Fuera de control

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La abuela Helga y el abuelo Arnold estaban sentados en la oficina del director Adam en la escuela primaria 118, se les había notificado que su nieta; la pequeña Elsa G. Había golpeado a un niño en el patio del recreo.
En primera instancia, ninguno de los adultos lo había creído, pues la niña era la más dulce y tierna que habían conocido, pero luego de haber hablado con el pequeño Edwin, se había descubierto la verdad.

—¡Ella me fastidia!— exclamó el pequeño niño de siete años
—¡Eso no es verdad! Eres un exagerado bebé llorón— le dijo la niña
—Elsa... Basta— le advirtió el director
—Bien director, yo no sé cuál es el castigo que planea darle a mi niña, pero yo sugiero que primero investigue si realmente Elsa golpeó al chico— dijo Helga y Arnold rodó los ojos
—¡Pero señora Shortman, es evidente que Elsa G. Golpeó al menor!— dijo el director
—¿Tiene testigos?— preguntó la mujer mayor
—No pero...
—¡Ahí lo tiene! Es la palabra de mi dulce nieta contra la de este niño—  dijo la mujer, cruzándose de brazos
— Pero señora Shortman...
—¡No, ni hablar! Nosotros nos vamos, cuando tenga pruebas nos llama, ¡Qué manera de hacernos perder el tiempo!— exclamó Helga

Arnold se levantó de su silla y abrió la puerta de la dirección para que Helga y su nieta salieran, después de disculparse con el director por el comportamiento de ambas chicas, salió hacia el estacionamiento donde se encontraba Helga mirando con el ceño fruncido a Elsa G

—Crei que estabas convencida de que ella no había sido— le sonrió Arnold a su esposa
—Es obvio que ella lo golpeó, por eso tendrá que lavar la loza por un mes, pero no iba a permitir que también la castigaran en la escuela, ¡Si no estoy loca!— exclamó Helga, subiéndose al auto

Arnold no pudo evitar reírse, tomó de la mano a su nieta y la ayudó a subirse al Pic-up. Todo el camino Helga iba hablando de las cosas malas que le ocurrían a las niñas que golpeaban a la gente y cuando llegaron a casa, Elsa se bajó corriendo del auto para evitar más sermones.

—Creo que estás siendo un poco dura con ella, ángel— le advirtió Arnold
—¿Un poco dura? ¡Arnold! La niña golpeó a su compañero— le recordó la mujer
— Helga... No sé si lo recuerdes pero tú eras exactamente igual que Elsa a su edad— le sonrió su esposo, con diversión
—¿Que quieres decir que no sabes si lo recuerdo? ¡Claro que lo recuerdo, por eso tengo miedo!— exclamó ella
—¿Miedo de qué? Si tú resultaste bastante bien, aún que me empuja así todo el tiempo— le recordó el hombre, alzando una ceja
—¡Claro que te empujaba! ¿Si no como rayos iba a tenerte debajo de mí?— preguntó la mujer sonriendo y Arnold soltó una carcajada
—Umm no sé, podrías haberlo pedido amablemente— le dijo el hombre y fue el turno de Helga para reir
—¡Arnold! Las mujeres en mi familia no pedimos las cosas, solo las tomamos— le confesó la rubia con rudeza
—Oh entonces es por eso que Elsa G. Golpeó a su compañero— dijo Arnold mientras se dibujaba en su rostro una sonrisa triunfal
—¡Ugh cállate cabeza de balón!...

54 años antes....

Helga y Wolfgang habían decidido que no serían de esas parejas que ocultaban su relación, pues ninguno de los dos se sentía mal por sentir lo que sentían por el otro. Por lo que llegaron a la preparatoria de Hillwood tomados de la mano.

Por su parte, Arnold aún se encontraba en casa, no quería salir de la cama a enfrentarse al que estaba seguro que era un de los peores días de su vida.

—¡Y todo por no acercarme a ella antes! Ahora es demasiado tarde— se dijo el chico, tapándose hasta la cabeza con la cobija— Tal vez si Helga ve que comienzo a comportarme con Wolfgang, ella se fije en mí... ¡Eso es! ¡Seré todo un brabucón!

Con este pensamiento Arnold saltó de la cama y comenzó a revolver su armario para encontrar la ropa perfecta para su drástico cambio de estilo.  Cuando ya estuvo satisfecho con su nueva imagen corrió hacia el auto y se marchó a la escuela.

Al llegar, todos ya se encontraban en el primer periodo, por qué Arnold tuvo que entrar al aula mientras el profesor explicaba.

Todos miraron asombrados al cabeza de balón, pero para mala suerte de Arnold, Helga no tomaba esa clase con él.
Cuando por fin terminó la clase, Arnold observó a Helga y a Wolfgang platicando animadamente con otra pareja de chicos, por lo que decidió ser valiente y pasar frente a ellos.

En cuanto los ojos azules de Helga se posaron en los de Arnold, su mandíbula cayó al suelo, ¡¿Que estaba pasando con el cabeza de balón?!

—¡Dame todo tu dinero, enano!— exclamó Arnold, tomando por el cuello de la camisa a uno de los chicos de segundo grado
—¡N-no tengo dinero, me enviaron lunch desde casa!— exclamó el chico, asustado

Arnold zarandeó al chico con fuerza y luego lo aventó al suelo, todos en la cafetería lo miraban extrañados y asustados por su comportamiento. Helga no podía soportar lo que estaba observando.

—¡Ugh! Ahora vuelvo— le avisó a Wolfgang y el chico asintió preocupado por la reacción de Helga

La chica rubia caminó hacia el cabeza de balón y lo tomó del brazo para arrastrarlo hacia un lugar donde pudieran hablar.

—¡¿Que es lo que te pasa Arnoldo?! — exclamó
—No sé de qué me hablas, rubia— dijo Arnold, cruzándose de brazos
—¿Rubia?... ¡Arnold! Estás fuera de control, ¡Tú no eres así!— exclamó ella, molesta
—¿Y como sabes? Si no me conoces realmente— debatió el joven
—¡¿Qué no te conozco?!— se rió Helga, con amargura— Arnold, yo te conozco mejor que tú mismo
—¡Que tontería! Eso es imposible, que convivamos desde preescolar no quiere decir que me conozcas— se quejó Arnold
—Arnold, creeme, yo te conozco— dijo Helga, con seriedad
—A ver, si tanto me conoces dime mi mayor secreto— le retó el chico
—Es relacionado con tus padres...Tu encontraste un mapa del lugar donde se perdieron y esperas el día que puedas ir pues tienes la esperanza de que estén vivos— dijo ella, sin titubear

Arnold no podía creer que Helga supera eso, ¿Como lo sabía? No sé lo había dicho a nadie más que a sus abuelos, el corazón del chico latió con fuerza.

—¿Lo ves, cabeza de balón? Yo sí te conozco— le dijo, cruzándose de brazos
—¿Pero cómo? ¿Como sabes eso?— demandó el chico
—Arnold... Cuando te importa una persona pones atención hasta en los más mínimos detalles— le confesó ella
—¿Que significa eso? Pensé que me odiabas— replicó Arnold y Helga negó con tristeza
—No te odio, pero esto demuestra que yo no te importo porque si te importara, tú sabrías mi más grande secreto— le dijo ella
—¡Helga, pero si me importas! ¡Mucho!— exclamó Arnold, con desesperación
—¿Si? No te creo— dijo ella dándose media vuelta para irse, pero Arnold la tomó por el brazo — Suéltame Arnold, tú no me conoces
—¡Déjame hacerlo! Quiero conocerte
—Nunca te lo he impedido — dijo ella, soltándose del agarre del joven

Arnold tenía un gran nudo en su garganta, ¡Estaba perdiendo a Helga! Y todo porque no sabía que la tenía desde hacía mucho tiempo.


Mi InspiraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora