchos. Vestía simple, sus ropas eran con cafés con un tono rojo. Su cabello era medio largo y lacio.

—Como has crecido! — dijo asombrado y extendió su mano para ayudarla a levantarse. Eleanor abrió los ojos por un momento. ¿Cuánto tiempo había pasado desde aquel día? Tardo unos segundos y acepto su mano.

Este la jaló con su fuerza pero Eleanor volvió a caer al suelo sentada.
— ¡Pon de tu parte también! — se avergonzó —Estas más pesada que antes.

Eleanor puso sus ojos en blanco y sin decir nada se impulsó al momento que el la jaló de la mano por segunda vez.

La distancia que los separaba era diminuta, Eleanor con parecía importarle mucho pero para el está empezando a sonrojarse y dio dos pasos atrás.

—¿No vas a decir nada Adar?— respondió esté tapándose el rostro un una mano tratando de esconder el color de sus mejillas, no podía n siquiera verla a los ojos.

—No me llames así. — dijo sin mostrar ninguna expresión, se dio vuelta y se sacudió con las manos la tierra de su ropa y cabello. —Por favor llámame Eleanor ahora. Kislev.

Kislev, ahora normal se acercó y tomó un mechón del cabello de Eleanor. Era cuatro veces más largo que la última vez que la vio.

—No, me gusta más Adar. Me recuerda a la pequeña niñita que encontré ese día entre las llamas del lugar que tanto odie. —

Eleanor empezó a caminar como si nada de hace un momento no hubiera pasado. Y Kislev la siguió por detrás.

—Ah pasado un tiempo
—Doce años exactamente.— respondió Eleanor sin dejar de caminar.
—¿Me extrañaste?
—No, no realmente.

Dejavú.
Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Kislev. Eso era lo que le gustaba de ella. No había cambiado nada desde ese día. No era ingenua como todas las chicas con la que él había estado. Ella pensaba, razonaba y sacaba conclusiones en su corazón antes de responder. Era inteligente.

Ambos tenían cosas en común, y una de ellas era que ambos se les arrebató todo y se los encerró en un calabozo abajo de un viejo castillo. A Ambos se les llamó monstruos e inmundos. Tenían habilidades diferentes, pero eso los unía más. Todos los que estaban encerrados en ese castillo eran una familia de distintas sangres.

Ese día murieron varios, y los pocos que escaparon se guardaban respeto.

Kislev fue el héroe de la pequeña Eleanor. El había destruido ese horrible lugar y liberó a los que pudo de sus calabozos con su don del fuego. Se llevaban con cinco años de diferencia cuando el la encontró en medio de sirvientes y nobles asesinados por ella misma.

Una niñita de siete años y con tanta intrepidez y valor. Todos habían escapado pero ella seguí allí, y terminó el trabajo que el había empezado.

El la ayudo y se la tuvo a su lado lo más que pudo. Durante sus viajes las cuidó como una hermana Pero el tiempo mostró que alguien como Eleanor necesitaba un hogar, no a un chico igual de inmaduro que no sabía cuidar de alguien más. En especial si era del género contrario.

Así que Kislev la preparó y le enseñó a cuidarse sola, todo lo que el sabía se lo contó en solo un mes. Le mostró trucos acerca de sus habilidades, que hacer si se descontrolaban. Que no debía usarlas mucho a menos que tenga el valor para matar otra vez.

La última vez que se vieron fue en la entrada de la vieja casa de la familia Jaén. Y fueron esas últimas palabras las que el siempre guardó en su corazón. Su despedida

"Esto no es un adiós —suspiró nervioso mirando el interior de la vieja casa— Volveré si las cosas no funcionan Adar." Sus grandes ojos lo miraron y le sonrió.

Unos extraños sentimientos surgieron en su interior y le hizo sentir extraño. Como si insectos estuvieran volando dentro de él. Pero Kislev Abrió ambos brazos listo para abrazarla y marcharse,

"¿Me extrañarás?" — fueron sus últimas palabras hacia ella.
"No, no realmente." —fue lo que me respondió.

Tenerla ahí a su lado le trajeron más recuerdos del tiempo que pasaron juntos. Sin duda el se esforzaría por permanecer a su lado.

Kislev la abrazó por detrás luego de pensar en el pasado.
—Yo también no te extrañé. — Se rió solo y ambos siguieron caminando antes de que saliera el sol y despertara al pueblo.

Eleanor razonó que lo mejor que podía hacer en ese momento era no decir nada y continuar caminando.

El Día Después De MañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora