Capítulo 4
Lo prohibido siempre es mejor...
Camino descalza por todo el piso de madera, sintiendo la frialdad de este, se detuvo a escasos centímetros de la puerta antes de tomar el pomo y girarlo. Su mirada penetrante mostró más de un sentimiento, y para mala suerte, ninguno de ellos era agradable. Se cruzo de brazos antes de formar sus labios en una fina línea.
-¿Qué hace aquí?- preguntó con tono tosco y frío. No le molesto hablarle de esa manera, no tenía miedo a las consecuencias.
-Vine a pedirte una disculpa.- la expresión de la mujer cambio de un segundo a otro, pasando de ser serio y frío a uno confundido.- Se que no me he comportado de una manera decente y...
Antes de que Maximiliano pudiera proseguir, la mujer colocó un dedo sobre los labios de su jefe sorprendiéndolo al instante por aquel sencillo pero atrevido acto.
Megan suspiro antes de invitarle a pasar a lo que Maximiliano aceptó. Al entrar al lugar recorrió la mirada de arriba a abajo. No era un lugar lujoso para su gusto, sin embargo era bastante acogedor y hogareño. Pequeño y sencillo pero lindo.
La chica palmeó uno de los sofás invitándole a tomar asiento al lado de ella. Antes de que el hombre tomará asiento, asintió más para el que para ella.
-Como te estaba diciendo, me quiero disculpar por mi actitud pero entiende que jamás había visto a una chica con tu belleza y al verte sentí...algo indescriptible, no podía dejarte ir. Lo siento si te incomode en el trabajo, pero eres una chica hermosa, fuerte, y valiente, algo que cuesta ver en muchas mujeres pero tú... Tú eres la excepción.
<<Me comporté como un imbecil intentando sorprenderte pero me di cuenta que tú no eres como las demás, por lo qué nuevamente te pido una sincera disculpa y entenderé si...
Y por segunda vez, antes que el hombre pudiera terminar. Una presión en sus labios lo hicieron callar de un segundo a otro.
Las manos del hombre exploraron aquellas curvas nuevas que tiempo atrás había querido recorrer pero aún no lo había logrado, hasta ese momento. Mientras que la mujer enredaba sus uñas por el suave y ahora despeinado cabello de Maximiliano. El beso paso de un segundo a otro a ser más apasionado y salvaje, lo que provocó que Meghan se sentará en el regazo de su jefe sin detener aquel provocativo tacto.
-Creí que jamás podría sabor esos labios de cereza pero me di cuenta que son demasiado perfectos como para no hacerlo.- musitó encima de los labios de Megan.
-Oh, cariño. ¿Nunca has oído que lo prohibido SIEMPRE es mejor?- una sonrisa traviesa se plasmó en el rostro de ambos, provocando más excitación en el ambiente.
No tardaron más de cinco minutos en dejar la ropa de los dos es parecida por cada rincón de la casa. Finalizando aquel momento en un orgasmo que sólo hizo que el deseo aumentará a gran escala.
Los rayos del sol se filtraron por la ventana provocando que los párpados de Megan se levantaran poco a poco dejando a la vista sus preciosas joyas del color del cielo.
Se incorporó de la cama tomando la primera prenda que encontró, es decir, la camisa blanquecina de su jefe con las bragas que habían terminado colgando de la lampara la noche anterior. Un dulce olor inundó sus fosas nasales, guiándola a paso lento hasta la cocina donde Maximiliano se encontraba con un simple pantalón, cocinando lo que parecían ser hot cakes. Dejando a la vista su increíble e irresistible torso desnudo.
Ese momento bien que se podía clasificar como una mera escena de una película de amor. Es decir, un típico cliché. Pero a pesar de eso, eso no quita a que ese momento fuese memorable y lindo de ver.
Se acercó a él dejando un camino de besos por toda su espalda. En un rápido movimiento, el hombre se giró, tomó a Megan del trasero elevándola hasta sentarla en la isla para besar sus labios con el mismo fervor que antes. La mujer sonrío sobre sus labios.
-Buenos días, hermosa. ¿Qué tal dormiste?- preguntó acariciando los muslos de la chica.
-Bien, y aún mejor con tus caricias.- el hombre sonrío ante aquellas palabras que le satisficieron.- Pero...¿Qué haremos? Nos acostamos y tú eres mi jefe.- masculló Megan con tono preocupado, mientras mordía su pulgar.
-¿Y? Exacto, soy tu jefe y el de los demás. Soy capaz de amenazarlos para que no hablen acerca de nuestra relación.- irguió la ceja aún más confundida.
-¿Tenemos una?- y sin previo aviso, volvió a besar su labios dejándola con la respiración agitada.
-Creo que eso responde tu pregunta.- sonrío de esa manera arrebatadora que eran capaz de quitarle la respiración a cualquiera. Con la belleza griega que tenía ese hombre, era capaz de tener a los pies a quien quisiera.
Y él lo sabía perfectamente y no dudaba ni un segundo en utilizar eso a su favor.
-Esta bien, pero...no quiero que nadie se entere. No quiero que me tomen como una zorra que solo tiene el trabajo porque está con su jefe.
-Tranquila, no permitiré eso. Te lo prometo.- la mujer negó insegura, agachando el rostro. Maximiliano al ver la inseguridad de Megan, tomó su barbilla con delicadeza volviendo a elevar su rostro para que sus labios termina en rozando.- Tranquila, recuerda. Lo prohibido siempre es mejor...
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¿Me amas...?
RomanceEsa cabellera rubia como el sol que quiso acariciar, esos ojos celestes que lo hipnotizaron, y esos labios color rojo que provocaron deseo y un sentimiento que él no supo descifrar... Al ver toda esa perfección supo que el dinero ya no era su único...