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Llegamos a la discoteca, una donde Lukka conocía a los guardias, lo que fue productivo porque no hicimos cola. Dudé un poco por mi edad, pero los chicos me dijeron que pasara tranquilo, no pedirían identificación. Aunque por norma, debía tener veintiún años para entrar y consumir lo que por ende, vendían adentro.

Me sentí irresponsable por preferir venir de fiesta que ir a cuidar de mi familia, pero hacía mucho tiempo que no me divertía, tal vez nunca lo había hecho del todo. Decidí olvidarme por un rato de mis problemas y nos adentramos al antro, encontrando una mesa cerca de la pista atestada de personas. Habían bastantes mesas vacías.

Una camarera sexy se nos acercó con unos shorts de mezclilla y la camisa anudada bajo el pecho, rubia como el sol, toda labios y piernas exuberantes. Le eché un vistazo a Luk que a su vez miraba a la muchacha con atención.

—Acabamos de llegar, no elijas la primera opción —le murmuré en el oído. La música estaba retumbando pero sabía que él me escucharía.

—No te creas —sonrió con su característica sonrisa maliciosa —. Me la puedo coger a ella y a todas las demás opciones.

Sólo me eché a reír. Raph ya estaba ordenando, la chica anotó y se fue.

—Se suponía que nosotros también ordenaríamos —dije con desdén fingido.

—Ordené para todos porque pago yo, ¿Te parece? —me miró de reojo y sacó un cigarrillo.

—¿Cual es tu jodido problema con el cigarro? —le pregunté extrañado de su manía.

—¿A qué te refieres? —Raphael jugaba con el cilindro de nicotina entre los dedos, mientras miraba distraído a la gente bailar.

—Bueno, que sólo sacas el cigarrillo, juegas con el un rato y luego lo votas ¿Es una especie de metáfora que empleas en la vida real? —intercedió Luk en mi lugar.

—Si y no —respondió escueto.

—Ah okey —dijo sarcástico el pelinegro.

—Antes era un fumador excesivo —agregó.

—¿Y? —tenté.

Se encogió de hombros y soltó el cigarrillo, pisándolo con la punta de sus zapatos caros.

Pasar el rato con esos dos significaba risas, algo que poco hacia. No nos conocíamos de nada, sólo del trabajo. No éramos más que compañeros de trabajo y de vez en cuando unos tragos. Pero a mi parecer Lukka tras esa máscara carismática y extrovertida escondía algo más, lo podía ver porque casi siempre era fingido. Tenía más tiempo que Raphael trabajando en Exótico.

Él en cambio no fingía nada, ni tampoco era sincero. Era Raphael y ya. Albino y extraño, no podía darle otra definición.

No era mi problema saber de ellos, sin embargo, me daba curiosidad. ¿Qué los había hecho trabajar allí? ¿Por qué eran unos gigolós?  Y lo que era más raro aún ¿por qué seguían siendolo? Entendía que no habría un trabajo de esta magnitud —que te pagaran tanta pasta por unas cuantas folladas al día —, pero tampoco era que gustará mucho ¿Verdad? ¿O a ellos sí?

Mi meta era pagarle el tratamiento con sus terapias a mi madre —lo que era contraproducente, porque habían posibilidades altas de que no mejorará —, comprar otra casa y pagarme la universidad. Sabía que tendría que estar un tiempo trabajando para ahorrar todo ese dinero y inventar una excusa bastante creíble para no levantar sospechas, pero no hallaba forma de acelerar el tiempo y tener todo ese dinero rápido, como en Click: perdiendo el control, donde Adam Sandler tenía ese jodido mando a distancia. A lo mejor tendría que empezar a follar más mujeres y de otras formas, no sólo folladas básicas y algunos azotes. Tal vez debería reunir una buena plata y hacer otra clase de inversiones, a ver si dejaba esta inmundicia. Todo estaba por verse.

Lo que había ordenado Raph era un servicio de tequila. Mi tolerancia al alcohol era bastante nula, pero los muchachos me decían que mientras más veces me embriagara, más soportaría la siguiente. Bailamos y ligamos toda la madrugada, había besado varias bocas sin percatarme y justo en ese momento tenia a una castaña con los ojos dilatados dándome una felación entusiasta.
Estábamos en el baño de los hombres y me había quitado la chaqueta para que pusiera sus rodillas desnudas sobre ella, el cubículo estaba tan asqueroso que no sabía como lo estaba soportando, pero deducía que era la cantidad de alcohol que había en mi organismo. Había estado bailando con ella varias canciones con connotaciones bastantes sexuales.

Cuando sentí que me iba a correr, la agarre por las axilas y la pegué contra la pared con rudeza. Ella soltó una risita afectada y pestañeo muy rápido.

—¿Cual es tu nombre, bebé? —jadeó cuando metí mi mano bajo su corta falda y le destroce la delgada tela de las bragas, empezando a masturbarla.

—Conformate con saber que te voy a coger, ¿Sí? —gruñí en su cuello, que olía a sudor y perfume caro.

Rasgue el condón con mis dientes, teniendo cuidado de no romperlo, mientras le metía el dedo corazón y medio en el coño mojado, conociéndolo. Me puse la goma en la polla húmeda por su saliva y ella enrolló su muslo en mi cadera, abriéndose para mí. Me buscó la boca, a la vez que me abría paso en su interior y la evité, metiendo mis dedos empapados entre sus labios, silenciando sus gemidos.

—Nada de besos, princesa —exhalé, aumentando la rapidez de mis embestidas. Le subí la falda hasta las caderas, agarrando sus nalgas, haciendo palanca, clavándosela duro. Enrolló las dos piernas en mi cintura y se agarro de mis hombros, saltando como una bellaca.

»Eso es, aprietame así —gruñí ido.

Me besaba el cuello y las mejillas, me jalaba el cabello, gimiendo con placer.

Desde hacia mucho tiempo que no disfrutaba tanto de un polvo y ni pensar que era en un cutre baño de discoteca, con una desconocida. Y ese fue mi último pensamiento cuando nos corrimos.

Nos acomodamos apurados, escuchando el desbarajuste de afuera, del que nos hicimos conscientes en ese momento, después de haber follado. Me reí apenado y ella sólo me guiño el ojo y salió del cubículo con tranquilidad, bajo la vista de todos los hombres que estaban adentro. Salí tras ella, recogiendo mi chaqueta asquerosa y volviéndola una bola. Al salir del baño ya la muchacha se había perdido de mi vista, así que volví a la mesa con chicos, quienes estaban tomando y riendo, con unas de mujeres.

—¿Por qué tardabas, hombre? —me interceptó Raph, antes de llegar a la mesa.

—Estaba en el baño —me encogí de hombros. Me sentía mareado y ya quería irme a casa, pero no les arruinaría el momento a ellos.

—¿Tienes diarrea o qué? —dijo, medio preocupado, medio en broma.

—¿Hablas en serio? —me eché a reír —. En realidad estaba... Fo- follando.

—¿Si? Muy bien —aplaudió, me dio una palmada y nos acercamos a la mesa, donde me ofreció un vaso de lo que ahora parecía whisky con hielo.

Lo acepté con resistencia, pero me hizo tomarlo de dos tragos.

»No es que quiera ser un pesado, Harry —me dijo al oído, retirando el vaso de mi mano —. Pero estas muy ebrio, así que esperó hayas usado condón ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Más claro que el agua —asentí muchas veces. Sentía la lengua pesada y la garganta seca.

—Prefecto. Ve a sudar un poco, muchacho, estas muy borracho —dijo riéndose.

Lukka agarró a dos de lss chicas y hizo un ademán para que lo siguiera, caminado hacia la pista de baile.

Raph, como conductor responsable, no estaba bebiendo, se quedó charlando con una chica, quien era amiga de él. Se conocían de antes.

Exótico [hs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora