Capítulo 3

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Capítulo 3

Las mejores sorpresas, no siempre son objetos.

Pasó sus dedos por su cabello negro en un intento de calmar sus nervios. Volvió a ver su reloj por milésima vez deseando que ya llegará.

Max estaba esperando a sus asistente enfrente de la oficina d ella mujer. Pensaba sorprenderla con una gran sorpresa para así tenerla a sus pies y que fuera solo suya. Qué iluso era.

Megan era una mujer fuerte, independiente, lista. No iba a caer por los encantos de su atractivo jefe, y eso se lo había dicho unas noches atrás. En aquel bar en el que Max empezó a pensar en su plan para cautivarla, y ese día pondría en marcha aquel plan maestro. Pero aunque la mujer ya le había intentado dejar claras sus intenciones en ese bar, él aún no le quedaban claras, o no quería creerlo. Era momento que Max dejara en claro sus intenciones con su sexy secretaria.

El golpe de los tacones contra la madera hizo que él inquieto hombre levantase la cabeza para quedar embobado ante los perfectos rasgos de su secretaria. Su rostro, su cabello, sus labios, sus ojos, su cuerpo, todo en ella era perfecto. Y él era capaz de ponerse hasta de rodillas ante aquella mujer; lo cual sería un milagro ya que Maximiliano Santos jamás caía ante nadie. Pero... Ella era la excepción.

La mujer hizo caso omiso ante su presencia rodeando su cuerpo y así poder sentarse en su silla giratoria. No cruzó palabra alguna con el hombre y comenzó a teclear algunas cosas en su computador. Su actitud sorprendió a Max.

-Megan...- dijo apoyándose en el escritorio de la mujer.- El día de hoy te vez perfecta. ¿Qué digo? Eres perfecta.- Megan ni siquiera se molestó en mirarle para agradecer. Maximiliano recorrió su mirada por todo el lugar dándose cuenta que era el momento para poner su plan en marcha.- Y por ser así de perfecta te mereces lo mejor.

Chasqueo sus dedos y en el instante un grupo de mariachis entro al lugar a cantarle una serenata a la joven. La mirada de todos los trabajadores paso de, sus respectivos trabajos, al momento tan...¿romántico?

Uno de los mariachis le tendió un ramo de flores a la mujer. Indecisa y totalmente sorprendida lo acepto. Maximiliano se puso de rodillas y de su saco negro saco una caja de terciopelo color vino. Megan abrió los ojos como platos deseando desaparecer en ese mismo momento.

Maximiliano abrió la caja y en ese momento relucieron los dos diamantes que colgaban de los aretes. La mujer tapo su boca con sus manos, no porque estaba feliz, todo lo contrario. No le gustaban los "numeritos" y su jefe estaba apunto de enterarse.

-Todo para la mujer más perfecta.- Megan se levanto de su asiento, lo fulminó con la mirada, y sin dar previo aviso le dio una cachetada.

Todos los trabajadores abrieron la boca por la sorpresa de que esa mujer fuese capaz de hacer esa acción que era capaz de poner su trabajo en riesgo. Pero a la vez todos pensaron lo mismo...

<<Que ovarios tiene esa mujer...>>

-Señor Santos, creo que ya se lo he dejado en claro. Pero si no es así: Yo no involucró el trabajo con las relaciones amorosas. Y ya que usted es mi jefe, creo que debe dejar de intentar tener cosas que no están a su alcance.- y con las mismas flores que le dio el mariachi, se las tira a su jefe al mismo tiempo que gira sobre sus talones para encaminarse al baño de mujeres.- Y por si no sabía. Soy alérgica a las flores.

Todo el lugar quedó en silencio. Maximiliano se levanto del suelo, solo basto dar una mirada para que todo el mundo volviera a sus trabajos y que los mariachis se callaran.

Su plan había fallado, y estaba totalmente molesto por eso. Pero se consoló al recordar que aún le quedaba un plan B... Y uno C, D,E,F,G y hasta la última letra del abecedario. No se rendiría tan fácil.

Dio un suspiro y se dirigió a su oficina con la frente en alto. No le importaban los murmullos y miradas, él siempre tendría su orgullo en alto.

Cerró la puerta de su despacho pensando y anotando ideas para su siguiente plan. Mientras que a unos metros de su oficina otra mujer se encontraba deseando ser ella quien estuviera en el lugar de Megan.

Mónnyc, la recepcionista, no dejaba de arrepentirse de haber escogido a esa zorra como la asistente de, no sólo su jefe sino también su amor secreto. Desde el momento en el que vio aquellos ojos y ese rostro de dios griego, supo que no defraudaría a su jefe. Aunque en el fondo sabía que ella nunca podría estar en el lugar de Megan. No porque no fuera bonita, todo lo contrario. Su largo cabello negro, sus ojos verdes, sus delicados labios rosados y su delgado cuerpo pero bien proporcionado hacían que esa mujer fuera una reina. No obstante, y para su mala suerte, su jefe no la miraba de esa manera.

Aun así le sería leal hasta la tumba. Lo amaba, y aunque no estuviera en el lugar de la rubia, jamás dejaría de soñar con que él era su rey...

...solo suyo...

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