Yo sé que eres tú. Tú sabes que soy yo.

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¿Sabes ese momento en el que tu cuerpo se mueve mientras duermes? ¿Ese momento en el que el contacto de las sábanas con tu piel desnuda aporta el punto justo de frescor?


Estoy tan a gusto que no puedo evitar que un suspiro se me escape, me quedo inmóvil intentando alargar el momento el máximo tiempo posible.

Disfrutándolo.

Sin embargo parece que para ti, al otro lado de la cama, no resulta tan placentero. Gruñes en sueños. Tu mano me busca y cuando me encuentras, pasas el brazo alrededor de mi pecho, te das la vuelta y te abrazas a mí.

Tu respiración se apacigua de nuevo y te quedas profundamente dormida.

Adiós al fresquito de las sábanas.

Tú, desprendes calor y la verdad es que yo, no me quejo.

Intento dormirme.

Lo prometo.

Sin embargo tu respiración me hace cosquillas agitando sutilmente los rizos de mi pecho.

Mis pestañas se separan, lo justo para notar que es de día. La claridad típica del cielo que amanece se cuela en la habitación sin tener que hacer mucho esfuerzo, pues el techo y algunas de las paredes son de cristal.

Desventajas de nuestra habitación.

En verdad no es nuestra, la descubrimos por casualidad por un regalo, pero se ha convertido en nuestro pequeño refugio.

Son dos treces de noviembre los que hemos pasado aquí, recordando la canción que nos hizo uno, la que hoy en día sigue sonando en tus cascos cuando me echas de menos y también en mi corazón.

Esa canción a la que recurrimos cuando abro tu armario para recuperar una de mis camisetas robadas y me enfado al verla arrugada bajo una de tus botas de caña alta. O cuando te enfadas tú por las veces que paro mi mundo y también el tuyo porque una melodía nueva ha venido a mi mente.


El tiempo pasa, y pasa rápido.

Atrás han quedado los piques escondidos entre letras de canciones. Y también las indirectas. Es verdad que esto que tenemos no es fácil, pero supongo que nada lo es.

Y... por mucho que tú compartas besos con otros, y yo mi cama con otras; siempre sé que basta con un mensaje para que nos encontremos aquí.

Yo sé que eres tú, y tú sabes que soy yo. Aunque este momento no sea nuestro.


Esta vez has llegado tú antes.

Al entrar en la habitación estabas sentada en medio de la cama.

Desnuda.

La luz de la luna se colaba a través del techo del hotel con nombre de canción, iluminando tu piel. Había nubes en el cielo, pocas, las suficientes para que se vieran algunas estrellas y se ocultasen otras.

Me acerqué despacio, intentando ser sensual pero me hizo tropezar tu falda, tirada en el suelo. Tu risa se hizo en hueco entre el silencio, cortando la tensión  y yo no pude fruncir un poco el ceño. A pesar de la madurez que vi en tus ojos al cantar por Marisol, sigues siendo la misma de siempre.

O, al menos, la misma que siempre eres conmigo.

Esquivando las prendas del suelo me acerco a tí, se notaba que la ropa había sido tirada de mala manera. Yo, con toda la parsimonia de la que era capaz,  empezaba a desabrochar los botones de mi camisa.

Tu mirada iluminada se clavó en mis ojos. Ví cómo te impacientabas y tiraste de mí. Caí encima de ti y como las piezas de un puzle, tu cara se enterró entre mi cuello y el espacio de mi clavícula.

Inspiraste como de costumbre, intentando retener mi olor. Una. Dos veces. Te acaricié la cara con ambas manos y te besé.

Seguías sabiendo a gloria. A casa.

Tus piernas envuelvieron mi cintura y tiraste de mi camisa sin lograr mucho resultado. Enredé mis brazos alrededor de tu cuerpo y me impulsé hacia atrás, incorporándome y llevándote conmigo.

Soltaste un pequeño chillido de la sorpresa. Y gemiste cuando tu cuerpo chocó contra la pared. Mi boca recorrió tu cuello, enamorándome de cada poro de tu piel.

Llevaste tus manos a mi pelo y yo colé las mías entre tú y yo para desabrocharme el cinturón. Del botón te encargaste tú con rapidez y mis pantalones empezaron a resbalar por mis piernas. Bajé las tuyas un poco, lo suficiente para que el bulto de mis calzoncillos y tu sexo se reencontrasen, como tantas otras veces hicieron, como tantas otras harían. 

Hicimos la habitación nuestra, empezando por follar de forma salvaje contra la pared. Cavalgaste sobre mí en la alfombra y hicimos el amor en la cama.

No sé cuánto hemos dormido. Pero seguro que no lo suficiente.


Al final consigo abrir el ojo derecho y mirarte.

Tienes la boca abierta y parece que la puntilla de las sábanas del hotel te han dejado marca en la cara.

Pero estás preciosa.

Te susurro un "T'estime" que a mi parecer suena demasiado bajo para que sea apreciable, pero no por ello encierra menos verdad.

Pero sonríes.

No sé si ha sido un reflejo mientras dormías o si estás despierta.

Las dudas se me disipan cuando, dos respiraciones mías después, contestas "y yo".




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Primero que nada quiero agradeceros a todos y todas los que seguís por estos lares. Wattpad dejó de formar parte de mi vida un tiempo, y ahora, como la inspiración, ha vuelto.

Quizá porque por fin he superado el dolor de la ruptura (sí, me ha costado más que a muchos de mis ex), pero quiero avisaros de que estoy de vuelta.

No sé cuando publicaré.

Escribir escribo, esperando que haya algo suficientemente bueno para publicarlo.


Hasta entonces, os estaré leyendo si me haceis el magnífico favor de comentar. Siempre se agradece, aunque sea para decir que es una mierda.


Por si alguno o alguna no sabe de qué hotel hablo, es el "Milestrelles" y la historia se sitúa en la actualidad, a 26/01/2020.


Un beso y gracias por leerme,


Emma.

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⏰ Última actualización: Jan 26, 2020 ⏰

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