Recuérdame.

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AMAIA:

Abro la puerta del microondas y a pesar de que sé que me voy a quemar y que tengo las manoplas a un palmo de mis narices, cojo la bolsa de palomitas con las manos y la abro.

—Mierda. Quema.

Escucho una risa a mis espaldas y al girarme veo a Alfred apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Lleva puesto su pijama de goofy y las gafitas que tanto me gustan. Finjo que me enfado y se me acerca, coge mi mano y la pone bajo el agua helada del grifo. Cuando dejo de sentir quemazón, me besa el dorso de la mano y hace que dé una vuelta sobre mi misma.

—Eres un cursi, Alfred.

—Alaa. Encima que me preocupo. —río y pone morritos. Le beso y me apresuro a poner las palomitas en un bol antes de ir al salón. — ¿Cuál pongo al final? ¿Wonder o Coco? Porque he estado pensando que podríamos ver "Coco", que encima es de Pixar...

—Ah, pues esa. —Alfred ríe entre dientes —Oye, ¿Y tú de qué ríes?

—Nada, nada. Que "Coco" es la que había puesto.

Vamos al salón y Alfred se sienta, esperando que yo haga lo mismo para acomodarse sobre mí, como siempre que vemos películas. No importa si estamos en su casa o en la mía; en Pamplona o en el Prat; en Tel Aviv o en Londres... Si hay que ver una película, las posturas son fijas.

Apago la luz y Alfred se apoya contra mi pecho. Dejo el cuenco de palomitas en mis piernas. Aprovecho que mis padres duermen arriba para poner un cojín en la mesa pequeña de cristal que hay delante del sofá y poner los pies encima.

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Enredo mis dedos en sus rizos y juego con ellos. Llevamos poco más de media película cuando mi mano izquierda choca contra el cristal, la muevo un poco pero nada, no quedan palomitas. Bajo la mirada y la veo, es la última. Miguel, el personaje de la película empieza a cantar y me olvido del pequeño manjar que queda en el cuenco para poner todos mis sentidos en la pantalla. Cuando termina, bajo la mirada y veo como Alfred se me adelanta, la coge y se la lleva a la boca. No lo hace a posta, está tan centrado como yo en la historia pero en el momento en que muerde, lo hace de manera tan seductora que la imagen que me viene a la mente es de él mordiéndome el pezón y así, sin proponérselo consigue que palpite.

—Hola Amaix —nuestras miradas se conectan y no sé cómo lo consigue pero con la voz de bebé, esa que pone, paso de estar pensando una excusa para parar la película y comérmelo entero a que mis labios susurren "que mono" y lo achuche antes de volver a sumergirme en la trama.

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Mi vista se nubla un poco, parpadeo y consigo reprimir las lágrimas.

Miguel, el protagonista de la peli, le canta "Recuérdame" a su abuela Coco, que tiene Alzheimer y ella empieza a moverse y lo recuerda. Recuerda a su difunto padre y a su familia y un nudo se me pone en la garganta. La abuelita de la película canta también y cuando la lagrimilla se escapa de mis ojos noto que Alfred la recoge con un dedo. He de reconocer que los abuelitos son mi debilidad. Si hay algún anuncio o película en el que salga una persona mayor, seguramente termine por emocionarme.

Miro a Alfred, él también llora. No se reprime lo más mínimo. Pasamos los últimos minutos de la película entre lágrimas y menos mal que faltaban solo pocos minutos pues casi inundamos el salón.

— Lo siento.

¿Qué lo siente? No hace falta que pregunte. Nos miramos y sé que no es el momento. Que lo nuestro naciera en la academia de Operación Triunfo ante más de cuarenta cámaras y delante de toda España nos ha expuesto ante el ojo mediático, sí; pero también ha hecho que aprendamos a leernos sin necesitar palabras. Alfred es Alfred y cuando esté preparado para contarme que le pasa por la cabeza, lo contará.

Petit InfinitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora