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Haber ido al viaje no había sido para nada molesto.

Magnus iba alegre y bastante cansado por las últimas actividades que hicieron en el mar, mientras que Alec iba en total silencio, descifrando sus sentimientos.

Ya en el camión, todos se acomodaron en sus asientos correspondientes.

– ¿Te encuentras bien? – Preguntó Magnus.

Seguía preocupado por el hecho de que había abrazado a Alec muy posesivamente, no era como que le quería incomodar, pero tampoco le iba a preguntar si le había gustado tanto como a él.

– Sí, algo cansado nada más. – Contestó con una media sonrisa.

¿Cómo le iba a ocultar la revoltura de emociones que tenía solo por haberlo tenido entre sus brazos?

"¿Puede gustarme tanto el chico con el que tanto discuto sin tener nada en común?", se preguntaron ambos internamente.

A mitad de camino, Magnus iba cabeceando, y por estar entre soñando y medio consciente, no sintió cuando Alec tomó su cabeza y lo haló suavemente, hasta que quedara recostado sobre su hombro.

Sintiéndose cálido y correcto, también se quedó dormido, recargando su cabeza sobre la otra.

Cuando Magnus abrió los ojos, el camión ya se estaba deteniendo enfrente de la escuela, y queriéndose enderezar, fue cuando sintió un peso sobre él, dándose cuenta de la situación en la que se encontraba.

Su corazón comenzó a acelerarse cuando vio la mano de Alec sobre la suya, sintiendo su cabeza sobre la suya, y en sí, su cuerpo muy pegado al suyo.

Era reconfortante pero Magnus no quería incomodarlo más, pero no sabía qué hacer.

– ¡Llegamos! – Gritó Sebastián al ver al par chicos cuando se paró de su asiento, asustando a todos los dormidos.

El cual también provocó un salto en Magnus, asustando a Alec, simulando que se habían despertado al mismo tiempo, por el intolerante rubio.

Sin decirse nada, bajaron del camión y con un movimiento de manos, se despidieron de sus amigos, para después ir a sus cuartos en un cómodo silencio.

– Muero, mañana despertaré hasta las tres. – Gruñó Magnus mientras entraba primero al cuarto.

– Me tengo que bañar. – Comentó Alec, cerrando la puerta y buscando el interruptor de luz.

– Lightwood, prende la luz, no veo nada.

– No prende. – Subió y bajó la palanquita varias veces, sin conseguir ningún resultado.

– Genial, se fundió el foco con la secadora. – Dijo con simpleza.

– ¿Qué tiene que ver la secadora con el foco? – Preguntó todavía desde la entrada.

– Bueno, es que puse a cargar mi celular en la mañana, también conecté la lap, pero cuando conecté la secadora y la prendí, hubo un ligero apagón y después algo tronó.

– ¡Magnus!

Pensando en reprenderlo, caminó hacia la puerta del baño, entre tropezones; no sería tan difícil si el moreno no tuviera el piso como campo minado.

Cuando tanteó el interruptor del baño y lo trató prender, éste tampoco funcionó.

– Fundiste dos focos Magnus.

El mencionado hizo una mueca de disgusto, lo que hizo había sido un accidente, así que trató de decir otra cosa para aligerar el problema.

– Hay que verle el lado positivo. – Comentó aun estando parado a mitad del cuarto.

POLOS OPUESTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora