1. Primera mordida.

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Las personas siempre tienen en mente el estereotipo del vampiro cruel, sádico y despiadado. Un ser que se alimenta de sangre y hace cualquier cosa para conseguirla. Alguien maligno, un demonio incluso, pero... ¿Qué pasaría si nada de eso fuese cierto?

Éstos individuos se han mantenido ocultos durante mucho tiempo para no caer en conflicto con los humanos, y han sobrevivido gracias a un pacto muy antiguo que realizaron con un clan de cazadores,  que para ese entonces les tuvo clemencia. Ahora viven entre nosotros como personas comunes.

Yo tuve la suerte de conocer a uno, y ese hecho cambió mi vida más de lo que esperaba.

*

Era un día como cualquier otro, en el aula todos parloteaban sin parar mientras esperaban que sonara la campana del recreo. En aquel entonces tenía como ocho años, me aburría con facilidad y por ello terminaba mis tareas más por compromiso que por otra cosa. Detestaba que me dejaran actividades que hasta un bebé podría resolver si se lo propusiera. Recuerdo que esa mañana resolví como veinte ejercicios de matemáticas y le pedí a mi profesora que me mandara más para tener algo que hacer en casa. Bueno, soy de esas personas que necesita ocupar su tiempo en algo, por que de lo contrario sienten que su vida no tiene sentido.

Caminé un rato por los pasillos de la escuela pensando en qué haría después de haber terminado todas mis tareas cuando, de repente, me topé con un chiquillo sentado en el suelo. Se encontraba con la espalda apoyada de la pared y parecía cansado. Me acerqué a él y me incliné a su altura para verle el rostro, quería asegurarme que estuviera bien.

—hola, ¿Está todo en orden?—, hablé suavemente para no asustarlo.

El pequeño levantó la mirada y,  pese su expresión de desvelado me miró fijamente—sí, no te preocupes—, contestó.

Era obvio que mentía, porque se veía bastante mal. Insistí en que me hablara sobre cómo se sentía, hasta que, luego de unos minutos me contó su situación.

—Soy un vampiro...—confesó.

Quedé paralizado al escuchar sus palabras, pero recobré la calma al recordar el estado del chico. Al parecer él notó que estaba nervioso.

—No tengas miedo, no podría atacarte aun si quisiera, y menos en este estado...—, expresó con una cálida sonrisa, sin quitarme la mirada de encima. Sus ojos azules me inspeccionaban cuidadosamente— estoy así porque no he bebido sangre desde hace días...

De forma inconsciente llevé una de mis manos a mi cuello—tranquilo, no voy a morderte—, suspiró al verme.

—No pienso morder a nadie de todos modos...—continuó hablando—pero ya no sé que hacer, —. Empezaron brotar lágrimas de sus ojos—no puedo vivir sin beber sangre, pero me rehúso a hacerle daño a alguien más...

Puse los ojos como platos.

Cuando quise hablarle nuevamente casi se me quebró la voz—¿Hasta qué punto has lastimado a alguien?—, él desvió la mirada y se tapó el rostro con las manos—maté a un compañero de clase en preescolar...—. Tragué saliva cuando lo escuché.

Me sentía mal por el chico, sin embargo, admito que también estaba aterrado. Mató a una persona, y no era seguro que no lo volvería a hacer, aunque en ese momento a duras penas podía moverse.

A lo mejor en otras circunstancias me hubiese alejado de ahí sin pensarlo, pero ese niño me hizo recordarme a mi mismo en uno de los peores momentos de mi vida, cuando me encontraba sólo y desamparado. Así que intentando borrar de mi mente las horrorosas imágenes de un niño asesinando a otro, lo tomé de los brazos y lo ayudé a pararse.

—Deberías dejarme aquí, es suficiente con que hayas escuchado mi historia...

—¡Pero quiero ayudarte!—insistí—¿Qué debo hacer?

Me miró con tristeza mientras sujetaba mis manos—en serio, ya has hecho mucho...déjame...

—¡Oh, vamos! ¡Esto no puede quedarse quedarse así! ¡Te morirás! 

Bajó la cabeza —lo sé —, admitió.

El verle en ese estado tan deplorable me llenaba de frustración, ¿Se rediría tan fácilmente? él tiene el mismo derecho de vivir que cualquier otro pendejo en este mundo, ¿Porqué prefiere morir por el bienestar de gente que ni siquiera conoce?—Ah, pero tú también te estás preocupando por un desconocido, es lo mismo ¿No?—replicó mi subconsciente.

Harto de la situación y falto de ideas, recurrí a lo más práctico.

—Mira...si no quieres hacerle daño a nadie, úsame a mí... 

El chico se sorprendió —¿Qué?

—Sé que suena loco, es la primera vez que nos vemos  y encima ni sé tu nombre — Continué —, pero no quiero que mueras...

Aún me miraba con desconcierto—Supongo que los colmillos son como agujas, así que no debería ser tan doloroso...—suspiré —, a partir de ahora dejaré que me muerdas cada vez que necesites...

—No entiendo...no ganas nada haciendo esto, sólo sufrirás...

Me quedé pensativo por un instante.

—Es verdad, sufriré, sentiré dolor, me lastimaré...todo por ayudar a un desconocido...¡Hasta yo me sorprendo de lo que estoy haciendo!  pero algo me dice que no me voy a arrepentir de esto.

Me miró con ojos brillantes, completamente atónito.

—Bueno, dame un segundo...— dije mientras me desabrochaba los primeros dos botones de mi camisa — estoy listo.

El chico caminó hacia mí y me dio un fuerte abrazo—¡Gracias!—, exclamó felizmente.

Con un suave movimiento hizo a un lado los cabellos de mi nuca y se acercó clavándome los afilados caninos. Sentí una fuerte punzada, la piel me ardía y la sangre chorreaba lentamente por mi cuello, apreté los dientes y aguanté las ganas de gritar, el dolor que sentí era infernal. Poco a poco comenzaba a sentirme exhausto y luchaba por mantenerme de pie. Luego de unos minutos el chico se separó de mí con cuidado, al verlo me fijé en su boca ensangrentada, con una sonrisa en los labios me sostuvo firmemente de los hombros y me dijo:

—te debo la vida.

Le sonreí tratando de ocultar lo adolorido y mareado que estaba.

—Ahora me siento repuesto, lleno de energía—posó su mirada en mis ojos—, comprendo que debes sentirte cansado y eso, pero ya pasará, has hecho tu parte y es momento de que yo cumpla con la mía, ven...—me tomó de la mano y me sostuvo por la espalda para equilibrarme, después empezó a caminar, arrastrándome con él. 

—¿A dónde me llevas?

—Primero, hacia una pluma que está en el patio de atrás, debemos limpiarnos, y luego te compraré un jugo de mora en la cafetería, si quieres te compro algo de comer también...te recuperarás más rápido así.

—No tienes muchos amigos ¿Verdad?—comenté sarcásticamente.

—¿Qué puedo decir?—rió—, mi condición nunca me ayudó a ser muy sociable, pero creo que he encontrado a la persona indicada para iniciar.

—Idiota...

Al decir esa palabra ambos nos echamos a reír. Así fue como conocí a King, un auténtico vampiro, y también a un buen amigo.

Aquella mañana fue el punto de partida de una vida llena de experiencias nuevas, y aunque era obvio que no todo sería sencillo, era algo muy necesario.









Hilos rojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora