Capitulo 1

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Capítulo 1
Mi corazón es como un hielo...pero tú logras derretirlo.

Necesitaba una secretaria, debía conseguirla, la necesitaba y lo sabía perfectamente. Sabía que él solo no podría con todo el trabajo que tenía que hacer.

Su antigua secretaria había tenido un accidente en auto en el que había tocado una vértebra muy delicada y por lo tanto había terminado en una camilla, durmiendo por quién sabe cuánto. Un sueño al que los doctores y la mayor parte del universo llamaba "Coma". Y saber que la mujer quien era encargada de casi todo su trabajo estaba en esas condiciones, no lo ponía nada feliz.

Froto su cien mientras avisaba a la recepcionista que llegase a su despacho lo antes posible. La mujer sin objeción alguna se dirigió al despacho del hombre a paso rápido. Toco dos veces hasta que el hombre aviso que pasara. La mujer abrió la puerta encontrándose a su jefe sentado en su silla de cuero negra, frente a su escritorio. Y no era de adivinar que no estaba de buen humor. Sus facciones eran tan obvias que no hacía falta preguntar. La mandíbula tensa, su mirada en los papeles frente a él, su cabello negro despeinado, y sus manos en su cabeza apoyando los codos en la mesa. Estaba estrezado.

-¿Me llamo señor Santos?- preguntó a pesar de saber la respuesta. Èl hombre levanto la mirada de sus papeles, y su mirada penetrante se posicionó en ella. Tragó saliva los más disimulada posible, esperando que el hombre respondiese.

-Si. Necesito que hagas unas entrevistas. Quiero una asistente, para mañana lo más tardar. Ahora vete.- la mujer pensó en hablar pero sabía que eso empeoraría el estado de ánimo del hombre.

Asintió un par de veces y salió del despacho con las piernas casi temblando al sentir la voz ronca de su jefe rebotando en su cabeza. Negó un par de veces para luego volver a su escritorio y cumplir la orden que había recibido.

Mientras el hombre que se encontraba sentado en la silla negra se decidía en leer los papeles u darse un descanso y tomar una copa con alcohol. Ganó la segunda.

Se levanto de su asiento caminando a la puerta que daba entrada a su despacho. Salió del lugar y sin avisar a nadie se encamino al parqueo que poseía el edificio, decidido a relajarse un rato y disfrutar del dinero que tenía en su bolsillo del saco azul marino que traía puesto. Abrió la puerta de su deportivo, entró en este encendiéndolo y haciéndolo rugir con su gran poder.

Conducido por toda la ciudad hasta llegar a su bar favorito. Estacionó su auto, y bajo de el caminando con paso firme a la entrada del lugar mientras sonreía a cada mujer que le saludaba o hasta lanzaba uno que otro guiño o beso. Al entrar en el bar se dirigió a la barra, el barman llegó a donde se encontraba y lo saludo amablemente.

-¿Lo mismo de siempre?
-Lo mismo de siempre.- él mesero sonrío dando un golpe a la barra con su trapo, para luego empezar a servir el trago de su "amigo" se podría decir.

Al dar el primer trago al ron pudo sentir como sus hombros se relajaban. Siguió tomando hasta que supo que debía para si no quería chocar su auto contra un poste. Pago la cuenta u se despidió de su amigo. Esperando que al siguiente día que llegara al trabajo, no tuviera que ir otra vez a ese bar para desahogar sus "penas".

La vista era bonita, si. Pero no por eso le gustaba el ajetreo de la ciudad. Si fuera por él, viviría en una playa con una hermosa vista al mar, y una mansión llena de sirvientas bellas que lo abastecieran en sus peticiones y deseos que él tuviera. Pero no podía darse el lujo de descansar, su padre le había heredado una gran parte de la empresa y no podía mandar todas sus obligaciones a la mierda. Aunque debía admitir que cuando el trabajo era escaso aprovechaba para viajar, ir de fiesta, conocer mujeres, vivir su vida.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por dos toques en la puerta, dio un trago a su vino blanco y sin despegar la vista del ventanal aviso que podía pasar. Se giró y vio a su asistente sosteniendo un iPad entres sus manos.

-Señor Santos, le presento a su nueva asistente Megan Stanford.- el sonido de los tacones chocando contra el piso de madera se escuchaba por todo el despacho. Él hombre fue levantando la mirada mientras la mujer se adentraba al lugar. Su cuerpo perfectamente proporcionado, como si hubiese sido echo por un dios, su piel blanca pero con un ligero bronceado, su cabellera rubia que él al verla quiso acariciar, sus ojos celestes que al verlo lo hipnotizaron, y sus labios teñidos de un rojo que hacían que el deseo, la tentación, y otro sentimiento que él no lograba descifrar, se apoderaran del hombre. Clavo su mirada gris en ella, recorriéndola de arriba a abajo. Jamás había visto nada tan perfecto.-Señorita Stanford, él es Maximiliano Santos, su nuevo jefe.

La mujer se acercó unos pasos al hombre, al estar a unos metro le extendió la mano y sonrío mostrando sus perfectos dientes blancos.

-Mucho gusto señor Santos, soy su nueva asistente.- tomo su mano y la levanto hasta presionarla contra sus labios. La mujer no se inmutó en lo absoluto.

-Mucho gusto señorita Stanford.

Y en ese momento supo que el dinero no era su único propósito...

¿Me amas...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora