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— ¿Podrías por favor recoger tú estúpido maquillaje del lavabo? —Gritó mi hermana.
— ¿Y sí no quiero qué?
— No me provoques Larissa, sabes que papá me hace responsable del orden en ésta casa y sí no están tus cosas en su lugar juro que te arrepentirás.
— Qué humor hermanita, creí que ya habías tenido sexo —Me burlé.
— Qué tú seas una cualquiera con cara de mosca muerta no significa que yo también, ahora recoge tus porquerías —Gritó de nuevo.
Que humor, parece que a la cara de simio no le dieron anoche, bueno, no es como sí le dieran muy seguido, Kassandra está más sola que la tía Miranda luego de que su novio de la infancia la dejara hace más de 30 años. Decidí levantarme e ir por mi maquillaje al baño, podré ser una maldita a veces pero no una desordenada, caminé por el pasillo, entré al baño, recogí mi maquillaje y luego fui a la cocina por un vaso de agua y volví, al parecer la desquiciada se había encerrado en el cuarto de mi hermano, paré un momento sólo para escuchar sus sollozos tras la puerta, suspire y volví a mi habitación.
Me acerqué al armario, tome un vestido azul metálico sin mangas, unos tacones negros y ropa interior, entre al baño, hoy saldría de fiesta y nada ni nadie impediría que la pasara muy bien, ni siquiera los recuerdos. Luego de darme una ducha Salí del baño secándome el rostro con una toalla, la dejé sobre la mesita junto a mi cama, tomé la secadora y la acerqué a mí, creo que no hace falta decir para que funciona la jodida secadora, tardé más de 10 minutos en arreglar mi cabello, me paré frente al espejo y admiré con recelo la cicatriz en mi pómulo derecho, cerré los ojos para contener las lágrimas, suspire sin permitir que nada arruinara la noche, rice mis pestañas, les puse rímel y por último un poco de rubor sobre las mejillas y labial color rojo sobre mis labios, corrí hacia la cama, tome los tacones y me los coloque, tome un bolso negro del armario para luego salir de la habitación.
—¿A dónde vas? —Preguntó Kassandra detrás de mí.
—Por ahí —Respondí sin más.
—Sabes qué piensa papá al respecto —Me miró seria.
—Y tú sabes que lo que papá piense me importa un carajo.
— Debes cambiar Larissa, a él no le gustaría que pasaras tu vida de fiesta en fiesta, a él no le gustaría —Repitió y se fue, sabía perfectamente a quién se refería.
Salí de casa prácticamente corriendo, saqué las llaves del auto de mi bolso, subí sin mirar a atrás. Conduje por la ciudad hasta llegar al club más concurrido de toda Santa Clara. Un letrero con grandes luces me daba la bienvenida, "El Cairo" era una de las sensaciones en los últimos meses, todos querían estar en la lista VIP. Estacioné el auto una calle antes frente a una tienda que yo conocía muy bien, no confiaba en dejar a mi bebé ahí pero no tenía otra opción, bajé del auto para luego ponerle el seguro, camine unos cuantos metros hacia el club, y entonces le sonreí al guardia.
—Querida Larissa, que gusto tenerte por aquí —Dijo quitándose las gafas.
—Sabes que éste es mi lugar favorito Nikolay, ¿me dejaras pasar? —Pregunté al mastodonte frente a mí.
—La chica del jefe no debe preguntar —Dijo para luego abrirme camino entre las personas.
Entré y pude ser testigo del caos adentro, la cantidad de gente en el lugar era simplemente ridícula, algunos bebiendo hasta caer, otros pasándola bien y unos al borde de un orgasmo frente a todos. Jamás falta esa clase de gente, caminé hacia la barra y salude al chico del que no recordaba su nombre.
—¡Oye tú! —Grite sobre la música a todo volumen.
—¿Sí Larissa? —Volteó el chico dirigiendo un trago hacía mí.
— ¿En dónde está tu jefe? —Pregunté.
—Esperándola señorita —Dijo tratando de servir a los ebrios que pedían a gritos lo que habían ordenado.
No tardé en caminar por el club hasta la puerta del personal, divise una puerta roja al final del pasillo y entré.
—Creí que no vendrías —Dijo sentado tras un escritorio.
—Ya lo ves, aquí me tienes, como siempre —Respondí.
