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Bajé de mi auto—lo había comprado una semana antes y no estaba demás decir que uno bastante económico y un poco viejo— en el lugar donde la mujer me había citado. Suponía que era solo una cena, como en muchas ocasiones había asistido. Acomodé el saco pulcramente planchado y me adentré al hotel, dirigiéndome a el restaurante que se encontraba allí.

Dominique, una mujer alta y de piel oscura, se encontraba casi al final del lugar. La pude distinguir por su cabello, que estaba trenzando en muchos mechones y de color rojo, haciendo contraste con su piel afroamericana.

—Buenas noches, señora —dije en un murmullo, esperando su permiso para tomar asiento.

—Sientate, querido —tomó mi mano en la suya y la apretó, regalandome una sonrisa —. Estás muy atractivo hoy, Harry.

—Es para usted —recité como cada vez, a cada cliente.

—Tan galante como siempre —me regaló un sonrisa sensual —. ¿Qué vas a tomar?

Ordenó un vino blanco que realmente no conocía y nos sirvieron las copas. Me tomé la mía con premura, saboreando el espumoso y dulzón elixir. Dominique me observaba con expresión extasiada.

Habíamos tenido dos encuentros anteriormente, solo en unas cenas íntimas, copas de vino y charlas amenas, o por lo menos de su parte, yo solo me limitaba a escucharla y responder en limitadas ocasiones. Ella como mujer madura no hablaba estupideces, pero de igual manera me parecía poco interesante. Sin embargo, el último mes no todo ha sido cenas y charlas. También tuve encuentros íntimos con mujeres desesperadas por una hombría. Me sentí usado las primeras veces, cosa que no me permitía tener una erección, no obstante, era casi reglamentario tomar Viagra. Era cuestión visual para mí excitarme y muchas mujeres que me habían cogido no lo habían logrado.

En mi vida solo había tenía  relaciones sexuales de manera normal. O sea, de manera sexual era medianamente activo, nunca faltaba alguna conquista. Pero lo que me pedían algunas mujeres era... Algunas estaban locas, querían cosas extrañas. Cosas que en mi vida pensé que haría. Me pedían...

—¿Harry? —llamó Dominique.

—¿Si?

—Tengamos sexo está noche —ronroneó —. Tengo una habitación en este hotel que ya está paga.

—¿Quiere irse ahora? —pensé que nunca lo pediría.

—Oh no, cenemos primero.

Asentí, girando el vino en mi copa con movimientos suaves de muñeca. Observé el busto bien marcado de la mulata y pensé que valdría la pena cogersela. De antemano sabía que Dominique estaba operada, pero eso la hacia parecer una muñeca y me llamaba la atención tocar cada extensión retocada de su oscuro cuerpo. ¿Qué clase de sexo le gustará?

Había tenido charlas extensas con los chicos de Exótico, algunos de ellos bastantes veteranos en el sexo, que habían contado sus más escabrosas escenas. Era bastante impactante escuchar de primera voz, sus experiencias. El edificio cede contaba con doce habitaciones temáticas, lo que lo hacía más morboso todo.

Comimos con tranquilidad y podía notar que Dominique estaba ansiosa. Sus manos estaban inquietas y las movía rápido. Una ligera capa de sudor se le notaba sobre los labios y en el pecho, a pesar que la temperatura en el restaurante era bastante adecuada y agradable.

Caminé a su lado con mi mano posada en su espalda baja, escoltandola hasta el elevador, dónde no esperamos demasiado para subir. Al llegar a la habitación Dominique encendió un pequeño estereo, dónde colocó una relajante música jazz.

Me sedujo lentamente, al ritmo de la música y yo fingí acariciarme la boca, llevándome la pastilla para tragarla. Se desnudó completamente, mostrándome un vientre plano y marcado y unas tetas erguidas con pezones color chocolate. Balanceó las caderas anchas al ritmo de la música y se acercó a mí, que estaba sentado a orillas de la cama, subiendo a mi regazo a horcajadas.

Exótico [hs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora