Chocolate.

1.9K 112 79
                                    

AMAIA:

La voz de Nancy Sinatra inunda el salón.

"I was five and he was six
We rode on horses made of sticks
He wore black and I wore white
He would always win the fight"

Me pongo a tararearla mientras deslizo la plancha a través de la camisa de botones con cuidado de no quemarme. Cuando suena el estribillo de la canción, mi motivación aumenta y ahora acompaño cada "bang bang" con mi cadera. Me muevo sensualmente alrededor de la tabla de planchar, deslizo la plancha sobre mi camisa a rallas al ritmo de la música hasta que...

— ¡MIERDA!

Me acabo de achicharrar el dedo. Suelto la plancha sobre la camisa y corro hasta la cocina. Meter el dedo debajo del agua no termina de aliviar la quemazón así que me lo introduzco en la boca y lo succiono. Vuelvo al salón con parsimonia, rodeándome el dedo con la lengua, intentando que deje de arder.

Sin embargo cuando vuelvo al salón, llego a tiempo de ver cómo sale humo de mi camisa. Me muevo a la velocidad del rayo pero no es suficiente. Un manchurrón negro y quemado ya ha aparecido en ella.

Resoplo frustada. Apago la plancha y lo dejo estar. Nancy Sinatra abandona el salón y cuando suena "Life on Mars?" de Bowie, soy consciente de cuánto le echo de menos.

Son las ocho menos cuarto, demasiado pronto como para llamarle, además de que sé perfectamente que cuando Alfred está dentro del estudio, su parte musical lo absorbe por completo.

A estas horas cualquier persona normal habría parado de trabajar. Cualquier persona que no se tratara de Alfred García, por supuesto. Y aún menos tratándose de Alfred con su disco. Era admirable el cariño y la dedicación que 1016 traería detrás. Había cuidado cada detalle, cada sonido. Sentía orgullo cada vez que le oía hablar de cómo había conseguido tal o cual instrumento e incluso había llegado a sentirme privilegiada cuando me contaba lo que pasaba por su cabeza, aquello que aún nadie había oído. Muchas veces halagada de que lo compartiera conmigo. Había terminado a acostumbrarme a estar paseando de su mano y que se parara de repente y empezara a grabar una nota de voz con alguna letra o melodía que le venía a la cabeza. Porque la inspiración le venía. Su cabeza funcionaba así. Mi Ruru... metido entre pentagramas...

Me obligo a mí misma a terminar de planchar antes de dejarlo por hoy. Es suficiente. Busco mi teléfono móvil por el salón pero no tengo idea de donde está.

—Vamos a ver... Amaia, ¿qué has hecho con el móvil? Lo tenías en la mano antes de ir a merendar, has abierto la nevera, has cogido un yogur, has seguido componiendo y ahora planchando... Espera. ¿No te lo habrás dejado en la nevera verdad?

Salgo corriendo hacia la cocina y al abrir la nevera lo encuentro sobre una de las bandejas. Madre mía, que desastre.

Me tumbo en el sofá y después de llevar un rato pasando instastories sin prestarles atención y de que una de Brays me haya dado un buen susto; me pierdo en el explora. Un video de un gatito bebé intentando subir un escalón me da tanta ternura que se lo mando a Aitana. Cotilleo un poco por aquí y por allá hasta que me encuentro con una foto de Alfred en el estudio, guapísimo. Las gafas de sol, sobre su cabeza, recogen sus rizos negros. Sus labios están entre abiertos y mira detenidamente algo de la mesa de sonidos. Madre mía.

Entro en Twitter para divertirme un rato, las redes están que arden se desatan y yo me río con los comentarios de algunas de sus fans. "Quién fuera Amaia...", "Yo me fo**aba a Alfred" y "Imaginad pasar los dedos entre sus rizos mientras te come" son de los que más se repiten. Me dedico a añadir leña al fuego resaltando el valor de su culo o el de sus carnosos labios desde mi cuenta B, por supuesto. Para mejorar el momento y porque el cuerpo me lo pide me dirijo al congelador y saco la tarrina de helado de chocolate: el único beneficio de estar con la regla. Me meto un buen trozo en un cuenco y me siento otra vez en el sofá.

Petit InfinitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora