El Bar Elíptico

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Todos miraban. El escándalo venía de la parte trasera del Bar, justo enfrente de la única ventana que se abría sobre la noche urbana. Tres sujetos compartían la bulliciosa mesa.

- ¿El tiempo es lineal o circular? – preguntó Marcelo, quien ya consumía a grandes sorbos su quinta cerveza.

- Para determinarlo debiéramos estar fuera del tiempo, solo así podríamos ver su forma. Como hindú pienso que es elíptico – respondió Rajeev.

- ¡Excelente respuesta! Gritaron todos, levantando los vasos rebosantes. Un vaso quedó sobre la mesa, medio vacío, frente a una silla, igualmente vacía, de la que colgaba una mochila vieja.

- Los extrañaba amigos – dijo David, con ese exceso afectivo propio del alcoholizado – en la vida real no tengo mucha gente con quien conversar – su mirada estaba un tanto desalineada y sudaba copiosamente. Su rostro parecía una casa a punto de derrumbarse. Era dependiente de un sex shop, y la gente que conocía solía ignorarlo en la calle. Su existencia era incómoda y necesaria.

En ése momento se acercó a la mesa un tipo joven, de barba y lentes. Se veía pésimo, su rostro estaba lívido, con un suave tinte verdoso. Venía del baño, trastabillando y chocando con las mesas y el público.

- ¿Cómo estás Cutu?, ¿te sientes un poco mejor? – le dijo David al oído.

- No, me siento mal todavía, – repuso Eduardo Cuturrufo, el aludido – no se me pasa nunca, tengo una sensación extraña en el pecho. Espero no volver a descontrolarme.

- Yo sabía que no teníamos que instalarnos acá, al lado de la ventana, a Cutu lo agarró el aire –

Todos rieron, menos Cutu. Frente a sus ojos, el Bar daba vueltas, para volver ondulándose al mismo lugar. Si fijaba su mirada en un punto, todo lo demás se hacía brumoso. Sentía que había algo erróneo, algo profundamente extraño en toda la escena. Buscó en los bolsillos un medicamento, pero solo encontró un papel arrugado. No podía recordar si necesitaba medicarse o era su imaginación, declinó preguntarles a sus amigos para que no pensaran que estaba loco. Acercó su rostro a la superficie de la mesa y leyó el cenicero. Éste decía:

"Sonríe

Te estamos mirando

Estás en el Bar Elíptico"

Luego concentró todas sus fuerzas en escuchar la conversación.

- ¿Cuál es el peso atómico del Argón? – preguntó Marcelo.

- 39.948 – respondió enseguida Rajeev.

- ¡Bravo!; ¡excelente! – los vasos volvieron a golpearse, derramándose sobre la mesa. Cutu levantó la cabeza y no podía dar crédito a sus ojos. Todo daba vueltas de un modo furioso y palpitante. El rostro de sus amigos parecía un mero bosquejo de leves rasgos individuales.

- A ver, a ver, acá hay algo sumamente extraño, esto no tiene sentido –

- Pero que te pasa Cutu – dijo David - ¿quieres que te llevemos a casa?

- ¿Pero acaso no se dan cuenta?, puta huevón, esto no puede ser. Está todo mal, todo mal. Mira, pon atención. A ver Rajeev, ¿Dónde estudiaste?

- En el Liceo de Hombres poh, obvio –

- Ya, ¿y donde aprendiste tanto? –

6 Cuentos y una profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora