Capítulo IV - "El niño que se convirtió en adulto."

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Su mano temblaba sobre la fría rejilla de metal y antes de entrar, sintió como un nudo nacía en su estómago al verificar la información de la siguiente celda.

Sergei Ivánovich Petrov

Edad: 8 años

Nacionalidad: Ruso.

Hijo del renombrado político Ucraniano, Iván Petrov.

Alteración: Ilusionista.

ADVERTENCIA. Actúe con extrema precaución.

Mientras aquella pesada puerta de metal se recorría acompañada de un rechinido, la respiración de Adam se volvió irregular. Al abrir, la habitación estaba completamente a oscuras y sintió un escalofrío al escuchar sollozos provenir de algún rincón.

-¿H..Hola?- tartamudeó mientras entraba cauteloso a la habitación.

Al instante, como si lo estuvieran esperando, los sollozos se detuvieron.

Lo último que recuerda fue ver el suelo desaparecer ante sus pies.

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Hace 6 meses

El invierno estaba cada vez más cerca. Y esa noche, mientras la luna se alzaba de entre las montañas, un niño, no más grande que sus hermanos, dormía en un pastizal cerca de su granja.

Estoy escondido.

Eso había salido de su pequeña boca mientras los adultos preguntaban por qué se encontraba ahí. Muchos habían mirado extrañados mientras, otros, se alejaban con una sonrisa.

Ah, aquella juventud y sus inocentes juegos.

Pero era diferente para él, ya que, desde hace mucho tiempo, esto había dejado de llamarse un juego. Ya no era divertido esconderse, ya no significaba que quería que lo encontraran. Y mientras todos aquellos adultos se alejaban apresurados por el intenso frío, él entendió por primera vez la realidad de este mundo que se muere cada vez más rápido.

Nadie cuida de nadie.

Desde siempre y hasta ahora sólo recuerda a una persona que se había preocupado por los demás sobre todas las cosas.

Su madre.

Ella había sido la única persona que le mostró la mano a alguien que necesitaba ayuda y sin embargo... Sin embargo, algo cambió en él cuando su padre, un hombre de política, la asesinó en un día de nieve. En frente de su hijo. En frente de su única familia.

Es necesario.

Eso, y una mirada inquisidora al pequeño, había sido su única excusa. Y ahora, en la soledad de la oscuridad, recordaba la mirada triste que su madre le había dado unos momentos antes de su muerte.

Mientras esperaba, su aliento se veía como una espesa cortina de humo y entonces, cuando creyó que todo había sido un horrible sueño, escuchó como la puerta de aquel destartalado granero se abría acompañada de un chirrido proveniente de la madera vieja.

-Ya vinieron por ti.

De entre la oscuridad escuchó la voz soberbia de su padre y aguardó un poco más. Miró sus manos, tan pequeñas y a la vez tan llenas de culpa. Por que, a pesar de que él no había sostenido aquella filosa arma, se sentía tan culpable por su muerte como no lo hacia su padre. Sus hermanos, ahora 3 años mayores que él, no podían entender el dolor que guardaba su corazón al ver la habitación de su madre vacía. Ellos no la vieron como él. Nunca la verían como él, por que él era su único y verdadero hijo.

-Vamos, apúrate. No tengo todo el día.

Escuchó de nuevo, pero hizo oídos sordos a aquella persona que le había arrebatado su familia y aguardó hasta que el sonido de movimiento lo alarmó. Repentinamente, sintió un dolor punzante en su hombro y miró en la dirección del brusco jalón. Cuando estaba a la mitad de salir, alguien totalmente desconocido lo tomó por la cintura y lo levantó tan fácilmente que lo hizo sentir liviano como una pluma.

-¡Vamos!

Mientras caminaban afuera no pudo evitar sorprenderse por la repentina nieve y cuando salió del granero su corazón se llenó de curiosidad al mirar al centenar de gente que rodeaba la entrada. Algo había pasado y si no, algo iba a ocurrir. Miró aquella multitud y luego miró a la persona que lo arrastraba fuertemente del brazo y supo qué pasaba.

Lo habían elegido a él.

Comenzó a forcejear mientras recordaba aquel papel que su padre había sostenido fuertemente mientras asesinaba a su madre. No sabía qué era lo que tenía escrito, pero recordó una calurosa tarde cuando su padre había tenido una conversación a solas con sus hermanos y que, después de salir de aquella habitación, todos lo habían empezado a tratar con aprecio.

Miró ahora con miedo cómo lo llevaban entre aquellas personas y rogó con la mirada que lo detuvieran. Pero, como siempre, nadie lo ayudó. Todos tenían a alguien por quien ver, a alguien a quien cuidar. Pero no era a él. Miró a los ojos a mucha gente y, mientras la nieve caía, vio cómo protegían a sus hijos. Y fue ahí cuando se dio cuenta de la realidad que se formó después de la muerte de su madre.

Ya no tenía una familia.

Y por eso, nadie esperaría su regreso. Entendió que, si no era a él, se llevarían a otro niño que (aunque le doliera en el alma) extrañarían. Así que se armó de valor y dejó de pelear. Suspiró y caminó a la par de aquella persona desconocida. Caminó hasta un automóvil donde lo acomodaron en el asiento trasero antes de cerrar la puerta. Cuando la otra persona tomó el asiento del conductor, un sollozo escapó de los labios de aquel niño.

Después, cuando aquel automóvil arrancó el pequeño no pudo evitar mirar atrás y ver cómo aquella casa, donde había vivido toda su vida, se hacía cada vez más pequeña, hasta que se perdió en la lejanía. Y, cuando ese niño regresó a su asiento, aquella persona por fin habló.

-Todo va a estar bien cuando lleguemos, chico. Pero mientras tanto, hagamos esto más cómodo, no crees? Soy Mark ¿Cómo te llamas?

Aquella persona, Mark, al no escuchar respuesta, miró por el retrovisor y vio a un pequeño niño peleando consigo mismo por no llorar.

-¿Tienes miedo?

El niño permaneció callado mientras se secaba las lágrimas con las mangas de su playera y Mark regresó la mirada a la carretera sintiéndose tonto por haber preguntado lo obvio pero, al ver por el retrovisor de nuevo, los ojos de aquella persona se dilataron cuando ese pequeño le respondió con una sonrisa. No una sonrisa sin temor si no, una valiente. Y en ese momento, el niño, creyó en la felicidad... Una felicidad que nació al poder ayudar a aquellos que, con temor, protegían a quienes amaban. Y sintió un alivio en el corazón de poder tomar el lugar de cualquier otra persona que hubiera tenido que estar ahí.

Y entonces, a la corta edad de ocho años, el niño entendió una segunda cosa en la vida.

La vida puede ser maravillosa si no se le tiene miedo.

La Prisionera De La Segunda Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora