Hice tostadas, huevos y jamón que serví en tres platos. Era temprano en la mañana, lo que significaba preparar a Klaire para la escuela. Ya la había despertado y estaba vistiendose en su habitación, para luego desayunar.
—¡Klay, ven! —cuando la ví correr y sentarse en el mesón, coloqué su comida frente a ella —. Apúrate, se te hace tarde, mocosa —me saco la lengua y se dispuso a comer.
Salí de la cocina y me acerque a el cuarto de mi mamá. La puerta estaba entornada, así que entre con cuidado, previniendo por si estaba dormida. Cuando ella se quedaba en la cama significaba que no había amanecido bien. Su enfermedad no solía ser diaria, lo que era frustrante. Los temblores a veces eran muy fuertes, lo que la hacía llorar. Sus piernas fallaban de vez en cuando, también. La depresión también la tenía enferma.
—Mamá —llamé en un susurro —, te hice el desayuno.
—Hola, hijito —murmuró —. Me duele un poco la cabeza. Guárdala en el horno.
—Okey. ¿Te tomaste la medicina?
—No, por favor, dámela —pidió.
Estaba arropada hasta la barbilla y podía notar bajo la cobija que temblaba sutilmente.
Apreté la mandíbula contenido un suspiro furioso y saqué del pequeño frasco una píldora. Ella abrió la boca, se la coloqué en la lengua y le ayude a tomar agua.
Odiaba ver a mi mamá así, con cara de tristeza cada vez que la ayudaba en algo tan simple como tomar una pastilla. Me dolía el pecho por ella. ¿Qué me esperaba? ¿Verla morir por la enfermedad? Que más adelante los temblores no la dejarán caminar, hablar, coordinar. Era doloroso para todos verla padecer.
Tenía una tía que la ayudaba de vez en cuando y las veces en las que tenía que quedarme toda la noche fuera. Tener familiares que nos tendieran la mano no era algo tan común y por eso estábamos agradecidos con ella.
Guardé la comida en donde mi mamá me indicó y me dispuse a limpiar la cocina. Al pasar las horas ya había hecho todos los labores y se hizo la hora del almuerzo. Lo cociné y esperé a Klaire. Dianna hacia mucho rato se había comido su desayuno.
Llegó mi hermana y comimos en silencio. Hice la colada mientras ella hacía sus tareas y la dejé en la casa esperando a nuestra tía. Había recibido una llamada de Exótico y una clienta ya me esperaba a las siete p.m.
Tenía miedo de enfermarme si tomaba demasiadas viagras y me hiciera tener efectos secundarios, así que de vez en cuando probaba tener sexo sin ella, tratando de adaptar mi cuerpo a la excitación de cuerpos distintos. No era que me agradara el trabajo, porque me parecía malo que a muchas mujeres les encantarán los maltratos y yo odiaba proporcionarlo. Sin embargo, ya casi me había acostumbrado.
Tuve sexo con dos clientas en las habitaciones de la empresa y salí de allí a la una de la mañana con otros dos hombres que compartían mi misma ocupación. Me había hecho amigo de ellos.
—¿Vamos a un bar? —propuso Raphael, sacando un cigarrillo. Nos acercábamos al estacionamiento con pisadas tranquilas.
—¿Qué tal una discoteca, mejor? —Lukka sonreía con canallez y ya imaginaba que diría —. Me apetece follarme una mujer por placer, no porque me esté pagando.
—¿No te duele la pelviz, jodido cabrón?
Lukka miró a Raphael con malicia y se echó los largos mechones negros hacia atrás, preparándose. Se tiró en medio del pavimento, entre los autos estacionados y hizo como si alguien estuviera sobre el, sujetando unas caderas en el aire.
—Me cogían a mi, Rapha —se mordió los labios como si estuviera follando de verdad y tuve que reprimir una risa estruendosa —. Quiero coger yo. Ahora. Vámonos.
Se levantó de un salto y nos reímos los tres por las estupideces de Lukka. No me sorprendería si fuéramos por la calle y ese loco se bajara la ropa interior para hacerse una paja rápida.
—Vamos en mi auto, no voy a tomar.
—Harry, hermano, no quiero ofenderte pero tu carro es una cagada —declinó el albino. Raphael tenia el cabello tan blanco como la nieve, su piel era casi traslúcida y los ojos azules, casi violetas resaltaban tanto, que parecía surrealista. —Ya tienes un par de meses cogiendo a viejas millonarias, deberías tener una Tucson por lo menos.
—No todo es apariencia —torcí el gesto. En realidad quería comprarme un auto mejor, pero no podía, ¿Como le explicaba a mi mamá de donde lo saqué y a mi tía? —. Entonces vamos en el tuyo, pero no tomes.
—Play —aceptó. Hasta donde sabía, Raphael tenía más de un año trabajando en Exótico, lo que significaba que ya contaba con lujos. Hasta portaba un Audi.
»Había escuchado que Raph era uno de los más costosos por su belleza impresionante, o así decían, tenía clientas fijas y sabía a ciencia cierta que eran sadomasoquistas. Él tenía una espalda tan pálida, que con unos cuantos azotes ya la piel se le coloreaba. Podía entender porque esas mujeres pagaban tanto por él.
Ya en el auto, me senté en el asiento de copiloto. Buscaba una buena música en el playlist, a la vez que Lukka seguía bromeando en la parte trasera.
—Harry, ¿Ya te cogiste a Dominique? —Chasqueó con sorna —. Le dijo a una de sus amigas, y eso llegó a mis oídos, que tienes la polla gigantesca. ¿Cuanto te mide, idiota?
—¿Qué? —cuestione riendo —. ¿Qué te importa, maldito asqueroso?
—Ay, ya. Sabes que a mi me mide diecisiete centímetros —dijo con tranquilidad —. Raph y yo queremos saber. De hecho, sé que a él le mide veinte el muy imbécil, tres centímetros más que a mí ¿Puedes creerlo?
—¿De verdad te mide veinte? —fingí estar sorprendido —. Escuché que los albinos son polla corta.
—¿Crees que sólo me buscan por esta cara? —Sonrió. Tenía que admitir que ese hombre era un espécimen, por favor, la dentadura era hasta perfecta. —Se la meto tan hondo a todas, que lo sienten en el estómago.
Lukka se partió de risa atrás y nosotros lo seguimos.
—Si Dominique dijo que Harry la tiene grande, es porque es así —volvió al tema, el pelinegro —. Mira que esa mujer es tragona.
—Ay Dios, yo me la cogí un par de veces —susurró el albino, fingiendo escalofríos —. Te juro que no quería tener sexo en un tiempo después de ella.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Tan malo fue? —Cuestione con los ojos como plato.
—Folla como el diablo, Harry —se echó a reír —. Me hizo como cinco o seis posiciones en un par de minutos y me sacaba la leche tan rápido que no lo veía venir. En serio, esa mujer no estaba jugando.
—Admito que también me dejó cansado.
—Creo que te vio cara de niño bueno y no decidió ser tan mala contigo —comentó Lukka. —Nunca he follado con ella. Ya hasta me dan ganas. Entonces, ¿Cuanto te mide?
Puse mi mejor sonrisa del el gato que se comió al canario y le subí a la música, con la risa de Raphael y las protestas de Lukka de fondo.

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Exótico [hs]
FanfictionEstán reclutando hombres hermosos, dignos de revistas de moda... O revistas para mujeres cachondas. Hombres dispuestos a complacer a féminas sedientas, insatisfechas y con apetitos sexuales inimaginables. Harry sabedor de su atractivo físico decide...