Cápitulo VI - "El nacimiento de dos luciérnagas."

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Un grito se extendió por el pasillo mientras ruedas giraban en dirección de quirófano, personas se amontonaron siguiendo aquella camilla reconociendo el rostro de la mujer que respiraba fuertemente. La habían visto ya muchas veces, en la televisión, la habían escuchado hablar de "un renacimiento" en la radio y sin embargo, para muchos se encontraba ajeno que pudieran verla con tal terrible expresión. Pero qué era de esperarse de una mujer embarazada.

Entró sólo el personal, la sala de espera era una mezcla de curiosos y familiares, más abundante el primer grupo que el otro pero aún así todos esperaban expectantes mirando de soslayo aquellas pesadas puertas que se cerraron tras la mujer.

-Era ella, ¿verdad?

- Sí, definitivamente lo era.

Conversaciones flotaron en el aire y se esfumaron cual humo mientras el tiempo pasaba y la gente se retiraba. Hasta que, finalmente, sólo quedaba una persona sentada en un banca, lo sobresaltaron las puertas al abrirse.

- ¿Usted es el tutor?

- Sí, soy su... esposo.-Tragó nervioso y sonrió para que no se notara la mentira en su rostro. El médico le sostuvo la mirada.-Pero dígame... ¿Cómo está ella?

- Lo... lo siento. Hubo una hemorragia posparto y... perdimos a la madre. Los niños están bien pero fueron prematuros así que tendrán que quedarse en cuidados intensivos. Lo sentimos mucho...

- No.

- Muchacho... Hicimos todo lo que pudimos pero...

- No, por favor no. Dígame que no... No puedo perderla ahora.

Antes de escuchar algo más, se dio la vuelta y corrió con todas sus fuerzas. Cruzó como una exhalación los pasillos escuchando gritos que avisaban precaución.

Se detuvo hasta que su respiración ya no lo dejó moverse más y cayó de rodillas. No podía creerlo. Simplemente... no podía. Lágrimas empezaron a caer mientras se tapaba el rostro con ambas manos. Su memoria recordó cruelmente la sonrisa de aquella mujer en la mañana. Recordó los últimos cuatro meses que había estado con ella, recordó... sus lágrimas cuando su esposo la abandonó. La reconfortó. Se abrazó a sí mismo tratando de recordar el tacto de su piel cuando la abrazaba.

La añoraba. No sabía cuándo, no sabía por qué pero justo en ese momento supo que se había enamorado de ella. Lo supo cuando ya no iba a poder verla nunca más y se odió a sí mismo por nunca habérselo dicho. Lentamente, se levantó a la atenta mirada de todos y, en lugar de salir del hospital, se encontró así mismo subiendo las escaleras de emergencia hasta la azotea.

Poco antes de subir a la barda miró atrás y recordó a aquellos dos niños que esperaban ver el mundo, un dolor agudo cruzó su corazón mientras suspiraba un silencioso lo siento. Aquellos niños no sabían a lo que se enfrentaban, mientras que luchaban por sobrevivir no sabían aún que este mundo se estaba cayendo a pedazos y mucho menos sabían la cruda realidad de quien, en este tiempo, nacía. Unas cuantas lagrimas más se escaparon de sus ojos, tomó aliento y saltó.





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⏰ Última actualización: Apr 27, 2019 ⏰

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